Bayern Múnich y su técnico actual, Pep Guardiola, tienen varias cosas en común: han ganado muchos títulos, pero el mundo sabe que esta será una última oportunidad para el estratega de ganar la Liga de Campeones con el equipo alemán.
Guardiola y el Bayer vienen de caer 1-0 con el Atlético de Madrid la semana pasada y deben revertir ese marcador para instalarse en la final del torneo, a disputarse en Milán (Italia), el 28 de mayo próximo.
Si no cumple el objetivo, Guardiola cargará con la maldición de haber caído de nuevo ante un equipo español, con el agravante de que en la ida no contó con Thomas Müller en el once inicial. Fiel a su talante, el entrenador aseguró que aún le queda “una bala”, en el partido de vuelta de semifinales contra el Atlético de Madrid, en el estadio muniqués, tras haberse devuelto del Vicente Calderón con una derrota.
Su aplomo en la adversidad contrastaba con la lluvia de críticas recibida -incluidas las del antiguo técnico del Bayern Ottmar Hitzfeld- por haber dejado de entrada en el banquillo a Müller -además de a Franck Ribéry-.
El teórico pecado capital y la derrota en la ida precipitaron los augurios de que, tras haber caído ante el Real Madrid, en la Champions de 2014, y un año después ante el Barcelona, ahora puede perpetuar la maldición frente a los de Diego Simeone. Se da el caso de que, además, ya tuvo a Müller sentado en el banquillo en la ida de la semifinal de 2014, mientras que frente al Barcelona lo sacó del campo cuando iban perdiendo, recordó Bild.
“El diploma final de Pep Guardiola está a manos de los españoles”, escribió el semanario ‘Der Spiegel’, en medio de otras formulaciones parecidas a las de otros periódicos alemanes sobre su mala fortuna ante rivales de su país de procedencia.
Se ha escrito también mucho en estos días en Alemania sobre el abismo que separa al fanático del perfeccionismo táctico que es Guardiola del fútbol fuerte, vibrante y agresivo de Simeone. El Atlético que dirige el técnico argentino fue calificado de entrada como “el más peligroso rival” que podía caerle al Bayern en esta Champions por el exportero de los bávaros Oliver Kahn, ahora comentarista televisivo. Con ello se abundó en la sensación de que a los bávaros o al Bayern de Guardiola los persigue la maldición española.
Los títulos de la Bundesliga o de la Copa de Alemania que logre aún el Bayern con Guardiola no serían suficientes, teniendo en cuenta que sucedió a Jupp Heynckes, un tipo sosegado hasta la exasperación que se despidió del Bayern en 2013 con el triplete.
Heynckes le dio a los bávaros en su despedida los dos títulos domésticos y la Champions, tras eliminar al Barcelona por un global de 0-7 y derrotar en la final de Wembley al Borussia Dortmund. La última bala de Guardiola sigue ahí, disponible, y de cómo la utilice dependerá su diploma final con el Bayern, al que llegó con el desafío de implantarle el esquema desarrollado con el Barcelona. Es el sí o el no a un técnico al que en el 2013 entregaron su confianza el entonces mandamás del Bayern, Uli Hoeness, y sobre todo Karl-Heinz Rummenigge; además le tocó ganarse la del tercer peso pesado, el director deportivo Matthias Sammer.
En algún momento se le acusó de “españolizar” al club, con los fichajes de Pepe Reina, Thiago Alcántara, Xabi Alonso y Juan Bernat, que se sumaron a Javi Martínez, ya en sus filas cuando llegó. Luego de ‘latinoamericanizarlo’ con el chileno Arturo Vidal y el brasileño Douglas Costa, entretanto consolidados en su esquema.
Bayern ha seguido bajo su mandato con la fiebre acaparadora de talentos de la Bundesliga -el último, Matts Hummels, que salvo terremoto llegará al club bávaro cuando su técnico sea ya Carlo Ancelotti y Guardiola esté en el Manchester City–. Al club le han caído últimamente duros reveses no futbolísticos: un periodo en la cárcel por evasión fiscal para Hoeness; sospechas de corrupción en la adjudicación del Mundial 2006 sobre su presidente honorario, el ‘kaiser’ Franz Beckenbauer, y problemas de salud, sin diagnóstico claro, para Sammer. Romper la maldición española es ahora una especie de obligación para un equipo identificado con el poderío, donde ganarlo todo es algo así como un deber.