Una de las batallas que deberá librar el próximo alcalde de Bogotá, y que no da espera, tiene que ver con la seguridad de la capital.
La Encuesta de Percepción Ciudadana 2015, del programa ‘Bogotá, cómo vamos’, entregada esta semana, dejó ver el inconformismo que reina entre los bogotanos por la forma como se vienen haciendo las cosas en varios aspectos –73 por ciento de los encuestados creen que la ciudad va por mal camino–, entre ellos los que tienen que ver con la respuesta de la Policía y la justicia frente a las acciones de los delincuentes.
Que el 59 por ciento de los ciudadanos dijeran sentirse inseguros es el dato más alarmante. Además de que supera en 7 puntos porcentuales el resultado arrojado el año pasado (en ese entonces se ubicó en el 52 por ciento), es la cifra más alta en los últimos ocho años.
Aunque el número de víctimas de la delincuencia bajó (en el 2014 el número alcanzó el 24 por ciento, y este año llegó al 20 por ciento), el dato también sigue siendo preocupante.
El hurto callejero
Este es el eterno karma al que se han tenido que enfrentar ciudadanos y autoridades. Expertos coinciden en que es uno de los problemas que más apremian, e incluso hay quienes piensan que ya se salió de las manos. Y las cifras los respaldan. El 20 por ciento de los bogotanos dijeron haber sido víctimas de algún delito y de ellos, el 80 por ciento señaló que lo fue con la modalidad de raponazo, según la encuesta de ‘Bogotá, cómo vamos’. Y de ellos, 7 de cada 10 precisaron que se les llevaron su celular.
Si bien en cuentas de las autoridades los casos han bajado –de 21.818 en el 2014 a 20.677 en el 2015–, la cifra continúa siendo preocupante.
No han sido suficientes las acciones de la Policía de Bogotá, que le han apuntado a golpear estructuras completas, como el caso de los ‘Chinches’, que se habían convertido en el terror del centro de la capital y cuyos 16 integrantes fueron detenidos.
Entre otras razones del fenómeno está el que algunas de las zonas que son ocupadas por la delincuencia quedan a la deriva cuando intervienen las autoridades, entonces se abren nuevamente espacios a otros delincuentes. Además, muchos de ellos no van a la cárcel ni siquiera de manera preventiva, por lo que hay que apostarle a fortalecer la judicialización.
Ocupación del espacio público
El próximo alcalde deberá recuperar el espacio público de Bogotá, hoy convertido en sinónimo de desidia.
En distintas zonas de la ciudad, los bogotanos se chocan con ventas informales que generan desorden. Aunque no se puede generalizar, detrás de muchas de ellas se esconden mafias que cobran por un lugar, así como aquellos que las aprovechan para ocultar las actividades delictivas a las que realmente se dedican.
Si bien la Administración intentó desde hace dos años evitar, decreto en mano, que se hicieran cobros para este fin, no consiguió solucionar el problema.
“El espacio público hay que organizarlo, en gran parte recuperarlo. El centro de Bogotá, Teusaquillo, Chapinero, Suba, Venecia… estamos muy mal. El desorden –señala el consultor internacional en temas de seguridad Hugo Acero– y la falta de autoridad permitieron que fuera invadido de manera masiva”.
Algo similar piensa el experto en seguridad ciudadana y consultor político Jairo Libreros.
“El espacio público en los últimos 10 años ha sido ocupado de forma masiva por vendedores ambulantes, pero de manera especial por mafias que se apropiaron de él y le arriendan a cuanta persona necesita estar allí, sean vendedores o criminales, que aprovechan para marcar y cometer fleteos o vender droga. Si recuperamos el espacio público, una de las primeras variables que se va a ver afectada es el hurto callejero”, explicó.
Consumo de drogas
La lucha contra el microtráfico será un tema apremiante. Pese a que los ciudadanos consultados por ‘Bogotá, cómo vamos’ se sienten más seguros en su barrio (el 28 por ciento tienen una sensación de inseguridad), en algunas de las zonas de la ciudad hasta donde llegó este diario para consultarles a los ciudadanos qué creen que está fallando en materia de seguridad, una de las respuestas recurrentes tuvo que ver con consumo de alucinógenos en espacios públicos, como parques.
Según la última entrega de la encuesta de percepción de la Cámara de Comercio de Bogotá, el 10 por ciento de las personas que se sienten inseguras en su barrio dijeron que esto está relacionado con esa problemática.
Incluso, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), de las Naciones Unidas, ha sido enfática en decir que “los problemas asociados a la producción, el tráfico y consumo de drogas en América Latina afectan la calidad de vida de la población, están ligados a formas de exclusión social y debilidad institucional, y generan mayor inseguridad y violencia”.
El problema es de tal magnitud que, solo hasta mediados de este año, la Policía Metropolitana de Bogotá había incautado más de cinco toneladas de droga en la ciudad.
Falta de autoridad y poco pie de fuerza
La falta de autoridad en las calles es otro de los karmas que deberá combatir la siguiente Administración Distrital. Algunas zonas de Bogotá se han ido deteriorando por la nula intervención y porque los modelos anticívicos tienden a ser reproducidos. Rayar paredes con aerosol, botar la basura a la calle o agredir a un uniformado son solo algunos ejemplos de esas acciones, que generan una sensación de abandono.
“Para que las condiciones de seguridad en la ciudad mejoren –explicó Jairo Libreros–, el alcalde deberá comprometerse con ser la primera autoridad de policía de la ciudad y poner en orden la casa”.
“Aunque sería ideal aumentar el número de uniformados, que hoy no dan abasto, no será una tarea fácil, al menos durante los primeros meses de gobierno, pues –agregó Hugo Acero– todos los alcaldes nuevos pedirán refuerzos”.
Sin embargo, hace solo un par de semanas llegaron 600 uniformados a la ciudad para fortalecer la seguridad, especialmente en el transporte público.
El control del uso que dan los uniformados a sus celulares también será fundamental para que la gente crea en la Policía.
Baja denuncia y desconfianza hacia la justicia
Otro dolor de cabeza es la baja denuncia, que impacta en los altos niveles de impunidad. Según la encuesta, el 60 por ciento de las víctimas de delitos no denunciaron, entre otras razones, por falta de confianza en las autoridades, falta de pruebas y por la cantidad de trámites para hacerlo.
Pero el experto en seguridad Hugo Acero considera que si hubiera efectividad, los ciudadanos denunciarían más. “Ojalá denunciaran más, pero no lo hacen porque no hay confianza. Los ciudadanos lo harían si vieran más resultados. Además, hay que poner más puntos de atención a la denuncia; la mayoría tampoco lo hace porque se demoran tres o cuatro horas”.
Esa falta de confianza en la autoridad es respuesta recurrente en los estudios. La encuesta de la Cámara de Comercio indicó que el 25 por ciento no se siente a gusto con la labor de las autoridades.