Desde el viernes, una nube tóxica y grisácea cubre gran parte del país más poblado del planeta (1.300 millones de habitantes), afectando al menos a 460 millones de personas que viven en la gran región en torno a Pekín.
Shijiazhuang, capital de la provincia de Hebei (norte), decretó el viernes, como otras 20 ciudades, una “alerta roja”. Este estatuto conlleva la puesta en marcha de medidas de urgencia, entre ellas el cierre de empresas contaminantes y la circulación en forma alternada.
Hebei, donde se encuentran numerosas industrias pesadas, suele ser acusada de causar la contaminación que golpea a Pekín, situada a unos 300 km.
Aunque la ciudad de Shijiazhuang se ha visto afectada duramente por esta nube tóxica, la oficina local de la educación esperó hasta el martes por la noche para ordenar el cierre de las escuelas de primaria, una medida que ya tomaron las metrópolis vecinas de Pekín y Tianjin.
En cambio, las escuelas de secundaria no están obligadas a cerrar.
El comunicado municipal provocó la indignación en las redes sociales. “¿Los cuerpos de los estudiantes de instituto tienen purificadores de aire?“, se preguntaba con ironía un internauta. “¿Esperarán que estemos enfermos para resolverlo?“, decía otro.
La agencia oficial Xinhua publicó por su parte un comentario denunciando la “falta al deber” de los responsables municipales.
Es en Shijiazhuang donde los registros de contaminación se dispararon el lunes. La concentración de partículas de 2,5 micrones de diámetro (PM 2,5), muy peligrosas, superó los 1.000 microgramos por m3 por lugar, informó Xinhua. Un índice tan elevado que hizo que los captores quedaran bloqueados en la máxima cifra que podían registrar, 999.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) aconseja un nivel máximo de 25 microgramos por m3 durante una exposición de 24 horas.
Este miércoles, las calles de Shijiazhuang –con una población de 10,7 millones de personas– estaban impregnadas de un fuerte olor a carbón, mientras los peatones y los ciclistas circulaban bajo una espesa nube que difuminaba la silueta de los edificios.
Sólo algunos de ellos portaban máscaras, que sí son en cambio habituales en la capital, Pekín, desde que el gobierno lanzara en diciembre, por primera vez , una alerta roja por contaminación.