Sábado, 23 de Noviembre del 2024
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Dos humildes familias esperan a los soldados secuestrados por las Farc

Publicado el 15/11/14

FARC

Paulo César Rivera Capella y Jhonatan Andrés Díaz Franco, los dos soldados profesionales que fueron secuestrados por las Farc en Arauca el pasado fin de semana, tienen en común, además de la vida militar, que provienen de familias humildes.

Paulo Rivera, a sus 24 años, escogió ser soldado profesional porque quiere terminarle la casa a doña Alejandra María Capella, su madre. Los seis primeros sueldos mensuales –el tiempo que lleva como profesional– le dieron para enchapar el baño, arreglar alguna pared agrietada, poner piso de baldosa y pintar la vetusta fachada.

“Él dice que no va a pedir la baja hasta que la casa de mi mamá este bonita”, contó su hermana María Rivera. Son cinco hermanos, de una familia desplazada por la violencia que vive en el Carmen de Bolívar. Desde hace dos meses su novia se fue a vivir a casa de su madre y Paulo le había prometido que en el próximo permiso se casaría con ella.

Jhonatan Andrés Díaz, a sus 22 años, entró a las filas del Ejército porque desde niño quería ser militar. A él lo crió una abuela en La Virginia (Risaralda). Está a punto de cumplir tres años como soldado profesional. Como militar raso estuvo 18 meses y decidió seguir en las filas. Como su abuela no tuvo los recursos económicos para darles los estudios, hizo hasta séptimo grado. Con Jhonatan son tres los Díaz en el Ejército: también están en las filas un primo y un hermano, ambos prestando el servicio como regulares.

A los soldados Rivera y Díaz los vieron en sus casas hace un mes, porque a la Brigada Móvil 34, de la Fuerza de Tarea Quirón, a la que ambos pertenecen, les dieron varios días de descanso después de seis meses en operaciones.

Rivera les contó a su madre y a sus hermanos que en la zona en donde estaban tienen que soportar mucho frío. Es la parte de Arauca que se entronca con la Sierra Nevada del Cocuy.

“Decía que ni con dos chaquetas, dos pares de guantes y pasamontañas se les quitaba el frío –cuenta su hermana–. Además, tenían que soportar el ataque de los zancudos”. Paulo alcanzó a llamar a su mamá ese mismo domingo que cayó en poder de las Farc en el mismo combate en el que murió uno de sus colegas soldados.

“Solo alcanzó a saludarme, porque no entraba bien la señal. Dijo que me volvería a llamar cuando se ubicara mejor”, contó doña Alejandra, quien reclamó la pronta liberación de su hijo. “Quiero que regrese con vida”, exigió.

Por su parte, Jhonatan llamó por última vez a su abuela el 26 de octubre. Lo hizo para contarle que se iban para el monte, que desde allá iba a ser imposible comunicarse. Contó su tía Claribel Mena Franco que el muchacho está haciendo lo que le gusta y que así lo publicó en su página de Facebook. “¡Ja! Estoy donde a muchos les da miedo estar”, escribió. Díaz era el apoyo de la familia. “Es la persona que nos ayuda económicamente. Que nos lo devuelvan”, pidió.
Fue la misma exigencia que hicieron el presidente Juan Manuel Santos, el general Jaime Lasprilla, comandante del Ejército, y el presidente del Congreso, el senador José David Name.

En un comunicado, las Farc reconocieron el viernes que tienen en su poder a los dos militares.



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