La mitad de los doce estadios de fútbol que fueron construidos en Brasil para el Mundial de fútbol de 2014 tuvieron sobrecostos provocados por las propias constructoras para desviar dinero. Así lo admitió ante la justicia los 77 exdirectivos de Odebrecht que han destapado ante las autoridades brasileras la gran trama de corrupción de esa firma. A su vez, por haber testificado, pactaron con la justicia a cambio de tener una rebaja en sus condenas.
En varias de las delaciones que fueron divulgadas esta semana por el juez de la Corte Suprema e instructor del caso Petrobras, Edson Fachin, aparecen citadas seis de las doce obras de construcción o reforma de estadios de fútbol para el Mundial de Brasil. Los estadios en cuestión son el Maracaná de Río de Janeiro, el Mané Garrincha de Brasilia, la Arena Pernambuco de Recife, la Arena Castelao de Fortaleza, la Arena da Amazonia de Manaus y la Arena Corinthians de Sao Paulo.
El Ministerio Público de Brasil solicitó a Fachin que encamine las peticiones para investigar las irregularidades a otras instancias. En al menos cuatro de los citados estadios, los delatores aseguraron que las constructoras pactaron los precios de la licitación. Apenas uno de los doce estadios que se utilizaron en el Mundial tuvo un coste final inferior al previsto: el Castelao de Fortaleza, que costó unos 520 millones de reales (166 millones de dólares al cambio actual), 16 % menos de lo previsto inicialmente.
Entre los otros estadios sospechosos de haber sido objeto de desvíos, la Arena da Amazonia de Manaus acabó costando $669 millones de reales, 30 % más de la previsto. La Arena Pernambuco de Recife aumentó su coste final 0,6 % hasta 533 millones de reales (170 millones de dólares) y el templo del fútbol brasileño, el Maracaná de Río de Janeiro, tuvo costes 75 % superiores a los calculados, y acabó saliendo por 1.200 millones de reales (unos 383 millones de dólares).
La Arena Corinthians de Sao Paulo costó 1.200 millones de reales (casi 385 millones de dólares), 46 % más de lo anunciado en un principio, mientras que el estadio Nacional Mané Garrincha de Brasilia fue el más caro: 1.400 millones de reales (447 millones de dólares), 87% más de lo previsto. Todos ellos fueron construidos o remodelados por Odebrecht, uno de los más salpicados por la gran trama de corrupción alrededor de la petrolera estatal Petrobras y cuyos exejecutivos han sacudido toda la opinión pública y la política brasileña al revelar con todo tipo de detalles el gran esquema de corrupción y los nombres de casi 200 políticos involucrados.
Según cálculos del propio Supremo hechos a partir de lo narrado por los 77 exdirectivos de la constructora, solo ese grupo distribuyó coimas por un valor cercano a 450 millones de reales (145 millones de dólares). Ese dinero fue repartido entre los políticos y partidos en el poder, que están en la lista de un centenar de dirigentes que serán investigados por el Supremo o instancias judiciales inferiores. Los relatos revelan desde financiación ilegal de campañas hasta “favores” en dinero para “retribuir” la obtención de obras públicas o la aprobación de leyes que favorecían los negocios de la empresa.