China lanzó este jueves su primera nave espacial de carga con destino a su laboratorio espacial. El Tianzhou-1, o “Navío Celestial”, tiene por objetivo acoplarse el módulo ya en órbita para llevarle combustible y probar así una tecnología indispensable para el desarrollo del programa espacial chino. Si el objetivo es construir y poner en funcionamiento una estación espacial con astronautas en ella, es necesario que un carguero les traiga provisiones.
El módulo espacial se lanzó a bordo del cohete Larga Marcha 7 a las 19:41 hora local (13:41 hora española) desde la base de Wenchang, en la isla meridional de Hainan. Unos quince minutos después el vehículo logró con éxito entrar en órbita después de separarse del cohete y desplegar sus paneles solares. Se espera que en los próximos días realice el primero de varios acoplamientos con el laboratorio espacial Tiangong-2 para suministrarle combustible. Esta tarea se hará de forma automatizada.
El vehículo tiene 10 metros de longitud, 3,35 metros de diámetro y una capacidad de seis toneladas y media. Según los científicos chinos, puede mantenerse en el espacio de forma independiente durante tres meses, más tiempo que otras naves no tripuladas como la rusa Progress, la estadounidense Dragon o la japonesa HTV. La nave china probará en los próximos meses tres formas de acoplarse con el Tiangong-2, puesto en órbita el año pasado, desde distintas direcciones e intervalos de tiempo. Una vez terminada la misión, el módulo se desintegrará en la atmósfera terrestre.
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Según las previsiones de las autoridades, China debería tener su propia estación espacial en funcionamiento en el año 2022. Las próximas versiones del Tianzhou deberán ser capaces no solamente de abastecer de combustible al módulo, sino también de llevar provisiones como agua, comida u oxígeno a los que residan en ella y llevarse los residuos. La misión tripulada más larga de la historia de China se realizó el año pasado, cuando dos astronautas pasaron 33 días en el Tiangong-2. La previsión es que, con la estación en pleno funcionamiento, sean seis los cosmonautas que vivan en la instalación en periodos de entre seis meses y un año.
China no participa en el desarrollo de la Estación Espacial Internacional porque el congreso estadounidense prohibió a la NASA en 2011 trabajar con el gigante asiático por cuestiones de seguridad nacional. A pesar de estar gestionado por los militares, Pekín asegura que su programa espacial responde exclusivamente a fines pacíficos. Se prevé que en 2019 se envíe el primer módulo de este complejo espacial.
El programa chino nació en 1992 y, aunque sigue por detrás del ruso o el estadounidense, durante los últimos años ha acelerado su desarrollo con numerosos lanzamientos. Paralelamente a la puesta en marcha de una estación espacial propia, el gigante asiático tiene planes de nuevas misiones a la Luna y a Marte. En 2018 está previsto que una sonda despegue hacia la cara oculta de la Luna (el hemisferio que no es observable desde la Tierra) con el objetivo de traer de vuelta muestras de su superficie para ser examinadas, mientras que a mediados de 2020 se prevé lanzar otra que trataría de llegar al planeta rojo para estudiar su atmósfera y superficie.