El papa Francisco ha advertido que “solo la unión exclusiva e indisoluble entre un varón y una mujer cumple una función social plena” y ha alertado sobre los efectos que las drogas o el juego provocan en la familia.
“Nadie puede pensar que debilitar a la familia como sociedad natural fundada en el matrimonio es algo que favorece a la sociedad”, advierte en su exhortación postsinodal sobre la familia ‘Amoris Laetitia’ (La alegría del amor), publicada este viernes.
El pontífice asegura que “ocurre lo contrario: perjudica la maduración de las personas, el cultivo de los valores comunitarios y el desarrollo ético de las ciudades y de los pueblos”.
Francisco señala en el texto que “ya no se advierte con claridad que solo la unión exclusiva e indisoluble entre un varón y una mujer cumple una función social plena, por ser un compromiso estable y por hacer posible la fecundidad”. “Debemos reconocer la gran variedad de situaciones familiares que pueden brindar cierta estabilidad, pero las uniones de hecho o entre personas del mismo sexo no pueden equipararse sin más al matrimonio”, afirma.
En su exhortación apostólica, surgida tras las conclusiones de los dos últimos sínodos de obispos, Francisco repasa una serie de “nuevos desafíos” que comprometen actualmente al núcleo familiar.
Lamenta que la función educativa en su seno “se ve dificultada, entre otras causas, porque los padres llegan cansados y sin ganas de conversar” y que “en muchas familias ya ni siquiera existe el hábito de comer juntos”, lo que genera, entre otras cosas, adicción a la televisión.
Sostiene que otras familias “suelen estar enfermas por una enorme ansiedad” ya que, en su opinión, “parece haber más preocupación por prevenir problemas futuros que por compartir el presente”.
Otros problemas que afectan al ámbito familiar, según el papa, son la drogodependencia, “una de las plagas de nuestra época”, el alcoholismo o el juego.
Además, destaca “la vergonzosa violencia que a veces se ejerce sobre las mujeres, el maltrato familiar y distintas formas de esclavitud” que, a su juicio, “no constituyen una muestra de fuerza masculina, sino una cobarde degradación”.
No cierra las puertas de la Iglesia a los divorciados que se vuelven a casarse
Francisco también hizo un llamado a los sacerdotes a evitar posturas rígidas ante las situaciones familiares “irregulares”, como los divorciados vueltos a casar.
“A las personas divorciadas que viven en nueva unión, es importante hacerles sentir que son parte de la Iglesia, que ‘no están excomulgadas’ y no son tratadas como tales, porque siempre integran la comunión eclesial”, defendió.
Y agregó: “Estas situaciones exigen un atento discernimiento y un acompañamiento con gran respeto, evitando todo lenguaje y actitud que les haga sentir discriminadas y promoviendo su participación en la vida de la comunidad”.
Por eso, el Papa indica: “La lógica de la integración es la clave de su acompañamiento pastoral, para que no solo sepan que pertenecen al Cuerpo de Cristo que es la Iglesia, sino que puedan tener una experiencia feliz y fecunda”.
“Nadie puede ser condenado para siempre, porque esa no es la lógica del Evangelio”, sostiene el papa. Por esa razón el pontífice indica un “proceso de discernimiento”, mediante el cual el sacerdote pueda estudiar caso por caso la situación que atraviesa una determinada pareja.
En este proceso, según el papa, “será útil hacer un examen de conciencia, a través de momentos de reflexión y arrepentimiento”. “Los divorciados vueltos a casar deberían preguntarse cómo se han comportado con sus hijos cuando la unión conyugal entró en crisis; si hubo intentos de reconciliación; cómo es la situación del cónyuge abandonado”, recomienda.
Y continúa: “Qué consecuencias tiene la nueva relación sobre el resto de la familia y la comunidad de los fieles; qué ejemplo ofrece esa relación a los jóvenes que deben prepararse para el matrimonio”.
Francisco destaca que “la conversación con el sacerdote, en el fuero interno (confesión), contribuye a la formación de un juicio correcto sobre aquello que obstaculiza la posibilidad de una participación más plena en la vida de la Iglesia y sobre los pasos que pueden favorecerla y hacerla crecer”.
En este sentido llama a los sacerdotes a evitar posturas “rígidas” en este proceso y les recuerda que “el confesionario no debe ser una sala de torturas, sino el lugar de la misericordia del Señor”.
En definitiva, consiste en acompañar a estas personas “con misericordia y paciencia” y contradice a quienes “prefieren una pastoral más rígida”.
“Comprendo a quienes prefieren una pastoral más rígida que no dé lugar a confusión alguna. Pero creo sinceramente que Jesucristo quiere una Iglesia atenta al bien que el Espíritu derrama en medio de la fragilidad”, aboga.
“Una madre que, al mismo tiempo que expresa claramente su enseñanza objetiva, ‘no renuncia al bien posible, aunque corra el riesgo de mancharse con el barro del camino'”, apunta.
Por último invita a “los fieles que están viviendo situaciones complejas a que se acerquen con confianza a conversar con sus pastores o con laicos” y a estos les animó a escuchar con “serenidad y afecto” para que ayuden a los fieles a “reconocer su propio lugar en la Iglesia”.