“No hay ninguna prueba a día de hoy de que la secuencia [sísmica] en curso haya tocado fin”, declaró la Comisión Nacional para la Previsión y Prevención de Riesgos Importantes (CGR).

Ésta subrayó haber identificado, tras el temblor de tierra que dejó casi 300 muertos el 24 de agosto, tres zonas en las que podría producirse una fuerte actividad sísmica.

Todas esas áreas son “adyacentes a la falla [en la corteza terrestre] responsable” de la tragedia en la que pueblos enteros quedaron destruidos, explicó la CGR en su comunicado.

Además, esas zonas no habían “conocido recientes y grandes terremotos [cuando se realizó el estudio]” y eran susceptibles de verse sacudidas por “sismos de magnitud elevada (6-7)”.

Los sismos del miércoles (de magnitudes 5,5 y 6,1 respectivamente) “activaron una de las zonas identificadas por la Comisión, al norte del sismo de agosto, mientras que las otras dos no se movieron”, según la CGR.

Estas dos últimas zonas, situadas en los Apeninos, en el centro de Italia, “constituyen posibles fuentes de futuros terremotos en la región”, advirtió.

La Comisión afirmó que no “puede descartar que continúe la actividad sísmica al norte del Vettore-Bove”, nombre de los dos montes en el límite entre las regiones de Umbría y Marcas.

La Comisión también describió los sismos del miércoles, que provocaron el derrumbe de casas pero no dejaron muertos, como típicos de los registrados en los Apeninos y avisó de que la historia ha mostrado que podrán seguirle fuertes temblores de tierra, incluso en el plazo de sólo unos meses.