Dallas (EE. UU.). Stephanie McMahon mide 1,72 metros, pesa 65 kilos, tiene unos ojos azules que desde lejos brillan, su cuerpo es tonificado, pues en su casa en Greenwich, Connecticut (Estados Unidos), tiene un gimnasio en el que todos los días hace ejercicio durante tres horas.
McMahon es una mujer exitosa en los negocios y en el deporte. Es la hija de Vince McMahon, el dueño de World Wrestling Entertainment, una empresa que se dedica a la promoción de la lucha libre profesional, tema en el que Stephanie sobresale, no solo porque entre 1999 y 2003 fue campeona, sino porque es una de las mujeres más admiradas por su belleza. Además, maneja todo lo que suene a lucha.
Su hermano, Shane, también se bate en el cuadrilátero; el domingo pasado perdió en la Wrestlemania 32 con el indestructible The Undertaker, el ídolo de ídolos, el Lionel Messi de la lucha.
Y para completar, Stephanie está casada con Paul Michael Levesque, quien es conocido en el mundo de la lucha como Triple H, uno de los hombres emblemáticos: una vedete.
Además de tratar de mantenerse atractiva, a sus 39 años, Stephanie está pendiente de sus hijos: Aurora Rose, Murphy Claire y Vaughn Evelyn, quienes acompañan a sus padres en los momentos estelares.
Stephanie es la mujer más importante en la lucha libre, es la que ha impulsado este movimiento que ha ganado muchos adeptos en los últimos años, gente que no escatima pagar 3.000 dólares (unos $ 9 millones) por una entrada, como lo hicieron en el Wrestlemania 32 (el Super Bowl de la lucha), que se llevó a cabo en el estadio de los Cowboys de Dallas.
La lucha es propiamente una disciplina para los hombres, pero ella y las demás divas, como se les conoce, se baten como leonas en busca de triunfos y de acaparar las miradas del sexo opuesto, quienes han visto en ellas otra alternativa para acudir masivamente a los espectáculos, se han encargado de acabar con ese mito.