El cineasta austriaco presenta ‘Happy End’, en la que repite con Isabelle Huppert y Jean-Luois Trintignant y con la que podría ganar su tercera Palma de Oro
Michael Haneke pasea por el festival de Cannes como si fuera su casa. En realidad podría ser su segunda residencia. Toda su carrera ha estado ligada al certamen. Desde sus dos primeras películas, El séptimo continente y El video de Benny, que participaron en la Quincena de Realizadores, a las dos últimas, La cinta blanca y Amor, que ganaron sendas Palmas de Oro. Él se ríe. No es hombre muchas palabras, prefiere que las películas sean las que cuenten sus propias historias. Y en Happy End muestra el derrumbe de una familia de la alta burguesía francesa, un grupo con sus divorcios, sus soledades, sus hijos abandonados… y rodeados de la última oleada de refugiados, ya que viven en Calais.
Haneke ha rodado por cuarta vez con Isabelle Huppert y por segunda ocasión con otra leyenda del cine francés, Jean-Louis Trintignant, que a sus 86 años se explayó acerca de lo feliz que es trabajando con el cineasta: “Siempre es un placer trabajar con Michael. Es muy bueno en la exploración psicológica, es un director muy preciso”. Sobre el final, abierto, en el que acaba sumergido en el mar, el actor explicó: “Lo filmamos en tres días y es muy ambiguo. Michael decidió que sería así, y yo por tanto también estoy contento”, antes de empezar a reír. A su lado, Haneke completó la descripción. “El agua estaba fría, el mar le congelaba, y no estábamos seguros de que alcanzara potencia visual”. Lo que el actor remató: “Pedí a los productores que grabáramos el final ya en Cannes, que el tiempo sería mejor y así estaríamos fijo aquí”.
Haneke hizo alguna descripción más detallada de su manera de trabajar. Por ejemplo, con la violencia, y a que en la película hay distintos momentos explosivos y un gran accidente laboral: “En mis películas siempre hay tomas largas. No me gusta mostrar la violencia en primeros planos, para mí la distancia es la manera correcta de mostrarla”. En Happy End hay una presencia constante de las redes sociales, que el cineasta ha explicado así: “El mundo ha cambiado muchísimo en los últimos 20 años. Se ha sumergido en aguas turbulentas. No se puede describir el mundo actual sin las redes sociales, pero no es el tema de la película”. Aunque después apuntó: “Las redes sociales no son la vida real. Su superficialidad marca las relaciones actuales”.
Curiosamente, cuando acabó Amor, el director escribió un guion que sí tenía que ver con las nuevas formas de comunicación, Flashmob. “Perdí dos años en ella, y decidí no hacerla, no lo vi claro. Es cierto que algunos detalles de aquel guion están en este”. El director escribe muy rápido los guiones, y pronto tuvo uno nuevo: “Decidí tirar hacia adelante. Junto los caracteres, sus vivencias, y creo la trama. No es tan fácil como parece porque en realidad no hay grandes sorpresas ni trucos en Happy End. Pero sí quería que quedaran claras las líneas que sobrevuelan el argumento. Mi apuesta es enseñar lo menos posible para que sea la imaginación del espectador quien complete el filme”.
Esos huecos a rellenar por los espectadores son los que llevan a Haneke a rechazar muchas preguntas. Cuando le pidieron que ahondara en la secuencia en la que un grupo de refugiados subsaharianos acaba comiendo en una celebración familiar, cortó la cuestión: “No quiero responder sobre los inmigrantes, porque es usted quien tiene que responder esa pregunta. Yo coloco pistas para el espectador, y él tiene que encontrar sus respuestas”. Lo mismo hizo cuando el moderador le pidió a una actriz que comentara su personaje, poco dibujado en pantalla: “No describas tu personaje, esa una pregunta horrorosa que nunca se puede hacer”. Tampoco el reparto -al completo- que le rodeaba, entre ellos Mathieu Kassovitz, Toby Jones o Isabelle Huppert, aportó mucho más que un “Qué placer es trabajar con Michael, siempre estaré con él cuando vuelva a llamarme”.