Lunes, 21 de Abril del 2025
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Por favor Animales necesitan Ayuda Inmediatamente

Publicado el 10/05/16

El caso de maltrato animal y canibalismo denunciado en el mes de abril en el refugio animal ‘Vida de pelos’, de Sibaté, no es el único que se ha registrado. EL TIEMPO conoció dos casos de otros albergues de Cundinamarca que fueron intervenidos por grupos de animalistas.

Se trata de ‘Casanimal’ y ‘Funprevian’, ubicados en los municipios de Zipacón y El Rosal, respectivamente. Según cuentan los grupos de defensores que llegaron hasta allí, el ambiente que encontraron podía compararse con el de un campo de concentración donde se respiraba olor a muerte: perros amarrados, desnutridos, con sarna y tumores; pedazos de huesos en el suelo y huecos donde permanecían enterrados algunos cuerpos, eran parte de la escena.

Zipacón, un problema de más de 10 años

El drama en ‘Casanimal’ comenzó en 2004, cuando la finca en donde estaba ubicado el resguardo, administrado por Sandra Barrera, se quedó sin agua. Así lo corrobora Mario Disanto, animalista, empresario y miembro de la fundación SOS Animal Ambiental, quien participó en el proceso de creación del refugio donde comenzaron con cerca de 110 perros.

Le recomendamos a la encargada que no fuera a llevar más animales porque no había agua potable y la situación era difícil“, comentó. Sin embargo, el lugar se fue llenando cada vez más y por discrepancias, Disanto se retiró.

En el 2007 y después de descubrir que los perros se encontraban enfermos y desnutridos, decidió intervenir. Se sacaron 68 de los 105 que encontraron. “Nos fuimos llevando todo, pero ella dijo que tenía derecho a ejercer su vocación. Nos terminó convenciendo y le dejamos 37, pero luego nos enteramos de que se ofreció a recibir voluntariamente animales de otro programa. Terminó con 130”, contó.

Según Disanto, cultivadores y vecinos de la zona comenzaron a envenenar a los caninos y algunas personas encargadas de su cuidado entrenaban perros de raza pitbull usando de carnada los del refugio.

La situación siguió igual hasta hace un mes cuando un grupo de animalistas accedió al lugar y logró convencer a la encargada de cerrarlo. Los perros están empezando a ser reubicados y de los 107 que se encontraron, 10 ya fueron entregados en adopción. En el sitio también había 20 gatos.

Sandra Barrera le dijo a EL TIEMPO que a pesar de que ha destinado todos sus recursos para sacar adelante el albergue, los empleados que tuvo nunca le cumplieron con el cuidado de los animales. “Me enteré de que vendían la comida, que les pagaban por recibir perros y que muchas veces los dejaban solos. De una población de 80 que tenía, en año y medio me la subieron a 200. Se me incrementó mucho la obligación y para mí ya era insostenible. Acudí con derechos de petición a la alcaldía de Zipacón, pero no me ayudaron”.

“Yo no podía dejar mi trabajo para dedicarme a cuidarlos porque soy una persona mayor y ya no es tan fácil conseguir empleo”, agregó.

Barrera asegura que de septiembre de 2015 a marzo de 2016, murieron 65 perros. “Me decían que los vecinos los envenenaban. El problema es que también había desaparecidos. Llegaba el fin de semana y me faltaban tres o cuatro perros y nadie me daba razón. Yo tenía problemas de salud que no me permitían caminar ni mover cosas”, dijo Barrera, quien señaló que llegó a un acuerdo con los Bomberos de Facatativá para que le suministraran líquido.

Sin embargo, Andrés Ortega Brothwick, animalista y miembro de ‘Humanos x ángeles’, quien llegó al lugar en junio de 2015, luego de realizar veedurías voluntarias en diferentes albergues, aseguró que la situación era diferente.

Hicimos las labores de limpieza porque eso era un basurero. Había ratas muertas por todo lado. Las condiciones de salubridad eran absurdas, ni una gota de agua. Fui por lo menos diez veces a llevar bolsas con el líquido porque ellos tomaban agua gris que al parecer la sacaban de un pozo”, afirma.

Por su parte, Nataly Parra, de la Fundación Meraki, quien ha participado en el proceso de rescate y quien tiene a cargo el grupo de 20 gatos, cuenta que los felinos vivían en una habitación oscura entre sus heces y su orina. “El cambio a la luz y al aire libre les puede afectar, entonces toca empezar un tratamiento para subirles defensas. Algunos tienen problemas de piel y hay tres que son agresivos“, señaló.

Aún quedan 87 perros en el lugar, pero todos están a cargo de una persona contratada por el grupo de animalistas. Aunque se está llevando un carrotanque para suministrar agua potable, la prioridad es sacar a los animales lo más pronto posible por las condiciones del predio.

“No hay ninguna persona que haya estado allá que no haya dejado el alma.Que unos seres indefensos hayan vivido esa tortura, no tiene ninguna justificación. La gente estaba impactada no solo por los que ya estaban muertos, sino por el estado lamentable en el que estaban los vivos: entre asustados, desolados y en los huesos”, dice Disanto.

“Si ella sabía que tenía empleados que robaban, debió haber intervenido y lo mínimo era liberar a los animales. Nadie la estaba forzando a nada”, afirmó.

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