Fue una declaración medida. Ante el Parlamento. Escuchada con respetuoso silencio por los diputados del Gobierno y de la oposición. La primera ministra de Reino Unido, Theresa May, anunció este miércoles la identificación de dos sospechosos como los responsables de los envenenamientos de Salisbury del pasado marzo. Un espía doble ruso y su hija fueron víctimas de los devastadores efectos del agente nervioso Novichok. Poco después, dos ciudadanos británicos fallecieron por el contacto accidental con restos del arma química. May señaló directamente la mano del espionaje militar ruso en ese crimen.
La oficina de la primera ministra anunció, con apenas dos horas de antelación, que May se disponía a realizar una declaración de suma importancia en cuanto concluyera la primera sesión de control del Parlamento británico (Question time) en el nuevo periodo de sesiones. Y May abordó de inmediato el asunto. “Las investigaciones han dado con las suficientes pruebas como para que la Fiscalía pueda acusar a dos ciudadanos rusos del intento de asesinato de Serguéi y Yulia Skripal y de la posesión y uso del agente nervioso Novichok”, aseguró.
Los dos sospechosos, Alexander Petrov y Ruslan Boshirov (aunque el Gobierno británico cree que ambos nombres son falsos) regresaron sin problemas a Moscú después de intentar asesinar al agente doble ruso y a su hija. Utilizaron para este propósito una dosis de Novichok, un agente nervioso altamente letal desarrollado por la extinta Unión Soviética en los años ochenta, en el marco de un programa secreto denominado Foliant, según explicó la propia May. Lo introdujeron a Reino Unido en un frasco de perfume, que acabó accidentalmente en manos de dos vecinos de Salisbury, localidad a 130 kilómetros al suroeste de Londres. Los dos vecinos, Dawn Sturgess y Charlie Rowley, fallecieron tras el contacto con los restos del arma química.
May aseguró que las investigaciones policiales y el propio trabajo realizado por el espionaje de Reino Unido permiten afirmar que los dos sospechosos identificados son “oficiales del servicio de inteligencia militar ruso, también conocido como GRU. No se trató simplemente de un acto solitario. Fue aprobado fuera del propio GRU, a un alto nivel en el Estado ruso”, dijo la primera ministra.
El Gobierno de Reino Unido reconoce con resignación que Rusia no entregará a los dos sospechosos. Las leyes de ese país prohíben la extradición de sus propios ciudadanos. Aun así, la fiscalía británica ha interpuesto ya una orden europea de arresto y solicitado que Interpol emita lo que se conoce como una alerta roja. “Si cualquiera de estos dos individuos viaja fuera de Rusia, daremos todos los pasos posibles para detenerles, extraditarles y llevarles frente a la justicia aquí, en Reino Unido”, aseguró May.
La publicidad empleada por el Gobierno británico para dar a conocer estas graves acusaciones promete una escalada de tensión entre los dos países. La primera ministra no se contuvo a la hora de cargar contra las prácticas del Gobierno de Putin y recordó toda su lista de agravios a la comunidad internacional. “Este ataque con armas químicas en nuestro territorio es parte de una conducta más amplia por parte de Rusia, que persistentemente intenta quebrar nuestra seguridad y la de nuestros aliados”, dijo. Recordó la anexión ilegal de Crimea por parte del Gobierno de Putin en marzo de 2014, “las repetidas violaciones del espacio aéreo de varios países europeos y sus prolongadas campañas de ciberespionaje y de interferencia en los procesos electorales”.
May anunció el propósito de su Gobierno de impulsar en el seno de la Unión Europea una nueva batería de sanciones contra aquellos regímenes responsables de ciberataques y de violaciones de los derechos humanos, “así como incrementar el número de sanciones ya existentes contra Rusia”.
“Una amenaza”
En un equilibrio difícil de sostener, la primera ministra afirmó que “Reino Unido no tiene ningún enfrentamiento con el pueblo ruso, y confiamos en poder recuperar algún día una firme alianza con el Gobierno de esa gran nación”, pero al mismo tiempo advirtió de que “las acciones cometidas por el espionaje militar ruso son una amenaza para todos nuestros aliados y para nuestros ciudadanos. Con lo que conocemos ahora sobre el GRU, debemos reforzar nuestro esfuerzo colectivo para hacerle frente”, dijo May.
El Gobierno de Reino Unido comenzó a actuar contra Rusia inmediatamente después de que se produjeran los envenenamientos. Se expulsó del país a 23 diplomáticos rusos, acusados de ser espías, y se logró el apoyo de otros 28 países y de la propia OTAN. Entre todos ellos expulsaron a un total de 150 supuestos espías rusos, según explicó May. El Gobierno español, presidido entonces por Mariano Rajoy, se sumó a esta acción a finales de marzo con el anuncio de que dos diplomáticos de la embajada rusa habían sido devueltos a Moscú.
El líder de la oposición laborista, Jeremy Corbyn, expresó ayer su apoyo a las acciones emprendidas por May, sin dejar de reclamar a la primera ministra que hiciera algo más para lograr la entrega por parte de Rusia de los dos sospechosos.
Por su parte, Rusia aseguró este miércoles que no sabe quiénes son los dos rusos contra los que la policía británica lanzó una orden de arresto por el caso del envenenamiento en Inglaterra del exespía ruso Serguéi Skripal y denunció una “manipulación”. “Los nombres y las fotografías publicados en los medios no nos dicen nada”, dijo la portavoz de Exteriores rusa, Maria Zajarova, citada por la agencia de prensa pública TASS, y acusó a Reino Unido de “manipular información”.