La confianza de los mercados internacionales le abrió otra vez las puertas al crédito y el presidente Mauricio Macri hizo uso de él. Los datos oficiales llegan hasta junio pasado y marcan una subida de 20 puntos en la deuda, hasta los 307.295 millones de dólares, equivalentes al 56% del PIB. Hay que buscar en consultoras privadas para tener la cifra a diciembre: 342.000 millones de dólares, un 35% más que hace dos años. El Observatorio Fiscal Federal estima que la ratio deuda-PIB ya es del 60%. La deuda sube, pero el consenso general es que aún es sostenible. Las discrepancias surgen con el largo plazo, sobre todo porque la verdadera batalla es contra el déficit fiscal, el origen de las necesidades de dinero fresco.
La semana pasada, el equipo económico anunció una subida de cinco puntos en las metas de inflación hasta 2020. Este año que comienza la subida será del 15%, según los planes oficiales. Al mismo tiempo, el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, ratificó que se mantendrán las proyecciones de reducción del déficit fiscal. El año que se fue cerró con una diferencia equivalente al 4,2% del PIB. El plan es que baje en 2018 hasta 3,2%, para alcanzar en 2020 el 1,2% del PIB. La lucha contra el déficit fue parte de un pacto fiscal que la Casa Rosada firmó con las provincias, donde los gobernadores se comprometieron a cumplir con su parte del recorte. Mientras tanto, el Gobierno tuvo que pedir prestado a inversores externos, tras años de mercados cerrados a las políticas kirchneristas.
La llegada de Macri ha sido un verdadero shock de confianza y los bonos de la deuda argentina son ahora muy codiciados. A cargo de conseguir financiamiento, Macri puso a Luis Caputo. El ministro de Finanzas negó que la ratio actual sea peligrosa para la economía argentina, y la ubicó en torno al 28,5% del PIB si no se toman en cuenta los intereses. “Es un índice bajo con respecto los países desarrollados y de la región. Como dijimos muchas veces este endeudamiento es transitorio y perfectamente sostenible. [La ratio] se estabilizará en niveles cercanos al 37% y descenderá a partir de 2021”, dijo Caputo.
A la oferta de dinero externo, Argentina ha sumado intereses bajos, como nunca antes. “Hemos reducido el diferencia de tasa con respecto a los vecinos y otros países de la región en un 80%. Hoy nos separan apenas 200 puntos de países como Perú y Colombia, cuando en la década pasada supo ser de más de 1.000 puntos. Nos estamos financiando a las tasas más bajas de la historia, incluso más que en los años 90, cuando había niveles de 12 y 12,5 puntos. El promedio de 2017 fue levemente inferior a 4,5 puntos. Esto nos permite elegir este sendero”, explicó Caputo.
El dinero fluye y la deuda crece. Argentina viene de una cesación de pagos unilateral en 2001 y recién en 2016 pudo terminar con un litigio con los holdouts, los fondos de inversión que no aceptaron la reestructuración de la deuda acordada entre el 92% de los tenedores de bonos y el gobierno de Néstor Kirchner. Para pagar a los llamados fondos buitre, Macri pidió en el mercado 9.300 millones de dólares, pero pudo tomar ofertas por 16.500 millones, evidencia de que los aires ya habían cambiado. El viento de cola aún sopla para Argentina y hay consenso en torno a la sostenibilidad actual del modelo de endeudamiento. “Si tomamos las condiciones que prevalecen en este momento y continuamos con la estrategia de gobernabilidad y dirección en materia económica, la situación de la deuda es manejable”, dice Daniel Marx, exdirector del Banco Central, ex secretario de Finanzas y jefe negociador de la deuda externa argentina entre 1989 y 1993.
El problema es en el largo plazo. Para Marx, “no hay un momento en el que uno dice que se está pasando un hito” de sostenibilidad. “Todo depende de las condiciones”, dice, aunque admite que con el tiempo aumenta el grado de vulnerabilidad. “Hay un crecimiento de la deuda por el desequilibrio fiscal y la falta de competitividad. Y como la vulnerabilidad aumenta es importante mantener la dirección de la economía y los supuestos que estaban en el rumbo inicial”, opina.
Para Juan Carlos Latrichano, catedrático de historia macreconómica en la Universidad de La Matanza (ULaM), la gran batalla es contra el déficit, porque “han vuelto los déficit gemelos, el fiscal y el externo”. “La balanza comercial viene muy mal y pinta para récord en Argentina, con un rojo de 8.000 millones en dólares. El Gobierno no ha podido además dominar el fiscal y las letras del Banco Central ya superan la base monetaria”, dice. El escenario es complicado, según Latrichano, siempre que no se corte la provisión de fondos externos. “El gobierno todavía tiene aire”, explica, “pero todo depende del acreedor. Los aplausos externos son para la galería, porque la realidad es otra. Nosotros éramos los chicos mimados del Fondo Monetario Internacional (FMI) antes del 2001 y ahí terminamos. El dinero no tiene corazón”.