La figura de Jared Kushner, yerno de Donald Trump y uno de sus asesores más cercanos, está cada vez más presente en la investigación a la llamada trama rusa que acecha al presidente de Estados Unidos. El embajador ruso en Washington, Sergei Kislyak, comunicó al Kremlin que Kushner le propuso en diciembre la posibilidad de establecer un canal secreto y seguro de comunicación entre el equipo del presidente electo y el Gobierno de Vladímir Putin antes de la toma de posesión de Trump, según el diario The Washington Post.
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El rotativo cita a funcionarios estadounidenses que tuvieron acceso a comunicaciones interceptadas entre Kislyak y sus superiores en Moscú. En esas comunicaciones, el embajador asegura que Kushner le hizo la propuesta en una reunión a principios de diciembre en la Torre Trump, en Nueva York, cuando faltaba un mes y medio para la investidura presidencial.
El yerno de Trump, según el embajador, le sugirió utilizar instalaciones diplomáticas rusas para establecer el canal de comunicación secreto, en lo que puede interpretarse como un intento de evitar que las conversaciones fueran interceptadas por los servicios de espionaje estadounidenses. Sin embargo, Kislyak habría rechazado la propuesta ante el riesgo que implicaba abrir las puertas de las sedes diplomáticas rusas y sus sofisticados sistemas de comunicación a ciudadanos norteamericanos.
Según fuentes citadas por el diario The New York Times, el canal de comunicación nunca se estableció y el objetivo era hablar de asuntos de seguridad, sobre todo de una posible cooperación con Rusia en la guerra siria. El propósito era que el general retirado Michael Flynn, que iba a ser el consejero de Seguridad Nacional de Trump y era afín a Moscú, hablara con un alto cargo militar ruso.
Un fiscal especial, el FBI y varios comités del Congreso investigan si hubo algún tipo de coordinación entre el equipo de Trump —que como candidato elogió a Putin y apostó por un acercamiento a Moscú— y el ciberataque ruso contra el Partido Demócrata en la campaña electoral. La operación, según EE UU, buscaba ayudar al republicano a ganar las presidenciales de noviembre mediante la difusión de información comprometedora sobre la candidata demócrata Hillary Clinton.
El FBI también indaga, según la agencia Reuters, si Rusia ofreció algún tipo de trato financiero a los asesores de Trump a cambio de relajar las sanciones económicas a Moscú impuestas tras la invasión rusa, en 2014, de la península ucrania de Crimea.
Por ahora, los investigadores no han hallado ninguna irregularidad en esos contactos.
Dos llamadas desconocidas
Por otra parte, al margen de la reunión de diciembre, Kushner habló dos veces por teléfono con el embajador ruso entre el pasado abril y noviembre, según fuentes gubernamentales citadas por Reuters. Las conversaciones, hasta ahora desconocidas, forman parte, según la agencia, de las al menos 18 comunicaciones entre los entornos de Trump y Putin en los siete meses previos a los comicios de noviembre.
Al proponer abrir un canal secreto con el Kremlin, es una incógnita cuál era el verdadero objetivo de Kushner, un multimillonario de 36 años, sin experiencia política y marido de Ivanka Trump, que también trabaja como asesora en la Casa Blanca. Es posible que pecara de ingenuidad al hacer una oferta de ese tipo y pensar que no sería descubierta, algo que parece improbable si se tiene en cuenta que EE UU analiza al detalle todos los movimientos de los diplomáticos rusos en el país.
La mera sugerencia de tener un canal secreto, fuera de los posibles sistemas de comunicación seguros del Gobierno estadounidense, alimenta la sospecha de que el equipo de Trump quería ocultar algo sobre sus contactos con el Kremlin.
Esa percepción se afianza por el hecho de que la mayoría de conversaciones entre el entorno de Trump y personas rusas se han conocido porque las han destapado filtraciones periodísticas. En marzo, se revelaron las reuniones en diciembre de Kushner con el embajador y otra con el responsable del banco ruso Vnesheconombank, que ha sido objeto de sanciones estadounidenses por las injerencias territoriales rusas en Ucrania.
Kushner no detalló esos encuentros en el registro de información previo al inicio de su trabajo en la Casa Blanca. Tras ser descubiertos, aceptó comparecer en el Senado, algo que todavía no ha hecho.
En la reunión de Kushner con el embajador también estuvo presente Flynn, que dimitió a las pocas semanas como consejero de seguridad por su papel central en la trama rusa.
La prensa destapó que a finales de diciembre Flynn habló varias veces por teléfono con Kislyak. En las llamadas hablaron sobre las sanciones que acababa de imponer el anterior Gobierno de Barack Obama al Kremlin por su ciberataque electoral. Tras esas conversaciones, Moscú decidió no responder a las penalizaciones, lo que interpretó como un gesto de buena voluntad a Trump, que iba a asumir el cargo el 20 de enero.
Flynn se vio forzado a dimitir en febrero tras filtrarse —gracias a la interceptación por el espionaje estadounidense de las llamadas con Kislyak— que mintió al vicepresidente Mike Pence cuando le dijo que no abordó las sanciones con el embajador.
También se conoció por los medios de comunicación que Jeff Sessions ocultó en su comparecencia en el Senado, para ser confirmado como fiscal general, que antes de las elecciones se había reunido en dos ocasiones con el embajador ruso. Sessions era entonces senador y uno de los principales asesores de la campaña de Trump. Tras conocerse esos encuentros, decidió inhibirse de la supervisión que le correspondería como fiscal general a la investigación del FBI a los contactos del equipo de Trump con Moscú.