En casi 20 años, Óscar Vásquez Morales ha salido de su casa solo tres veces. Sus pasos son lentos, mientras su respiración se acelera cuando trata de levantar su propio cuerpo de su cama con ayuda de sus familiares para cruzar el marco de la puerta de su habitación en un primer piso y recorrer con dificultad los cinco metros que lo separan del baño.
El mundo que tiene este palmirano de 1,71 metros de estatura ante sus ojos son las paredes de su casa en el barrio Sesquincentenario, del sur de Palmira (Valle).
Mientras hace esfuerzos por levantarse, Óscar trata de sonreír. Está animado y quiere dejar en el pasado depresiones que lo han tenido confinado y le han provocado estados de ansiedad, llevándolo a ser un consumidor convulsivo de comida hasta alcanzar este año el peso de cinco hombres de su estatura: 400 kilos.
Es quizás la persona más obesa del país que ha visto Salvador Palacio, fundador y director de la entidad antioqueña Gorditos de Corazón, que se dedica a ‘rescatar’ a quienes sufren obesidad mórbida que como Óscar tienen el riesgo de una muerte súbita, pues mientras duermen dejan de respirar, sin contar con los riesgos que conlleva la obesidad.
En la actualidad, Gorditos de Corazón ayuda a 2.000 personas con sobrepeso entre unos 200.000 colombianos con esta enfermedad, según datos de la Asociación Colombiana de Obesidad y Cirugía Bariátrica (Acocib).
Óscar vuelve a decir que está animado. Su familia no lo había visto así por muchos años y dispuesto a adelgazar, ahora de la mano de Gorditos de Corazón que con especialistas, psicólogos y otros profesionales expertos en nutrición le están supervisando su dieta y le están haciendo terapias. También para subirle la autoestima que ha venido perdiendo. Pero no es una tarea sencilla porque Óscar padece, además, un linfedema severo pélvico, es decir, una inflamación severa provocada por acumulación de líquido linfático y componentes proteínicos y de grasas, en el tejido que rodea ciertos órganos.
Cuando Óscar tenía 17 años y cursaba noveno grado en la institución educativa pública Alfonso López Pumarejo, de Palmira, ya superaba los 100 kilos de pesos. Estudiaba de noche, mientras su papá, Moisés Vásquez, mantenía a la familia de siete hijos que tuvo con Fanny Morales, con los ingresos que recibía como zapatero.
“Afortunamente mis amigos nunca me han rechazado y en el nocturno no tuve problemas o burlas”, dijo. Claro que Óscar confiesa que nunca se ha enamorado. Ha tenido amigas, pero “solo eso y era en el colegio. Amigas, solo eso. No más. Después ya no pensaba en eso. Era antes, siendo muchacho”.
La situación de Óscar empezó a cambiar cuando su padre falleció por un infarto en 1988. Tenía 17 años y pesaba alrededor de 110 kilos. Óscar cuenta que en esa época podía salir a la calle, jugar fútbol con amigos y trabajar como ayudante de construcción, aunque uno de sus sueños siempre ha sido el de ser arquitecto.
Sin embargo, dice que tras la muerte de su padre dejó el colegio y no volvió a retomar sus estudios. Así que su vida se repartía entre ocasionales trabajos como obrero, pasar tiempo junto a sus hermanos y su mamá, su principal confidente y apoyo, pues su cuerpo seguía cambiando.
A Óscar le gustaba demasiado la comida ‘chatarra’ y siguió subiendo de peso. Fue así que el primero de abril de 1999 ya pesaba unos 230 kilos. Casi no salía a la calle. En ese momento si quería dar unos pasos tenía que usar un caminador.
Era tan lento que no pudo recorrer rápidamente los más de 10 metros hasta una de las habitaciones en la misma casa del barrio Sesquincentenario para auxiliar a su mamá antes de morir.
“Ella me gritó duro. Dijo mi nombre y eso a veces no me gustaba. Así que caminé desde la sala y cuando la encontré estaba tendida en el suelo. No se movía”, dice el vallecaucano al asegurar que fue uno de los más momentos más tristes de su vida y de más impotencia porque su sobrepeso le impedía movilizarse con más libertad.
“Yo ya no quise salir más a la calle. Pasaron unos 10 años desde la muerte de mi mamá. No quería salir. Me encerré, estaba muy mal porque no tenía ganas de nada. Estaba muy deprimido”, comenta el palmirano.
