El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, anunció este lunes que los próximos 26 y 27 de agosto se realizarán unos ejercicios militares en todo el territorio nacional bajo el nombre de Soberanía Bolivariana 2017.
“He dado la orden al Estado Mayor Superior de la Fuerza Armada para iniciar los preparativos para un ejercicio nacional, cívico-militar de defensa integral armada de la patria venezolana”, dijo ante unos miles de sus seguidores reunidos en la avenida Urdaneta de Caracas, durante un acto de repudio contra las palabras del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien el jueves aseguró que no descartaba la opción militar entre todas las disponibles para lidiar con Venezuela.
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El Gobierno chavista ha recibido como maná del cielo las advertencias de Washington, que le brindan una referencia de amenaza externa lo suficientemente creíble como para reagrupar, bajo la insignia del nacionalismo, a su base electoral, dispersa y desengañada por la pobre gestión de Maduro en materias de economía y de combate al crimen.
“Tendremos a millones de hombres y mujeres movilizados, sabiendo cuál es su papel, integrándose al plan de cada región de defensa integral”, se apresuró Maduro en sacar rédito político del espantajo imperialista. “¡A Venezuela no la va a tocar nadie!”.
Aunque el domingo la opositora Mesa de Unidad Democrática (MUD) emitió un comunicado en el que también rechazaba las palabras del presidente republicano, Maduro lo consideró como “verdaderamente miserable” pues, a su juicio, el documento en realidad “justifica la invasión de Venezuela”.
Minutos antes, el presidente había ordenado a su ex ministra de Relaciones Exteriores y presidenta de la recién instalada Asamblea Nacional Constituyente, Delcy Rodríguez -presente en el estrado-, que abriera un proceso “contra todos los vendepatria que están apoyando la invasión norteamericana”, en clara alusión a los directivos de la MUD. Rodríguez también preside la llamada Comisión de la Verdad, Justicia y Reconciliación creada en el seno de la Constituyente para ajustar cuentas con los opositores -en particular, diputados de la Asamblea Nacional- y, de paso, acuñar una narrativa oficial e incontrovertible, aunque quizás también inverificable, sobre las protestas callejeras impulsadas por la alianza opositora en 2014 y 2017.
“Que los responsables de la violencia sean castigados uno por uno”, instruyó el mandatario a su antigua subalterna. Pidió que las sesiones de la Comisión de la Verdad sean televisadas y que a quienes se nieguen a comparecer “les pongan los ganchos” (se les detenga, en el castellano urbano de Venezuela) y sean conducidos a la fuerza.
Maduro celebró que la mera elección de los diputados a la Constituyente oficialista haya disuadido a los protestantes de la oposición, lo que, desde su punto de vista, representa una victoria en la “batalla por la paz”. “Yo les dije que la Asamblea Nacional Constitutente sería una jugada maestra”, recordó, y pidió fe y paciencia a sus partidarios para aguardar las venideras -y equivalentes- victorias en las batallas “por la economía y la diplomacia; ya verán”.
Con respecto a la última, insistió en su solicitud de conversar directamente por teléfono con el presidente Trump, a quien, dijo, “le están engañando”. Aseguró que, así como “con la palabra” había desbaratado los desórdenes en las calles, con la palabra y el diálogo defendería la “verdad sobre Venezuela”. De acuerdo a Maduro, los corresponsales de medios extranjeros “mienten y mienten y mienten” acerca de lo que ocurre en el país, pero todos los infundios podrían ser despejados con una conversación cara a cara con su par estadounidense.
El viernes, un comunicado de la Casa Blanca aseguró que Trump no atendería una llamada de Maduro, “hasta que la democracia sea restituida en Venezuela”.
A manera de ejemplo de lo que podría alegar para deshacer la imagen negativa sobre su régimen, al que ya diversos Gobiernos y organismos internacionales califican como una dictadura, Maduro citó la reciente inscripción de candidatos de “todos los partidos opositores” para las venideras elecciones para Gobernadores de Estado, que el organismo electoral había programado para diciembre próximo -debieron efectuarse en 2016, según lo establecido por la Constitución-, pero que la Constituyente chavista decidió adelantar para octubre. Maduro nombró, al menos por esta vez sin apodos, a los cuatro principales partidos de oposición y a sus líderes, a quienes agradeció ese paso, a pesar de que minutos antes había solicitado investigarlos por su presunta traición a la patria.
“Con la inscripción de candidatos la oposición reconoce la labor de Tibisay Lucena y de las otras tres rectoras del Consejo Nacional Electoral”, dedujo el mandatario, refiriéndose al organismo bajo control oficialista cuya gestión, siempre controvertida, quedó desacreditada con las denuncias de fraude en su contra por el diseño y resultados de las elecciones del 30 de julio. Maduro también buscaba con sus palabras echar sal sobre la herida interna que en la oposición produjo la decisión de postular candidatos, tan difícil de tragar para el ala opositora más radical como el comunicado de repudio a las advertencias de la Casa Blanca.
“Todos los partidos de oposición inscribieron candidatos”, dijo Maduro con malicia, “¿y a eso lo llaman dictadura?”.