La declaración china de una “zona de identificación de defensa aérea” sobre las islas en disputa en el mar de China Oriental, es el más reciente paso de Pekín para hacer valer sus pretensiones sobre las islas conocidas como Senkaku, en Japón, y Diaoyu en China.
El secretario de defensa de Estados Unidos, Chuck Hagel, describió la medida como “un intento de desestabilización para alterar el status quo en la región”.
El sábado, casi como subrayando los riesgos que implicaba la decisión, autoridades japonesas anunciaron que tenían listos dos aviones de caza F-15 para interceptar dos aviones de vigilancia chinos que se acercaban a las islas.
La política más firme de China y la aparente voluntad de Japón de contenerla, aumenta la posibilidad de provocar un conflicto más amplio, que sería más por accidente que por diseño.
Todos los puntos de fricción necesarios están ahí. En enero Japón había insistido en que una fragata china apuntó su radar de tiro contra un buque de guerra japonés cerca de las islas en disputa. China negó el hecho.
En los últimos meses Japón ha enviado un número récord de aviones de guerra a interceptar los que considera intrusos chinos.
Tanto China como Japón, además, han desplegado ejercicios militares que simulan la toma o la defensa de islas remotas.
Después de haber buscado establecer líneas de demarcación en el mar, China ahora busca hacerlo en el aire.
El resultado podría ser de gran inestabilidad y con el peligro siempre presente de que un incidente entre buques de guerra o aviones pueda precipitar un conflicto localizado entre China y Japón.
Con las consecuencias siempre de que una escalada en el conflicto termine atrayendo a otras potencias.
“Carta maestra”
Aunque China lleva a cabo una rápida modernización de sus fuerzas aéreas y navales, en un conflicto localizado podría estar en desventaja en comparación a la moderna y probablemente más capaz flota japonesa.
La cuestión real es cómo podría manejarse esa crisis. Cómo podría contenerse, y de hecho, si esa contención sería posible.
Al respecto hay una preocupación creciente de que las herramientas tradicionales de manejo de crisis puedan ser menos efectivas que en el pasado.
A principios de noviembre se realizó un ejercicio de guerra en el Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales, un centro de investigación estadounidense, en el que se simuló un escenario que involucraba a China y Japón.
El enfoque del juego era ver cómo EE.UU. reaccionaría ante la crisis. A medida que la situación se iba complicando entre China y Japón, los diferentes jugadores que estaban actuando en sus roles de altos oficiales estadounidenses, se resistieron a utilizar el poder militar de EE.UU. ante el miedo de que la crisis empeorara.
Pero luego, los jugadores que representaban a los chinos comenzaron a escalar el juego de guerra de manera significante. Misiles de largo alcance chinos fueron puestos en alerta máxima y tropas fueron despachadas a las islas en disputa.
EE.UU se vio forzado a actuar. Se hizo la recomendación de enviar dos grupos de porta-aviones listos para actuar en el Mar de China Oriental.
En este punto se creyó que la simulación de guerra habría terminado; EE.UU jugó su carta maestra con los pesos pesados de su poderío naval, asumiendo que así la crisis se disiparía.
Pero Robert Haddick, experto estadounidense en estrategia que sigue muy de cerca los acontecimientos en la región advirtió que tales suposiciones son obsoletas.
En el pasado, según dice, el envío de grupos de portaviones era visto como la jugada maestra en la escalada del conflicto, porque había muy poco que los potenciales adversarios pudieran hacer.
Antídoto
Sin embargo, la creciente estrategia china de negación de acceso busca explícitamente poner esos activos estadounidenses en peligro.
Misiles balísticos antibuques de alto alcance están diseñados para atacar a los porta-aviones de EE.UU..
En el futuro, el despacho de uno o dos porta-aviones podría no ser suficiente para contener la crisis, advierte Haddick.
Puede más bien incentivar a China a que los ataque.
Las crecientes tensiones entre China y Japón son sólo un aspecto de los enfrentamientos en la región, que pueden estar empeorando por cuenta de las estrategias chinas y estadounidenses.
Un antídoto es mejorar el entendimiento entre los militares de EE.UU. y China, tema en el que ha habido algún progreso recientemente.
Pero en el sentido amplio la doctrina estratégica de EE.UU. en la región –apodada “Batalla Naval Aérea”, parece diseñada para contener el creciente poder militar chino, mientras la estrategia china de negación de acceso parece apuntar a obstaculizar la capacidad de las fuerzas aéreas y navales de EE.UU para hacer intervenciones significativas en las aguas que considera como su jardín trasero estratégico.
Es por esto que un enfrentamiento chino-japonés le pone a tantos expertos los pelos de punta.
Informacion Semana.com