Mi primer acercamiento a la relación entre el clima y el mundo financiero, lo percibí después de analizar con detalle la quiebra de la firma Duke & Duke, causada por transacciones en Bolsa en contravía con el informe de cosecha de la naranja emitido por el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos. El caso lo observé en lo que en inglés titularon “Trading Places”, una historia adaptada del mundo financiero, que en español tradujeron con el título “De Mendigo a Millonario”, y que sigue vigente en los rankings de filmes que todo financista debería ver.
Esta película de los años 80, protagonizada por Eddie Murphy, más allá de la trama propia de Hollywood, muestra a la naranja como un bien financiero que efectivamente puede negociarse en Bolsa, que hace parte de lo que se conoce como el mercado de commodities, o de materias primas, cuyos precios son afectados, entre otras variables, por variaciones climáticas que inciden directamente en los inventarios, o reservas de estos productos, ocasionando que los precios suban o bajen, situación que podemos catalogar como un riesgo climático.
Siguiendo con las naranjas, años después, leí un artículo bastante interesante en el que se mencionaba como la reconocida empresa Disney, realiza una gestión particular frente al también riesgo climático al que se ve expuesta su línea de negocio de parques temáticos. En Florida y en California, las lluvias alejan a los turistas, pero al mismo tiempo afectan las abundantes cosechas de naranja propias de estos Estados, por lo que es posible hacer una correlación entre lo que se ganaría por una futura alza de precios de este commodity por causa del clima, con las pérdidas que se asumirían en los parques por el mismo efecto climático: Se trata de una correlación negativa, que bien calculada anula pérdidas con ganancias al cruzar una negociación en Bolsa sobre el precio de la naranja, con los ingresos de los parques.
Suena algo complejo, en Colombia las naranjas no se negocian a futuro, pero es un ejemplo que ayuda a ilustrar la participación en mercados financieros de empresas cuya intención no es la de especular, sino al contrario, apoyarse en instrumentos bursátiles para asumir una actitud activa frente a posibles pérdidas por efectos del clima.
Posteriormente, estando vinculado laboralmente en una empresa comercializadora de aceite de palma, gran parte de mi trabajo consistía en el seguimiento del clima para entender la dinámica del precio internacional. En esa época, el 80% de la producción mundial de aceite se concentraba en Malasia e Indonesia, y por lo tanto cualquier alteración del clima en esos países movía el mercado; además, si le agregamos el impacto en el precio de su bien sustituto, el aceite de soya, obligaba a hacer el mismo seguimiento al clima de los principales productores de este commodity: Brasil, Argentina y Estados Unidos.
Y ahora en el 2016, uno de los temas de conversación que se repite actualmente en Colombia, no necesariamente en el círculo de las finanzas, pero con gran impacto en el mismo, es el fenómeno del niño en el que las altas temperaturas y la carencia de lluvias parecen ser la tendencia en todo el territorio nacional, incluida la tradicionalmente fría capital.
La conversación al respecto no se centra en el vestuario apropiado, sino en el impacto negativo en la canasta familiar que se manifiesta en mayores precios, y por lo tanto en una inflación cada vez más alta. Hoy es el Fenómeno del niño, pero ya estamos advertidos que en unos meses será lo contrario: el fenómeno de la niña tomará su lugar con fuertes lluvias y nuevas consecuencias negativas que desde ahora empiezan a proyectarse.
Lo podemos llamar Duke & Duke, Disney, comercializadora de palma, etc., la realidad es que existe un mercado de commodities que va más allá de comprar y vender productos agrícolas para alimentarnos, y en muchos países se presenta como un verdadero mercado financiero, en el que las decisiones no son resultado del azar como en los casinos, sino a través de estudios e instrumentos que permiten realizar una adecuada gestión de cada una de las variables implicadas.
En Colombia se observan hoy las mismas quejas que años anteriores por los estragos del clima, y ya nos preparamos para oír en el segundo semestre sus repetidos efectos en los precios e ingresos de los productores, quienes aparentemente una vez más asumirán una actitud pasiva frente a los efectos del clima.
¿Cómo hacer para cubrirnos financieramente frente al riesgo climático? Lastimosamente en el país las alternativas no son tantas como pueden serlo en materia cambiaria, riesgo que el sector financiero sí ha apropiado y por ello se ofrecen variados instrumentos para su minimización. En cuanto a la volatilidad de precios causada por el clima, fijar precios a futuro, como lo hace Disney, y como también lo hacen en mercados internacionales los cafeteros, los palmeros, los azucareros, etc., es una solución que debemos comprometernos a reforzar, y para la cual la Bolsa Mercantil de Colombia y el Ministerio de Agricultura empiezan a dar las primeras señales. Así mismo, el tradicional contrato de seguro, surge como una alternativa que debe explorarse mucho más, pero brindando facilidades para su adquisición.
Es necesario crear una cultura de riesgo climático en la que repliquemos estrategias ya existentes en otros países, no necesariamente aquellos que tienen estaciones, sino quienes conviven con las incertidumbres del trópico, dejando de lado la pasividad con la que observamos y recibimos el impacto del clima y asumiéndolo como una variable financiera, que al igual que cualquier otra, debemos anticipar y gestionar apropiadamente. Las repercusiones climáticas actuales son un momento ideal para valorar esta relación beneficio – costo.
EL TIEMPO