Para Woody Allen (Nueva York, 1935), la vida es un parque de atracciones donde la mitad de los tiovivos no funciona y la otra mitad procura emociones mucho menos intensas de lo que uno esperaba. Su nueva película, Wonder Wheel, que se estrena hoy, reúne a cuatro personajes desesperados en el Coney Island de los cincuenta, la gran feria pegada a la playa de Brooklyn en la que transcurrió parte de su infancia. La entrevista tiene lugar en un hotel de lujo de París. Durante su trascurso estará terminantemente prohibido mencionar los escándalos sexuales que han sacudido Hollywood durante el otoño y que ha destapado su propio hijo, Ronan Farrow, con quien lleva años enemistado. “Ni Harvey Weinstein, ni Kevin Spacey, ni Oliver Stone”, insistirá su publicista antes de dejarnos entrar en su habitación, amenazando con interrumpirla en el momento en que dejemos de hablar de la película. Pero no dirá nada sobre las consecuencias que este nuevo clima puede tener en la consideración de su obra. ¿Dejará de ser Woody Allen, cargando con graves acusaciones que siempre ha desmentido, un intocable del séptimo arte?
Pregunta. ¿Por qué escogió un parque de atracciones como decorado?
Respuesta. Es un lugar lleno de sustos fáciles y falsas apariencias. Mis personajes viven al otro lado del decorado de ese gran espectáculo de magia. Ellos saben en qué consisten sus trucos baratos. Cuando los ves sobre el escenario te parecen maravillosos. Pero, bajo la superficie, descubres que son insulsos y que no tienen ningún glamur…
P. Parece utilizarlo como metáfora de la propia vida.
R. La única diferencia es que la vida suele ser tan fea por fuera como por dentro. Pocas cosas escapan a esa regla: un puñado de obras de arte, ciertos momentos vividos con los demás y algunos instantes encantadores, heroicos o románticos… Pero no son demasiados. La mayor parte es solo una carga.
P. Su película se inspira en Tennessee Williams y Eugene O’Neill. ¿Qué aprendió de ellos?
R. Que es fascinante observar a personajes en crisis. Al interesarnos por ellos, puede que aprendamos algo sobre la vida. En todo caso, siempre logramos sentir algo…
P. “Obsesionados por un cuento de hadas, nos pasamos la vida buscando una puerta mágica que nos lleve a un reino perdido de paz”, escribió O’Neill. ¿Lo comparte?
R. Sí, tenía razón. Nos pasamos la vida esperando que suceda algo que, por arte de magia, lo cambie todo a mejor. En realidad, la vida suele cambiar a peor. Creemos que nos tocará la lotería, que nos darán el trabajo de nuestros sueños o que conoceremos a la persona perfecta, que logrará terminar con nuestro espantoso matrimonio. Incluso cuando eso ocurre, te terminas dando cuenta de que te enfrentas a algo muy superior. En un momento dado, te preguntas adónde vas y entiendes que solo te harás viejo y morirás. En el sentido existencial, no se resuelve nada.
P. Entonces, ¿perseguir la felicidad es cosa de necios?
R. No me parece grave, siempre que sepas que no tiene ningún sentido. Mientras todo esto dure, siempre es mejor ser feliz que desgraciado. Es mejor ser un hombre rico, con buena salud y una relación sentimental agradable que un tipo amargado, sin techo y sin amigos. El problema es que, al final, los dos terminarán enterrados en el mismo cementerio…
P. Esta película, igual que la anterior, Café Society, fantasea con la vida que pudimos tener y no tuvimos.
R. Es algo que han enseñado autores como Chejov, que siempre habla de personajes que aspiran a que todo sea diferente. Salvo que nunca lo es, porque llevan en su interior la semilla de la infelicidad…
P. ¿Fantasea usted con otras vidas? ¿Qué le hubiera gustado que fuera distinto?
R. Me hubiera gustado no estar limitado por ciertos defectos de mi carácter. Me hubiera gustado ser menos cobarde, más dispuesto a correr aventuras, menos hipocondríaco. Más libre…
P. Wonder Wheel es un estudio sobre el “error trágico”, ese defecto de carácter que, en la tragedia griega, provoca la caída del héroe. ¿Cuál sería el suyo?
R. Mis defectos no llegan a trágicos. Como mucho, son patéticos. Soy asustadizo, corto de miras, cerrado, huraño, desconfiado… Podría seguir todo el día…
P. Su protagonista, esa actriz venida a menos a la que interpreta Kate Winslet, se ve carcomida por los remordimientos. ¿De qué se arrepiente usted?
