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Murió Huber Matos, comandante disidente de la revolución cubana

Publicado el 27/02/14

Fuentes de ONG “Cuba Independiente y Democrática” (CID) confirmaron el fallecimiento de Huber Matos Benítez, uno de los comandantes más cercanos a Fidel Castro durante la campaña del líder cubano que derrocó a Fulgencio Batista en La Habana.

Matos22-Hubert_4-Lnew-rk.embedded.prod_affiliate.84Era un docente que daba clases en Manzanillo, además de cuidar una pequeña plantación de arroz. Pero después del golpe de Estado que le permitió acceder al poder a Batista, el 10 de marzo de 1952, comenzó a colaborar con la resistencia y debió exiliarse en Costa Rica.
Desde allí trabajó reuniendo recursos, armas y hombres, para recuperar el poder. Se unió a Castro y fue ganando jerarquía en sus filas hasta llegar a ser nombrado Comandante del Ejército de Camagüey, cuando ya la revolución había triunfado.

Sin embargo, no estaba de acuerdo con la tendencia pro comunista de su jefe y éste no se lo perdonó: lo acusó de sedición y ordenó su arresto. Aunque hubo mociones que pedían fusilarlo, Castro finalmente decidió juzgarlo y fue condenado a 20 años de prisión en diciembre de 1959.

Fue recluido en la Isla de la Juventud, donde cumplió la sentencia completa.

En el libro “Cómo llegó la noche” relata los hechos ya resumidos y también sus años en prisión durante los cuales denunció haber sufrido torturas extremas.

Más tarde adhirió a la disidencia cubana de Miami y se desempeñó como secretario de “Cuba Independiente y Democrática” (CID), donde trabajó para difundir por el mundo sus denuncias y las de otros oprimidos por el Gobierno castrista.

Esta es la famosa carta de renuncia de Huber Matos a Fidel Castro en 1959:

Camagüey, octubre 19 de 1959
Dr. Fidel Castro Ruz
Primer ministro
La Habana

Compañero Fidel:

En el día de hoy he enviado al jefe del Estado Mayor, por conducto reglamentario, un radiograma interesando mi licenciamiento del Ejército Rebelde. Por estar seguro que este asunto será elevado a ti para su solución y por estimar que es mi deber informarte de las razones que he tenido para solicitar mi baja del ejército, paso a exponerte las siguientes conclusiones:

Primera: no deseo convertirme en obstáculo de la Revolución y creo que teniendo que escoger entre adaptarme o arrinconarme para no hacer daño, lo honrado y lo revolucionario es irse.

Segunda: por un elemental pudor debo renunciar a toda responsabilidad dentro de las filas de la Revolución, después de conocer algunos comentarios tuyos de la conversación que tuviste con los compañeros Agramonte y Fernández Vilá. Coordinadores Provinciales de Camagüey y La Habana, respectivamente: si bien en esta conversación no mencionaste mi nombre, me tuviste presente. Creo igualmente que después de la sustitución de Duque y otros cambios más, todo el que haya tenido la franqueza de hablar contigo del problema comunista debe irse antes de que lo quiten.

Tercera: sólo concibo el triunfo de la Revolución contando con un pueblo unido, dispuesto a soportar los mayores sacrificios… porque vienen mil dificultades económicas y políticas… y ese pueblo unido y combativo no se logra ni se sostiene si no es a base de un programa que satisfaga parejamente sus intereses y sentimientos, y de una dirigencia que capte la problemática cubana en su justa dimensión y no como cuestión de tendencia ni lucha de grupos.

Si se quiere que la Revolución triunfe, dígase adónde vamos y cómo vamos, óiganse menos los chismes y las intrigas, y no se tache de reaccionario ni de conjurado al que con criterio honrado plantee estas cosas.

Por otro lado, recurrir a la insinuación para dejar en entredicho a figuras limpias y desinteresadas que no aparecieron en escena el primero de enero, sino que estuvieron presentes en la hora del sacrificio y están responsabilizados en esta obra por puro idealismo, es además de una deslealtad, una injusticia, y es bueno recordar que los grandes hombres comienzan a declinar cuando dejan de ser justos.

Quiero aclararte que nada de esto lleva el propósito de herirte, ni de herir a otras personas: digo lo que siento y lo que pienso con el derecho que me asiste en mi condición de cubano sacrificado por una Cuba mejor. Porque aunque tú silencies mi nombre cuando hablas de los que han luchado y luchan junto a ti, lo cierto es que he hecho por Cuba todo lo que he podido ahora y siempre.

Yo no organicé la expedición de Cieneguilla, que fue tan útil en la resistencia de la ofensiva de primavera para que tú me lo agradecieras, sino por defender los derechos de mi pueblo, y estoy muy contento de haber cumplido la misión que me encomendaste al frente de una de las columnas del Ejército Rebelde que más combates libró. Como estoy muy contento de haber organizado una provincia tal como me mandaste.

Creo que he trabajado bastante y esto me satisface porque independientemente del respeto conquistado en los que me han visto de cerca, los hombres que saben dedicar su esfuerzo en la consecución del bien colectivo, disfrutan de la fatiga que proporciona el estar consagrado al servicio del interés común. Y esta obra que he enumerado no es mía en particular, sino producto del esfuerzo de unos cuantos que, como yo, han sabido cumplir con su deber.

Pues bien, si después de todo esto se me tiene por un ambicioso o se insinúa que estoy conspirando, hay razones para irse, si no para lamentarse de no haber sido uno de los tantos compañeros que cayeron en el esfuerzo.

También quiero que entiendas que esta determinación, por meditada, es irrevocable, por lo que te pido no como el comandante Huber Matos, sino sencillamente como uno cualquiera de tus compañeros de la Sierra -¿te acuerdas? De los que salían dispuestos a morir cumpliendo tus órdenes–, que accedas a mi solicitud cuanto antes, permitiéndome regresar a mi casa en condición de civil sin que mis hijos tengan que enterarse después, en la calle, que su padre es un desertor o un traidor.

Deseándote todo género de éxitos para ti en tus proyectos y afanes revolucionarios, y para la patria -agonía y deber de todos- queda como siempre tu compañero,

Huber Matos



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