Se sitúa en sus antípodas ideológicas, pero es muy consciente de que le necesita. Bajo ese pragmatismo, el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, se reunió este miércoles en la Casa Blanca con su homólogo estadounidense, Donald Trump. El objetivo del encuentro era, en un momento de tensión, rebajar los instintos proteccionistas del republicano. Las férreas exigencias de Washington amenazan la renegociación del tratado de libre comercio con Canadá y México, en vigor desde hace 23 años. Y los elevados aranceles que Estados Unidos plantea imponer al fabricante canadiense de aviones Bombardier han desatado un conflicto comercial y han deteriorado una de las relaciones bilaterales más sólidas del mundo.
Mientras Trudeau y Trump se reunían, empezaba a las afueras de la capital estadounidense la cuarta ronda de renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC). Han pasado casi dos meses desde el inicio del proceso y se ha llegado a una fase crucial: hasta dónde está dispuesto a llegar la Administración republicana en su voluntad de retocar un acuerdo que considera un “desastre” y cuánto se plegarán Canadá y México ante las demandas de EE UU. El pacto, en vigor desde 1994, acabó con los aranceles en el comercio de bienes y servicios entre los tres países. Y multiplicó el volumen y el valor de los intercambios entre los tres países.
Junto a Trudeau, Trump aseguró en el Despacho Oval que un acuerdo sobre el TLC es posible. Pero insistió en que tiene que ser “justo” y avanzó que, si no se logra, dará por “terminado” el tratado. El presidente de EE UU también sostuvo que podría imaginarse llegar a un pacto de libre comercio bilateral con Canadá o México si las negociaciones tripartitas fracasan. “Es posible que no podamos llegar a un acuerdo con uno o con otro, pero llegaremos a un acuerdo con uno”, añadió Trump. Antes de la firma del TLC, el mayor tratado de libre cambio del mundo, EE UU y Canadá tenían un acuerdo bilateral desde finales de la década de los ochenta.
“Continuo creyendo en el TLC”, aclaró el primer ministro canadiense tras la reunión tras una semana marcada por los tiras y afloja a cuenta de las duras condiciones que Washington ultima para esta ronda de negociaciones. Pero, preguntado por un posible acuerdo bilateral, Trudeau no lo descartó: “Estamos listos para cualquier cosa […] Todo es posible”, replicó. El jefe de Gobierno canadiense visitará México el jueves y el viernes. Por otra parte, Trudeau explicó que le comunicó a su homólogo estadounidense su “desacuerdo vehemente” respecto a la penalización a Bombardier y subrayó que supone un “bloqueo” a cualquier compra canadiense al gigante estadounidense Boeing.
El pulso por el TLC y sus consecuencias geopolíticas son un termómetro de la presidencia de Trump. El magnate inmobiliario hizo del proteccionismo una bandera de su campaña electoral, rompiendo un dogma del Partido Republicano. Combinando populismo y aislacionismo, Trump culpa al libre comercio de la pérdida de empleos industriales en EE UU, que han migrado a países, como México, con costes más bajos. Esas críticas son compartidas por el sector más izquierdista del Partido Demócrata.
Al inicio de la cuarta ronda de renegociación del TLCAN —que ha arrancado este miércoles en Washington—, EE UU anunció que extendía dos días más, hasta el próximo martes, las reuniones. La prórroga revela los escollos en la negociación después de que Washington haya acrecentado sus demandas en asuntos como los requisitos en los coches producidos. También ha amenazado con imponer una cláusula de terminación del acuerdo y cambios drásticos al sistema de resolución de controversias. Pero la Cámara de Comercio estadounidense ha calificado algunas de las propuestas de “píldoras envenenadas”. La prioridad de EE UU es rebajar su déficit comercial con México, de 64.000 millones de dólares. Muchos economistas subrayan, no obstante, que este déficit no es ni positivo ni negativo para la primera potencia mundial: simplemente refleja la ausencia de ahorro de los agentes económicos estadounidenses.
Al poco de llegar a la Casa Blanca, en enero, el republicano canceló la entrada de Washington al TPP, el acuerdo comercial que iba a unir a EE UU con otros 11 países del Pacífico. Y en abril, Trump estuvo a punto de sacar del TLC. La presión de su propio sector privado —que vería muy dificultadas sus operaciones en dos mercados clave— y de Trudeau y del presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, lo impidió. El presidente estadounidense accedió entonces a abrir un proceso de renegociación pero bajo advertencias constantes y colocando a los otros dos países a la defensiva.
En sus nueve meses en el poder, Trump ha cedido en algunas de sus iniciativas más rupturistas. A diferencia de lo que afirmó antes de tomar posesión, ha apoyado la cláusula de defensa colectiva de la OTAN y la integridad territorial de China. En otros asuntos, sin embargo, no ha virado. Ha retirado a EE UU del Acuerdo de París contra el cambio climático y ha sugerido que podría hacer lo mismo con el pacto nuclear con Irán.