R. Tengo muchos remordimientos, aunque tal vez no sean los que los demás creen. Me hubiera gustado seguir estudiando. Me hubiera gustado tomar decisiones artísticas diferentes. Me hubiera gustado ser más decidido con ciertas mujeres, para lograr conocerlas, salir con ellas y vivir bonitas experiencias…
P. ¿Qué lamenta en lo artístico?
R. Hubiera preferido ser menos comercial cuando debuté. Entonces me incitaron a ser cómico. Mi carrera hubiera sido más difícil, pero lamento no haber tenido la valentía de llevar a cabo lo que tenía en mente.
P. ¿Lamenta haber sido demasiado divertido?
R. No, eso tampoco, porque el humor me salvó la vida. No sé de qué hubiera trabajado si no hubiera sido divertido. Pero me hubiera gustado estudiar poesía y convertirme en poeta… Mi humor ha sido bastante escapista, con una pátina de entretenimiento. Me hubiera gustado hacer más tragedia, porque siempre es más beligerante.
P. ¿Hay películas que lamente haber rodado?
R. No puedo decir eso, pero sí hay películas que hubiera preferido hacer mejor. Lamento haber dicho que sí a Crisis in six scenes [su miniserie para Amazon]. Fue más difícil de lo que creía. No creo que vuelva a hacer televisión, a no ser que se me ocurra algo sensacional.
P. Desde hace años, casi todas sus películas están protagonizadas por mujeres. ¿Por qué motivo?
R. Me acostumbré a trabajar así desde que empecé a escribir para Diane Keaton. En cierto modo, son más complejas que los hombres. Los hombres tienen menos dimensiones. En las películas estadounidenses suelen ser solo brutos que llevan armas. Las mujeres viven, sienten y expresan más cosas. Cuando uno aspira a hablar de las emociones de la vida, las mujeres te lo ponen más fácil.
P. En ese sentido, ¿su psicología es más femenina que masculina?
R. Sí, existe un elemento femenino en ella. Estoy seguro de ello. Cuando lo tienes, empatizas más con las mujeres.
P. Por primera vez desde Roosevelt, un neoyorquino ocupa la Casa Blanca. ¿Cómo evalúa a Trump?
R. Es ridículo. No entiendo por qué quiso ser presidente. Está claro que no es algo que se le da bien. Una vez salió en una de mis películas [Celebrity]. En aquel tiempo se dedicaba a jugar a golf y acudir a concursos de belleza. No sé qué se le ha perdido en la escalada nuclear con Corea del Norte o la lucha contra el cambio climático. Como dijo P.T. Barnum, pionero del circo en el siglo XIX, nunca hay que subestimar el gusto del público estadounidense. No es un público muy sofisticado…
P. Se cumplen 10 años del rodaje de Vicky Cristina Barcelona. ¿Ha seguido la situación política en Cataluña?
R. Sí, un poco. Nunca logré entender la intensidad del sentimiento catalán respecto a la independencia. Ahora leo que es una cuestión financiera. Cuando pensamos en España, no logramos imaginar un país en el que no esté Barcelona. Seguro que tienen sus razones, pero es triste que se quieran marchar. Espero que puedan resolverlo y que España siga siendo el gran país que siempre ha sido.
P. ¿Le preocupa la posteridad? En el contexto actual, ¿cómo cree que lo tratará la historia, a usted y a sus películas?
R. No soy una persona que se preocupe por su legado. No me puede importar menos lo que la gente piense de mí o de mis películas. Cuando esté muerto, el único valor que tendrán será como fuente de ingresos para mis hijos. Si no necesitan el dinero, que las cojan y las destruyan en una trituradora de papel, me dará igual… Cuando me haya marchado, se terminó.
P. ¿Qué respondería a los espectadores que, de un tiempo a esta parte, se niegan a ver sus películas?
R. Me parece perfectamente legítimo. Hay gente a la que le apetece y otra gente a la que no. Yo también tengo mi propio gusto. Es un sentimiento totalmente aceptable.
P. ¿Qué piensa hacer después de esta entrevista?
R. Iré a ver una exposición sobre Gauguin. Su historia es interesante: cuando llegó a Tahití, descubrió que el paraíso no era tan bello como él había imaginado, así que decidió embellecerlo en sus cuadros. Pero eso no evitó que terminara muriendo de sífilis…
FUENTE: EL PAÍS