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Colombia ha perdido más del 50 por ciento de sus manglares
June 11, 2016 Nacional

Colombia, desde 1960, ha perdido el 57 por ciento de su cobertura de manglar, un ecosistema menospreciado y maltratado a lo largo de la historia.Este particular tipo de bosque ocupa un poco más de 213.000 hectáreas, según cifras del 2011, de las 501.300 que llegó a tener el país en los años 60.

Este ecosistema marino, que se extiende desde la costa continental de Baja California hasta el norte de Perú, se ha perdido en mayor porcentaje en Panamá en el Pacífico oriental tropical en un 68,2 por ciento. Le sigue Ecuador con el 62 por ciento, Colombia con el 57 y Costa Rica con el 40. Dichas estimaciones –aunque con limitaciones, dada la alta variabilidad de los estimativos históricos– surgen del análisis de datos recogidos entre 1960 y 2011.

En el mundo, los manglares representan menos del 1 por ciento de los bosques tropicales y subtropicales del planeta y más del 90 por ciento se encuentran ubicados en países en desarrollo, donde su tasa de destrucción aumenta a gran escala.

Este preocupante panorama aparece en un reciente estudio ‘Manglares y personas: lecciones de la historia del uso y abuso en cuatro países latinoamericanos’, publicado por la revista Forest Ecology and Management, en cuya autoría figura la investigadora colombiana Juliana López-Angarita, bióloga y candidata a doctora en ciencias ambientales de la Universidad de York (Inglaterra).

Hoy, explica López-Angarita, las principales amenazas que acechan a estos ecosistemas son la agricultura, el desarrollo costero (como en el caso de Panamá, donde la ciudad se extiende con casas y hoteles de lujo, a expensas de la tala de manglares), la acuacultura de camarón (actividad comercial que en su momento fue promovida por agencias de desarrollo internacional), la ganadería y los grupos al margen de la ley (que provocan los derrames de crudo).

En Ecuador, por ejemplo, durante los años 80, la mitad de los manglares desapareció por cuenta de la explotación del camarón, uno de los mayores motores de destrucción.

En Colombia, en términos históricos, la industria de taninos –sustancias orgánicas usadas en la industria de las curtiembres– llevó a la tala indiscriminada de este bosque entre los años 60 y 70. Décadas atrás, se utilizó para postes telegráficos y para ferrocarril. “Solo hasta 1991, el Inderena suspendió la extracción de madera de manglar a escala industrial”, explica la investigadora.

En América Latina y el Caribe, dice el estudio, solo el 1,5 por ciento de los manglares tiene algún tipo de protección. Colombia, con un 28 por ciento, tiene la menor proporción de manglares protegidos en la región pacífica tropical. Sin embargo, en esta costa, el área de manglar incluida dentro de las áreas protegidas supera en extensión a los manglares protegidos en Panamá y Costa Rica. Este último país tiene la proporción más alta de manglares intactos, pero la más pequeña en la región en términos del área que el ecosistema ocupa en su territorio.

Otras estimaciones, citadas en el estudio, afirman que la pérdida de manglar es entre tres y cinco veces mayor que las tasas de degradación calculadas para otros bosques y arrecifes de coral.

Por más de 400 años –indica el estudio– el uso colonial y republicano de la madera del manglar fue dominado por un claro interés de máxima explotación con fines comerciales, lo que llevó a su deforestación. Solo hasta 1999 surgió una primera estimación de que algunos países latinoamericanos habían perdido hasta un 40 por ciento de su área de manglar.

Gran valor ecosistémico

A pesar de ser vistos históricamente como un tipo de bosque extraño, pegajoso y poco atractivo –dado que en sus entrañas abundan el barro fétido y los zancudos de diminuto tamaño– los manglares prestan hoy invaluables servicios ecosistémicos que van desde la protección costera y purificación del agua hasta la oferta alimentaria (frutos, miel, especies marinas), suministro de carbón vegetal y material de construcción (madera).

Sin embargo, la valoración de estos amplios beneficios sociales y económicos del manglar no ha tenido la misma magnitud que otros ecosistemas y ello se ha traducido en una pérdida considerable de su presencia en el mundo.

Entre 1980 y 2005, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), su cobertura se redujo en un 20 por ciento, es decir, un área equivalente a los 3,6 millones de hectáreas.

“Los manglares tienen la capacidad de fijar muchos nutrientes, por lo cual su barro es oloroso, caliente y lleno de mosquitos. En el pasado fueron vistos como botaderos de desechos humanos, lo cual llevó a su degradación. Pero hoy, gracias a diversos estudios, sabemos que son uno de los ecosistemas más productivos y valiosos del mundo, con gran capacidad para fijar carbono en su madera, hojas y barro”, indica la académica.

Además –agrega– los manglares actúan como supermercados para las comunidades vulnerables que habitan en su entorno: les proveen madera para armar casas, cercas, techos y embarcaciones, así como un variado menú marino (distintas especies de peces, cangrejos, camarones, conchas).

Colombia, después de Brasil y México, es el tercer país de América con más hectáreas de manglar; en el Pacífico oriental tropical, este bosque es el más desarrollado, productivo y saludable.

Los manglares nacionales se encuentran en la franja costera, la mayoría en el Pacífico, área continental bañada por numerosos ríos y con una de las mayores pluviosidades del mundo. “Esto permite que dichos ecosistemas se asienten y desarrollen. En mis estudios sobre el océano Pacífico oriental tropical he visto que en los manglares colombianos pueden encontrarse unos de los bosques más maduros de la región, con árboles de más de 30 metros de altura”, explica la investigadora López-Angarita.

Resalta como un avance importante la implementación del Parque Nacional Cabo Manglares, que incrementará la protección de este ecosistema en Colombia. Así mismo, recalca la necesidad de que el Gobierno apoye las acciones de conservación creadas por iniciativa de las comunidades aledañas a los manglares, ya que esta es la forma de garantizar el éxito en la protección de dichos ecosistemas.

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