Tras viajar por Oriente Próximo, Asia y Europa, el secretario de Estado, Rex Tillerson, emprende la próxima semana una gira por México, Argentina, Perú y Colombia. Aunque no lo pisará, uno de los puntos calientes de su agenda será Venezuela, el mayor foco de inestabilidad del continente. “Tillerson quiere que se preste una mayor atención regional a la crisis venezolana”, señaló el Departamento de Estado.
Las líneas maestras del viaje las dará a conocer Tillerson el próximo jueves en la Universidad de Austin (Texas). Ese mismo día partirá para México, donde se reunirá por segunda vez desde que entró en la Casa Blanca con el presidente, Enrique Peña Nieto, y su homólogo, Luis Videgaray. Será el momento más complejo de la gira. El muro con México, el futuro de los dreamers y la negociación del Tratado de Libre Comercio (TLC) han situado las relaciones entre ambos países en el punto más bajo de la historia reciente.
En México, donde se vive en plena ebullición preelectoral, se ve a Estados Unidos cada día más lejos. El vendaval antimigratorio de Donald Trump y su obsesión de que México pague el muro se han sentido como una humillación nacional. A ello se ha sumado, el aislacionismo de Trump y su indisimulado deseo de romper con el TLC, un acuerdo básico para México, que dirige el 80% de sus exportaciones a Estados Unidos.
Es en este campo de minas donde Tillerson tendrá que avanzar. Conocido por su prudencia, el secretario de Estado forma parte del sector moderado del gabinete de Trump. Antiguo director ejecutivo de la petrolera Exxon, habitualmente opta por la discreción frente a las sacudidas del presidente, y en sus viajes ha tratado de rebajar la tensión con los aliados de Estados Unidos. El problema con México radica en que tras meses de zarandeos y fracasados intentos de restablecer la relación entre Peña Nieto y Trump, difícilmente se podrán restañar heridas solo con buenas palabras. Una señal positiva desde Montreal, donde se está celebrando la sexta ronda de la negociación del TLC, o bien un principio de acuerdo en el Congreso de EEUU sobre el destino de los dreamers darían solidez, según los expertos, a sus buenas intenciones.
El sábado 3 de febrero, Tillerson viajará a Argentina. Su primera escala será Bariloche y el foco será ecológico: intercambios científicos y apoyo al gigantesco Parque Nacional Nahuel Haupi (709.000 hectareas), en la Patagonia. Luego acudirá a Buenos Aires, donde mantendrá reuniones con el presidente, Mauricio Macri, y el ministro de Exteriores, Jorge Faurie. Disipar los miedo ante el posible reverdecimiento del proteccionismo estadounidense formará parte de las tareas de Tillerson.
El 5 y el 6 de febrero, la gira continuará en Perú, con reunión con el presidente, Pedro Pablo Kuczynski, y la ministra de Exteriores, Cayetana Aljovín. La preparación de la Cumbre de las Américas, que tendrá lugar en Lima entre el 13 y el 14 de abril, centrará el diálogo.
La penúltima etapa será Colombia. Con el presidente Juan Manuel Santos, el secretario de Estado tratará el 6 de febrero tanto el cumplimiento de su cuestionada estrategia antidroga como la postura frente a Venezuela y sus refugiados.
El futuro del régimen chavista es el punto nodal de la agenda de Tillerson. Todos los países que visita se mostraron en su día contrarios a reconocer la “fraudulenta” Asamblea Nacional Constituyente y han criticado abiertamente al Gobierno de Nicolás Maduro. El secretario de Estado espera aprovechar esta dinámica para aumentar la presión y facilitar la vuelta de Venezuela hacia la senda democrática.