Además de ordenar la exhumación de los restos del exministro Rodrigo Lara Bonilla, los fiscales que investigan el primer magnicidio del narcotráfico en Colombia están buscando a todos los miembros de la escolta del inmolado ministro de Justicia del gobierno Betancur. (Ver infografía: Así se cometió el crimen contra el ministro Lara Bonilla)
Como lo reveló este diario en su edición de este martes, 32 años después persisten serias dudas sobre la verdad oficial, que puso en cabeza del cartel de Medellín y sus sicarios toda la responsabilidad en el crimen.
Esas reservas, recogidas por el periodista Alberto Donadío en su libro sobre el magnicidio, son compartidas en esencia por la Dirección de Contexto de la Fiscalía, que asumió el caso hace cuatro meses y que parte de la hipótesis de que la alianza entre narcos, políticos y miembros de organismos de seguridad que perpetró otros magnicidios de los años 80 y 90 empezó su macabra ruta con Rodrigo Lara Bonilla.
La exhumación, que inicialmente estaba prevista para el martes en Neiva, se realizará la próxima semana. Mientras tanto, sigue el proceso para ubicar a los seis ocupantes de los tres carros que la noche del asesinato componían la caravana de Lara. Eran dos camionetas y su automóvil oficial, un Mercedes Benz. La mayoría de la escolta era del DAS, pero también había funcionarios dependientes de otras instituciones del Estado.
Los primeros en la lista son el conductor, adscrito al Ministerio de Justicia e identificado como Domingo Adonay Velásquez, y el agente del DAS Trino Peña Toloza. Ellos fueron claves en la construcción de la versión oficial de la muerte, que señala que desde una motocicleta que se acercó al Mercedes Benz del ministro por el costado derecho un sicario descargó una miniametralladora sobre la parte trasera del carro. (Además: Señalan a Édgar Artunduaga en complot por muerte de Lara Bonilla)
Las inconsistencias, como lo señaló el exdirector de Medicina Legal Máximo Duque al revisar los archivos judiciales de la época, son varias (ver recuadros). Principalmente, el hecho de que Lara recibió un tiro desde el lado opuesto a la posición de los asesinos de la moto y la escasa probabilidad de que el conductor y el escolta hubieran resultado ilesos en medio de la lluvia de balas, varias de las cuales impactaron sus supuestas posiciones en el carro del ministro (los dos asientos delanteros). La familia de Lara y la investigación de Donadío sostienen que el carro del ministro fue detenido por sus escoltas para facilitar el trabajo de los sicarios. (Lea también: No creo que exhumación aporte datos adicionales: Rodrigo Lara Sánchez)
La Fiscalía investiga también las órdenes de trabajo del DAS en el esquema de protección de Lara y hasta los protocolos de acción en caso de un ataque.
Hoy, nadie sabe por qué el conductor Adonay Velásquez, quien aseguró en 1984 que en los primeros momentos no pensó que se tratara de un atentado contra Lara, decidió llevar a su protegido a su residencia y no, de inmediato, a un centro médico. La decisión fue similar a la que cinco años después tomó Jacobo Torregrosa, el oscuro jefe de seguridad de Luis Carlos Galán, que minutos después del atentado llevó al político liberal a un centro médico que no tenía cómo salvarle la vida. Galán murió en un nuevo traslado, esta vez hacia una clínica en Bogotá.
Aunque las citaciones son, hasta ahora, en calidad de testigos, no se descarta la vinculación formal de exagentes del Estado al caso Lara. Las fuentes señalaron que en este proceso, como en los de los otros magnicidios de la época, también se busca establecer si sectores políticos se aliaron con los narcos.
El cuerpo de Lara Bonilla será el segundo de los líderes políticos de la época que será exhumado después de tres décadas de virtual impunidad. En noviembre del 2014 fue retirado de su tumba del Cementerio Central de Bogotá el cuerpo del excandidato presidencial Carlos Pizarro, mientras que en Medellín se exhumó el cuerpo del sicario que lo asesinó, Gerardo Gutiérrez Uribe, alias Jerry. Con las diligencias, la Fiscalía reforzó la tesis de que, como lo aseguraron testigos, el sicario murió a manos de un agente del DAS en el suelo del avión en el que se cometió el crimen en 1990, cuando ya se había rendido. (Además: Lara Bonilla: ¿otro magnicidio del DAS?)
En octubre, fiscales de la Dinac citaron a declarar a tres escoltas del DAS que tenían la responsabilidad de proteger al líder de la Unión Patriótica José Antequera, asesinado el 3 de marzo de 1989. La investigación apunta a que el supuesto sicario que fue responsabilizado por el atentado y abatido por la escolta del político en realidad no hizo un solo disparo.
En el caso de Bernardo Jaramillo Ossa también se investiga al DAS.
Cuatro vacíos de fondo en la versión oficial
A quemarropa
La versión oficial dice que a Lara Bonilla le dispararon desde una moto que iba al menos a 80 kilómetros por hora. En la necropsia se encontraron disparos con ‘tatuaje’, término técnico que se refiere a los rastros de pólvora que quedan en piel y ropa de la víctima si se producen a corta distancia. Si entre los dos sicarios y su víctima estaban la puerta y los vidrios del carro, ¿cómo llegaron rastros de pólvora al cuerpo?
Balazo fantasma
Pudo ser el primero y el que mató a Lara, y vino desde el costado opuesto a la posición de los sicarios. El libro de Alberto Donadío muestra que el cuerpo de Rodrigo Lara recibió al menos 14 disparos, casi todos desde la parte derecha del carro. Pero la necropsia encontró un disparo que venía desde el otro extremo, el izquierdo. Pudo venir incluso desde el mismo carro de Lara, donde solo viajaban él y sus dos escoltas.
¿Carro detenido?
Por el daño reportado en el Mercedes Benz en el que iba el ministro, era poco probable que tanto su escolta como el conductor resultaran ilesos. Los disparos cruzaron el carro a lo largo, y varios dieron en los asientos delanteros. El doctor Máximo Duque dice que esto no era físicamente posible, salvo que ellos no estuvieran en el carro en el momento del ataque. ¿La escolta detuvo el carro para facilitar el atentado?
Herido, a la casa
Inexplicablemente, a pesar de que su protegido acababa de ser víctima de un atentado, los escoltas del ministro Lara Bonilla decidieron llevarlo a su casa (ubicada cerca del sitio del atentado) y no a una clínica a buscar atención de urgencia. De todos modos, las heridas eran mortales. La ropa del ministro, que era prueba judicial, no apareció para los exámenes legales.
EL TIEMPO