En el Día Internacional del Teatro, los actores no se ponen sus mejores galas, lo de ellos es teatral. Sacan del repertorio una de las obras que más les gusta, repiten la más reciente o presentan un estreno. Es lo que saben hacer.
En Medellín, aunque la programación se concentra este jueves con 28 obras, no es celebración de un solo día. Desde el martes los teatros, que son 32 con sala, y más de 15 sin ella, hacen actividades como lecturas dramáticas, exposiciones, foros y hasta tomar café y conversar.
Porque un día como este, que se celebra desde 1961, es la oportunidad para invitar a la gente a sentarse en las sillas. “Para nosotros es muy importante porque es reivindicar una profesión necesaria para el desarrollo de la ciudad, en esa pretensión de ser innovadora y relacionarse con el mundo”, dice Yacqueline Salazar, directora del Sexto acto de celebración, una de los eventos que desde hace 6 años organiza actividades para esta fecha y que esta vez reúne a 49 instituciones del sector.
El otro grupo con programación, ya tradicional, es Medellín en Escena, en el que se agrupan 20 teatros locales y nueve del departamento.
Colombia también tiene su fiesta. El Ministerio de Cultura convocó a los interesados a hacer una agenda colectiva, de país, para proponerle a los espectadores, y que ya suma cien eventos, reúne 500 artistas y 15 departamentos.
La reflexión
Celebrar también implica revisar qué está pasando con el teatro de la ciudad. No es fácil, señalan los artistas, sostenerse en Medellín. Tener una sala es costoso igual montar una obra. Literalmente se convierte en un oficio por amor al arte, como dice el dicho y, a veces, por puro milagro.
“Hay una realidad del sector teatral. Hace unos 20 años había un furor por ir a ver espectáculos en vivo, pero mucho terreno han ganado la multimedia y el internet y el espectador es mucho más esquivo a ver propuestas teatrales”, explica Julio César Peláez, director de Las Tablas.
En una encuesta de la Secretaría de Cultura con Comfama, que hizo la empresa Firmas y Concretos, uno de los resultados es que la mayor parte de los artistas —en general, no solo los de teatro— gana menos de medio mínimo mensual.
Los grupos no viven de la taquilla, la mayoría por lo menos. No podrían. Ir a teatro cuesta entre $8.000 y $30.000, aunque hay tarifas que llegan hasta los $50.000. No todos llenan o no es de todos los días.
Muchos no ven las artes escénicas como una necesidad y una posibilidad, y ese dinero se destina a otra cosa. No es mucho, si se mira en perspectiva: para hacer una obra de teatro se necesita pagarles a los actores —ese es su trabajo—, conseguir vestuario, trabajar en el escenario, la música y eso por contar grandes detalles. De ahí que para todos los grupos no sea fácil tener un estreno y que muchos no puedan hacer más que uno al año.
Ahí es cuando entra la ayuda del Estado, en la ciudad especialmente de la Alcaldía, que muchos reconocen ha aumentado en los últimos años, pero que no es suficiente. El ejemplo son las Becas de Creación. ¿Cuántos pueden acceder a una, para hacer su obra ese año?
Las becas les interesan, les gustan, pero terminan por ser poco equitativas. No pueden, por presupuesto, ser para todos. Eso está bien, porque implica calidad, pero terminan siendo una competencia que ganan unos pocos.
Ahí empieza el milagro: un poco de la taquilla, un poco de la ayuda de Salas Abiertas (si es el caso) o del apoyo estatal, un poco de prestar otros servicios, hacer talleres, vender café antes de la obra. La empresa privada, poco ayuda.
Por supuesto, debe ser un trabajo de parte y parte. Los grupos deben pensar en la calidad. Hay unos que trabajan en ella, hay otros a los que todavía les falta. Muchos coinciden en que hay buenas obras, pero no se puede bajar la guardia. Con la calidad se consiguen espectadores, de a poco.
Entra, entonces, otro tema que comenta Julio. Es importante la educación, para que se incentive el amor por las artes a los más pequeños, donde hay mucho por hacer, porque los grandes ya tienen sus intereses formados y es muy difícil cambiar las costumbres. Él da un ejemplo, que puede, a futuro, ser importante: las jornadas complementarias.
El Día del Teatro es para celebrar, pero, también, para seguir creyendo. Cristóbal Peláez, director del Matacandelas, lo cuenta: “Nosotros le apostamos a la cultura porque consideramos que nuestro imaginario quiere expresar, entrar a compartir colectivamente. La necesidad humana de la representación teatral es algo incuestionable”.
Informacion Elcolombiano.com