La reina del soul descansa en paz en medio del respeto de sus seguidores. Como dijo su familia en un comunicado, la muerte de Aretha Franklin el pasado jueves a sus 76 años es uno de los momentos más tristes de sus vidas. “Hemos perdido a la matriarca, a la roca de nuestra familia”, añadió la nota difundida por un clan que como ellos mismos se describen “no conoce fronteras”. Una familia que encabezan los cuatro hijos de la cantante —Clarence Franklin, 63 años; Edward Franklin, 61; Ted White Jr, 54, y Kecalf Cunningham, 48—, además de una larga lista de nietos, sobrinos y primos.
Pero bajo este respeto hacia una de las grandes voces de la canción se esconde la brecha que separa a los cuatro hijos del hombre que compartió los últimos 30 años de la vida de la cantante, el bombero retirado Willie Wilkerson, de 70 años. Todos ellos rodearon a Aretha en sus últimos días de vida, cuando regresó a su casa tras varias operaciones para recibir cuidados paliativos sin otro pronóstico que la muerte a consecuencia de un cáncer de páncreas.
Según RadarOnLine.com la brecha está relacionada con la fortuna de la cantante y cómo será repartida. Aretha Franklin pese a su edad y su delicado estado de salud murió sin haber hecho testamento por lo que las cosas se complican aún más. Sus cuatro hijos, muy involucrados en la carrera artística de su madre, quieren que la fortuna que ha dejado y que ronda los 70 millones de euros, se quede en la familia. Y es que ellos nunca vieron bien su relación con Willie Wilkerson. Por eso Franklin canceló en dos ocasiones su boda según la revista The National Enquirer ante la presión de sus hijos.
Discreta vida personal
Aretha nunca fue dada a hablar de su vida personal. Fue madre por primera vez a los 12 años y posteriormente a los 14. A ellos — Clarence y a Edward— les dio el apellido de su familia, Franklin, sin entrar más en detalle sobre sus respectivos padres. Ambos se criaron con su abuela mientras Aretha arrancaba su carrera. Luego llegó Ted, fruto de su primer matrimonio con Ted White, de quien se divorció en 1969 tras una convulsa relación. El más pequeño es Kecalf, el hijo que tuvo de su relación con Ken Cunningham, uno de sus representantes con quien nunca se casó.
El hecho de que no haya testamento deja en una delicada situación a la figura de Wilkerson, esposo de hecho pero nunca de derecho. Según RadarOnLine los cuatro hijos de Franklin están dispuestos a luchar “con uñas y dientes” para que el dinero de su madre se quede con los Franklin.
La única herencia que nadie discute mientras se llevan a cabo los preparativos del entierro previsto para el 31 de agosto es la de su nieta Victorie Franklin. La hija de Kecalf, de 18 años, parece ser la heredera del talento musical de Aretha, una joven a la que desde pequeña enseñó a cantar y tocar el piano. También ha sido Victorie la persona que estos días abrió una ventana al frágil estado de salud de la cantante en sus últimos meses de vida. El vídeo en blanco y negro que su nieta colgó en la red lleva más de 4 millones de reproducciones. En el se ve a una Aretha muy desmejorada cinco meses antes de su muerte pero cantando al piano, a veces casi sin aliento. “Todos hemos perdido un icono, una leyenda. Pero yo he perdido a mi abuela”, recordó Victorie con cariño. Su voz, junto con la de su abuela, se podrá escuchar en el álbum póstumo de la cantante que produce Stevie Wonder.
El actor Glynn Turman, el segundo marido de Aretha, también hizo declaraciones a la revista People tras visitar a su exesposa dos días antes de su muerte. “Sentí su pulso fuerte. Era una guerrera. Siempre peleando. Una mujer muy fuerte”, recuerda. Pero durante su visita junto con Stevie Wonder, Turman reconoció que aunque la intérprete estaba consciente no se pudo comunicar con ella. “Pero sabía que estábamos allí”, aseguró su segundo esposo. Estuvieron casados entre 1978 y 1982 pero nunca tuvieron hijos juntos. Su exmarido aprovechó para recordar también el amor y el humor de una leyenda que cantó en el funeral de Martin Luther King y en la inauguración presidencial de Barack Obama. “Era alguien que podía hacer reír en momentos que no eran precisamente graciosos”, subrayó Turman. Y también muy cabezota, añadió. “El movimiento de liberación de la mujer debería de llevar su nombre”, ironizó.
Antes de su funeral en el templo Greater Grace, lugar que la vio nacer como cantante, su cuerpo podrá ser honrado durante dos días en el Museo de Historia AfroAmericana Charles H Wright de Detroit, el único lugar capaz de albergar a las miles de personas que se espera acudan a darle el último adiós.