El fiscal general estadounidense, Jeff Sessions, descartó este jueves dimitir al día siguiente de que Donald Trump dijera públicamente que se arrepiente de haberle nombrado para el cargo.
“Me encanta este trabajo. Tengo previsto continuar hasta que sea apropiado”, dijo Sessions, con cara de circunstancias, en una rueda de prensa. Inquirido por una periodista que le preguntó si tenía sentido seguir en el cargo cuando carece de la confianza del presidente, él contestó: “Estamos sirviendo hoy. Tengo total confianza de que somos capaces de gestionar esta oficina de una manera efectiva”.
En una insólita reprimenda a su propio gobierno, Trump desautorizó el miércoles a su cúpula judicial. En una entrevista con el diario The New York Times, el presidente estadounidense dijo arrepentirse del nombramiento de Sessions al asegurar que no le habría designado si hubiese sabido que tendría que inhibirse de la investigación a los lazos rusos de su entorno.
“Sessions no tendría que haberse recusado y si iba a recusarse, debería habérmelo dicho antes de empezar el trabajo y hubiese escogido a otra persona”, dijo Trump al Times, un diario que suele criticar en su cruzada a los medios tradicionales. “Logra el trabajo, empieza el trabajo, se recusa, lo que francamente creo que es muy injusto con el presidente”.
Las palabras de Trump ponen en la cuerda floja a Sessions, un ferviente conservador. Y escenifican la ruptura con el que fue el primer senador en apoyar su candidatura electoral, en un momento en que el magnate inmobiliario era un paria en el universo republicano.
También evidencian la desesperación de Trump ante el desgaste constante de la sombra rusa en su sexto mes en la Casa Blanca. Un fiscal especial y el Congreso investigan si hubo algún tipo de coordinación entre el entorno del republicano y la presunta injerencia del Kremlin durante la campaña electoral.
El presidente parece interpretar como el inicio de todos sus males la recusación de Sessions en su papel de supervisor de la investigación del FBI al entorno de Trump. El exsenador por Alabama se apartó del caso en marzo tras destapar la prensa que, en su comparecencia de nominación en el Senado, ocultó sus reuniones en 2016 con el embajador ruso en Washington. Tras la renuncia de Sessions, adoptó ese papel el fiscal general adjunto, Rod Rosenstein.
En mayo, Trump despidió a James Comey como director del FBI. Inicialmente, alegó que lo hizo por recomendación de Sessions y Rosenstein por la gestión que había hecho del caso del correo de Hillary Clinton. Pero después admitió que también influyó en su decisión la investigación del FBI sobre Rusia. Ante la percepción de que su rol podía parecer politizado, Rosenstein decidió designar a un fiscal especial para indagar hasta el fondo en la trama rusa. El escogido fue Robert Mueller, un reputado exdirector del FBI.
En la entrevista, Trump dispara contra todos ellos, poniendo de nuevo en duda su respeto a la independencia judicial. Cuestiona que Rosenstein sea un verdadero republicano. El número dos de Justicia también minimizó este jueves los reproches del presidente. “Estoy orgulloso de estar aquí ayer, hoy y mañana. Trabajando cada día en tratar de avanzar las prioridades del departamento”, respondió en la rueda de prensa junto a Sessions, convocada para anunciar una operación judicial internacional.
Ante los periodistas del Times, Trump también acusa a Comey de orquestar un expediente con información comprometedora sobre el presidente para tratar de mantener su puesto de trabajo. Y sostiene que Mueller podría estar involucrado en conflictos de interés por los presuntos lazos demócratas de su equipo y le advierte de investigar asuntos no relacionados con la injerencia electoral rusa.
El presidente sugiere que Mueller cruzaría una línea roja si en sus pesquisas examinará las finanzas familiares de Trump. “Creo que es una violación. Mira, esto es sobre Rusia”, dijo. El magnate inmobiliario dejó abierta la posibilidad de pedir a Justicia que despidiera a Mueller, aunque eso se interpretaría fácilmente como un intento de obstrucción a la investigación y presumiblemente pondría a Trump en mayores aprietos.
Por otra parte, el mandatario minimizó el segundo encuentro, que no se conoció hasta el martes, que mantuvo con el presidente ruso, Vladímir Putin, en la cumbre del G20 a principios de julio. Dijo que hablaron 15 minutos al final de la cena oficial. Algunas informaciones periodísticas aseguran que duró una hora. Explicó que se intercambiaron “cumplidos” y conversaron sobre las quejas de Moscú a una ley estadounidense que sanciona a ciudadanos rusos relacionados con violaciones de derechos humanos.