El aumento
El cuerpo de Óscar ya había llegado a los 350 kilos en el 2014. Seguía con el caminador y su vida se había reducido a depender de los cuidados de sus hermanos, un cuñado y de sus sobrinas.
En medio de su situación, Óscar trataba de salir de su depresión y de pensar en bajar de peso. Por eso, hace unos cinco años cuando salió de la casa lo hizo buscando una solución a su obesidad y pensó en un balón gástrico. “Pero la EPS enredó todo y tuve que poner tutelas. Aun así, nada”, sigue contando.
En ese anhelo por bajar de peso, pues Óscar sueña con pesar entre 70 y 80 kilos, buscó la ayuda del médico Juan Carlos Castillo, en Cali. “El problema es que Nueva EPS no ha cubierto esa intervención”. A esta solicitud, la EPS respondió que ya está gestionando los trámites.
Pero en ese entonces, de nuevo, volvió la tristeza hasta que Hernán, uno de los hermanos de Óscar, contactó a Salvador Palacio, de Gorditos de Corazón, una fundación que al año recibe unas 4.300 solicitudes de colombianos que sufren obesidad mórbida para ser ‘rescatados’ de esta enfermedad, lograr que mejore su autoestima y dejar de lado ideas de algunos de ellos, como el suicidio.
“La obesidad extrema no solo supone un peso exagerado para Óscar, también lo ha hecho protagonista de una metamorfosis y un aumento progresivo que ha deformado su cuerpo más allá de cualquier proporción humana. También sufre una severa apnea del sueño”, añade el directivo de Gorditos de Corazón.
Palacio señala que como lo ha explicado el médico Castillo la recuperación de Óscar se deberá hacer en tres fases. La primera con la implantación de un balón gástrico, luego la de una manga gástrica y, finalmente, someterlo a un bypass gástrico.
“Todo esto puede tardar unos dos años y medio, pero la idea es que en dos semanas, por lo menos, se le pueda implantar el balón gástrico. La EPS ya ha venido cambiando después de que hace una semana se puso la denuncia ante la Superintendencia de Salud”, explicó.
Palacio anota que el paciente deberá perder 25 kilos antes de realizarle estos procedimientos. Por eso empezó un estricto régimen alimenticio, con productos naturales para controlar la ansiedad.
Bomberos, al rescate
Hace dos meses, cuando Salvador Palacio viajó desde Medellín hasta Palmira para analizar el caso de Óscar, una veintena de hombres de los 120 del Cuerpo de Bomberos de Palmira llegó hasta la vivienda del barrio Sesquicentenario. La misión era sacarlo y acompañarlo en la ambulancia del organismo de socorro hasta la clínica Nuestra Señora de los Remedios en Cali, a unos 30 minutos.
El comandante del Cuerpo de Bomberos de Palmira, capitán William Moya, dispuso un operativo con un carro de bomberos, unidades de rescate y la ambulancia. Sacar a Óscar de la casa no era el problema porque podía caber a través de la puerta de su habitación y se podía evacuar por el garaje de la casa. “Lo difícil es que no había camilla”, expresa el capitán.
Es que una camilla convencional puede soportar hasta 150 kilos de peso. Por eso, los bomberos improvisaron una con varillas y una lona de una carpa para cargarlo. Esa fue la segunda vez que Óscar salió de su hogar materno para llevarlo a la clínica, con miras a la evaluación médica.
La última vez que salió fue hace dos semanas y los bomberos regresaron a la casa del barrio Sesquincentenario, en la calle 11 con carrera 25AS, para realizar la misma operación. Óscar fue llevado a un centro médico en Palmira para practicarle un electrocardiograma.
Mientras tanto, ha seguido al pie de la letra las terapias que dispuso Salvador Palacio para bajar de peso. De hecho, dice Palacio, ha perdido 20 kilos.
Ahora Óscar está contento. Motivado en seguir bajando y en someterse a las cirugías que necesita. “Después del bypass, Óscar requerirá más cirugías para retirar la piel que pueda sobrarle, que suele descolgarse y así no afectar su autoestima”, dice Palacio.
Óscar ahora habla de sueños. Quiere llegar a sus 45 años, el 5 de septiembre, con el balón gástrico. Un segundo sueño es poder tener un cuerpo que le permita levantarse de la cama, caminar y bañarse sin ayuda. Un tercero será el de terminar el colegio para “estudiar Arquitectura, de pronto en una universidad a distancia”. Y un último, en el que ha preferido no pensar en casi 20 años, el de enamorarse. “Qué hombre no quiere eso”, dice sonriendo.