A un cementerio de los indígenas guanes, que tendría entre 500 y 900 años de antigüedad, corresponden los restos arqueológicos hallados en una cueva situada en el municipio de El Peñón (Santander), de la que públicamente se conoció su existencia hace pocas semanas pero, al parecer, los guaqueros y algunos campesinos del sector la conocían desde hace más de 20 años.
Del sitio el país se enteró de su presencia hace un mes después de que un habitante de la fría población reveló su ubicación y el antropólogo Nelson Cabrera, miembro del Grupo de Investigaciones Arqueológicas de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC), aseguró que varias personas habrían hurtado de allí elementos como collares, cerámicas y vasijas de barro que podrían haber sido depositadas por una cultura prehispánica.
“La cueva, que por sus condiciones podría ser un cementerio indígena único en América, fue saqueada y solo quedan los restos de varias personas y fragmentos partidos de cerámicas. Campesinos del sector dicen que han llegado extranjeros para, supuestamente, comprar las piezas arqueológicas y no reportar sus salidas de la región”, dijo Cabrera.
Al lugar, situado a 2.300 metros de altura sobre el nivel del mar y al que se accede a través de una formación rocosa con más de 100 metros de profundidad y pendientes que oscilan entre los 45 y 75 grados, llegó Ancízar Sánchez, arqueólogo del Instituto Colombiano de Arqueología e Historia (Icanh) quien tras un detallado análisis de los fragmentos de cerámicas y los huesos de adultos y niños presentes allí concluyó que las piezas están relacionadas con los indígenas guanes, etnia que desapareció con la llegada de los españoles.
El experto, que el 13 de mayo pasado recorrió detenidamente más de 70 metros de la cueva, descartó que los huesos estén relacionados con casos forenses actuales, por el temor de algunos moradores de la región que consideraban que los restos podrían ser de supuestas víctimas de grupos armados que delinquieron en esta zona limítrofe con Boyacá.
“En la llegada fuimos abordados por miembros de la junta de acción comunal del sector que nos contaron que hubo épocas de violencia y que les preocupa que llegue gente extraña y curiosos. No es un caso forense y se descarta esa posibilidad porque los huesos humanos tienen rasgos de grupos mongoloides y con incisivos (dientes) en forma de pala, patrones sociales claros de los grupos indígenas americanos. Los huesos no tienen señales de maltrato, ataduras u orificios y no había un solo elemento cultural actual como botones, ropa o calzas en los dientes”, indicó Sánchez.
Revelador recorrido
En su primer contacto con un medio de comunicación, el antropólogo del Icanh narró que en la entrada de la cueva halló dos cráneos y dos mandíbulas que, al parecer, ‘alguien’ las había puesto en el último lugar donde entraban los rayos del sol “muy seguramente para fotografiar los restos”, prueba de que en años anteriores ya habían ingresado a la caverna.
Tras ascender y descender por un barranco interno, Sánchez observó huesos humanos de niños de 4 años, aproximadamente, y adultos, junto a restos de cerámica, fragmentos de collares en concha y elementos líticos (pequeñas piezas y herramientas con piedras y madera) que se encontraban en una zona plana donde varios cráneos están metódicamente ordenados y los huesos largos se encuentran parados frente a las paredes de roca y tierra.
“Aunque alguien movió los huesos me dio la impresión de que no había señales de guaquería. Creo que de las paredes y el techo de la cueva se desprendieron rocas que afectaron el sitio arqueológico y quedaron al descubierto los huesos humanos. Vimos fragmentos de cerámicas que disponían para acompañar a sus muertos, vasijas con chicha y alimentos que los indígenas ubicaban junto a sus muertos para el ‘viaje a la otra vida’. Son vasijas con decoraciones y formas que también nos llevó a concluir que son guanes”, aseveró el antropólogo.
Tras analizar los restos óseos el experto observó que 4 de los 32 cráneos hallados tenían las mismas deformaciones que con tablillas de madera los guanes, durante una época, hacían a miembros de su tribu como ‘marca’ de cierto estatus. En total se contaron 37 mandíbulas humanas y se determinó que en la caverna hay huesos de 47 individuos adultos más otros que serían de niños.
Pero una de las circunstancias que más llamó la atención del experto la constituyó el hallazgo de restos de animales que serían elementos paleontológicos. En estas cuevas habría huesos de especies de un poco más de 11.000 años que no están asociados a seres humanos.
Para el investigador las tibias de los animales observadas so<n mucho más grandes que la de los venados y habría que hacer un trabajo paleontológico para identificarlos.
Según Sánchez, habría que hace un estudio muy completo para determinar el tipo de especie que vivió allí.
La cerámica que se encuentra en la caverna es la misma que se ha hallado en el cañón del Chicamocha, sitio de referencia de los guanes.
Los fragmentos tienen la misma pintura roja y con bordes que los guanes hacían al final de su periodo, en el que extendieron su territorio fuera del cañón, pues en Vélez, vecino a El Peñón, se han hallado restos de alfarería de la tribu que habitó en Santander.
La cerámica hallada difiere de la que hacían los chitareros, otra tribu que habitó en Santander , pues ellos las pintaban con tonos grises y blancos con figuras no similares a las guanes.
Protección del lugar
Tras la visita y las primeras conclusiones de los estudios el Instituto Colombiano de Arqueología e Historia (Icanh) esperan que las autoridades locales y departamentales adopten un plan que garantice la preservación y lugar de la caverna que aloja valiosos objetos e información arqueológica.
El antropólogo Ancízar Sánchez dijo que aunque el Icanh es el encargado de velar por el patrimonio histórico nacional, deben ser los alcaldes los primeros en garantizar la conservación de la cueva.
Francisco Jesús Cruz, alcalde de El Peñón, dijo que el municipio no cuenta con los recursos para garantizar la preservación y vigilancia de la cueva y mucho menos financiar la investigación que se requiere.
Gustavo Angarita, secretario de Cultura de Santander, indicó que su despacho requirió la ayuda del Icanh para saber qué protocolo se debe usar en este caso y destinar los recursos.