En 2009 Claude Picasso, el hijo de Pablo Picasso, recibió en su carta una extraña entrega acompañada de veinte fotografÃas. La firmaba un electricista retirado, Pierre Le Guennec, de 71 años, que decÃa guardar en su casa nada menos que 271 pinturas, dibujos, bocetos y collages sin catalogar del padre del cubismo y le pedÃa ayuda para certificar legalmente su autenticidad.
Unos meses después Claude recibió otra tanda de fotos, en esta ocasión más detalladas, que le permitieron contrastar fechas, trazos y temas. El electricista no mentÃa, o no en parte. Las obras parecÃan ser de su padre, en efecto, elaboradas probablemente a principios del siglo XX. Era la historia de su adquisición lo que cojeaba.
Le Guennec aseguraba que se las regalaron Picasso y su segunda esposa, Jacqueline Roque, cuando trabajó para ellos siendo joven. El hijo sostiene que miente, que se regala un cuadro o dos pero no 270 e insinúa que el hombre las sustrajo del abarrotado estudio de su padre poco a poco. De ser cierta su historia, dice, el anciano electricista no habrÃa mantenido en secreto las obras –valoradas en más de 60 millones de euros– durante casi cuatro décadas, justo el tiempo necesario para que el posible delito prescriba tanto en la jurisdicción civil como en la penal. El caso está en los tribunales franceses y a Le Guennec solo le ha conseguido arrancar un testimonio el periódico que filtró la historia, el Libération. “Que pase lo que tenga que pasar”, aseguró.
Este lunes se recuerdan los 40 años de la muerte del padre del cubismo y esta última bronca entre sus herederos y su electricista, una más de cuantas se han dado en la estela picassiana, ilustra con elocuencia la condición trascendente que el pintor malagueño ha adquirido cuatro décadas después de su fallecer en su casa de Mougins, al sur de Francia. Si en vida fue reconocido como un genio, en la muerte los decálogos, rankigs y top tens de la posteridad le sitúan casi invariablemente en el número uno entre los artistas del siglo XX e incluso, para muchos, entre los de todos los tiempos.
Se pagan barbaridades por Picasso, pero que siga siendo asà dependerá de que no estemos viviendo una falsa edad de oro o peor: una burbuja. De hecho, al valor Picasso podrÃa ocurrirle lo que desde el pasado octubre algunos creen que le ocurre al de Andy Warhol, cuando en una subasta en la delegación de Christie’s en Nueva York parte del lote se quedó sin vender y el resto cosechó unas sumas muy por debajo de lo esperado. Para muchos analistas la razón del batacazo –solo el tiempo dirá si acaba en un declive– fue la publicación unos meses antes de una colección de 300 bocetos originales del padre del pop art, muchos desconocidos y valorados en más de 150.000 dólares cada uno. La razón es la aritmética: como si de moneda se tratase, en muchos casos la cantidad de pinturas de un artista deprecia el valor singular de cada una.
En muchos casos, pero no en todos. Si fuera asà los cuadros de Picasso no valdrÃan lo que su lienzo ya que el malagueño, uno de los artistas más prolÃficos de todos los tiempos, firmó más de 13.500 pinturas –algunos elevan el número incluso a 20.000–, un número similar de dibujos y bocetos, 2.500 grabados, 100 cerámicas y 700 esculturas. Y pese a eso es uno de los autores que más veces ha situado la plusmarca económica en subastas y ventas –a dÃa de hoy 9 de los 40 cuadros más caros de todos los tiempos son suyos– junto a Vincent Van Gogh y el propio Andy Warhol.
Según Consuelo Durán, de Duran Arte y Subastas, el malagueño no corre peligro, incluso después de que emergieran en 2010 los cuadros en posesión de su antiguo electricista. La aparición de obra, explica, puede influir en la depreciación del autor, aunque matiza que “la devaluación no está tanto en la obra inédita como sà en que haya una gran cantidad de obra” en circulación.
Es decir, que el malagueño cumple con todas las condiciones para mantenerse en la cresta de la ola: no es reciente pero tampoco antiguo, ya hay una gran cantidad de obra suya en circulación para amortiguar las sorpresas y sus obras menores se ven constantemente revalorizadas por la pujanza de las mayores. Todo lo que sube ha de bajar, pero Picasso parece inasequible al imperio de esta ley que, hasta él, era cosmogónica. Asà ha ocurrido al menos durante los últimos 40 años, aunque eso no es decir mucho. Lo que hace falta, lógicamente, es que ocurra lo mismo durante 40 años más.