Estados Unidos ordenó este lunes la expulsión de 60 diplomáticos rusos acusados de espionaje en represalia por el intento de asesinato con gas nervioso del espía Serguéi Skripal en Reino Unido, que atribuye el ataque a Moscú. Se trata de la medida más dura impulsada hasta ahora contra el Kremlin por la Administración de Donald Trump, dentro de una actuación coordinada entre países aliados, y en medio de un clima de tensión de recuerda a la Guerra Fría.
Los supuestos agentes de inteligencia y sus familias tienen un plazo de siete días para abandonar el suelo estadounidense. En concreto, la expulsión afecta a 12 empleados de la misión rusa en Naciones Unidas, ubicados en Nueva York, y 48 de la embajada en Washington y otras legaciones. El Gobierno también ha pedido a Moscú que cierre su consulado de Seattle, en el noroeste del país, alegando su proximidad a la fábrica de aviones Boeing y a una base de submarinos.
Las sanciones se dieron a conocer a las 9 de la mañana y, de forma casi simultánea, Canadá y 14 países europeos anunciaron que también echaban a diplomáticos rusos. Además del ataque químico en Reino Unido, a Rusia se la ha acusado de diferentes injerencias en Europa y Estados Unidos con el ánimo de enturbiar el clima político y dinamitar la confianza en las instituciones, algo que el Kremlin siempre niega.
Pero en el caso estadounidense, las interferencias tienen una derivada muy particular: la trama rusa. Según los servicios de inteligencia, Moscú usó ciberataques y propaganda para favorecer la llegada al poder del hoy presidente y un fiscal especial investiga si el círculo del propio Trump colaboró de algún modo. Por eso, y por los múltiples gestos de simpatía del neoyorquino hacia Vladímir Putin, la alineación de Washington con sus socios tradicionales era crítica en este episodio.
“Estados Unidos adopta esta medida en coordinación con nuestros aliados de la OTAN en el mundo en respuesta al uso por parte de Rusia de un una arma química militar en suelo de Reino Unido, lo último en su permanente patrón de desestabilizar actividad en el mundo”, recalcó la Casa Blanca en un comunicado.
El pasado 4 de marzo el exespía ruso Serguéi Skripal y su hija fueron envenenados con gas nervioso de producción rusa en la localidad británica de Salisbury. El Gobierno de Theresa May acusó a Rusia formalmente por envenenamiento y decretó la expulsión de 23 diplomáticos, así como la suspensión de todo contacto de alto nivel con Moscú. Aunque no se encontró relación, aumentó la tensión la muerte del exiliado ruso Nikolai Glushkov el 12 de marzo en su casa de Londres, un suceso que la policía investiga como homicidio.
En Estados Unidos esta es la segunda gran ronda de expulsiones de diplomáticos rusos en año y medio. En diciembre de 2016, los últimos días de la era Obama, la Casa Blanca impuso duras sanciones a cuenta de la injerencia en las elecciones presidenciales, echando a 35 agentes de inteligencia y sus familias adscritos a la Embajada de Washington y del Consulado de Los Ángeles. También se ordenó el cierre inmediato de dos centros propiedad del Gobierno ruso en Nueva York y Maryland, además de penalizaciones a entidades y otros ciudadanos.
Esta vez hay más agentes de inteligencia en vías de expulsión, pero el presidente estadounidense es ahora un hombre que no ha dejado de expresar simpatía por Putin, pese a que el pasado 15 de marzo se impusieron nuevas sanciones por esas intereferencias. Al mismo tiempo, paradójicamente, la nueva estrategia de seguridad de EE UU señala de forma contundente a China y a Rusia como grandes amenazas en un lenguaje que recuerda a la Guerra Fría.
La embajadora estadounidense ante la ONU, Nikki Haley, señaló que los diplomáticos expulsados “se implicaron en actividades de espionaje que son adversas para nuestra seguridad nacional”. “La decisión del presidente muestra que las acciones de Rusia tienen consecuencias”, dijo Haley. “Más allá de ejercer una conducta desestabilizadora por todo el mundo, de ser cómplice de las atrocidades en Siria y de las acciones ilegales en Ucrania”, dice, “han utilizado armas químicas en las fronteras de uno de nuestros más próximos aliados”, añadió.