En medio de la gira de reconstrucción de la confianza que lo llevó a reunirse con inversores en Nueva York, el presidente argentino recibió este martes la renuncia del titular del Banco Central, Luis Caputo. El directivo, una persona del círculo íntimo de Macri, alegó “motivos personales” en un comunicado de tres párrafos difundido a la prensa minutos antes de la apertura de los mercados. La marcha de Caputo no sólo ha encontrado a Macri fuera del país. Se ha producido también a las puertas de un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, clave para que Argentina supere la crisis económica que ha hundido su moneda más de un 50% desde enero, y coincide con una huelga general, la cuarta que los sindicatos peronistas realizan contra Macri, precisamente para protestar por los ajustes que exige el acuerdo con el Fondo. El sustituto de Caputo al frente del banco emisor será Guido Sandleris, número dos del ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, y un hombre clave en las negociaciones con el FMI.
Caputo asumió el cargo el pasado 14 de junio, después de la renuncia de Federico Sturznegger y de que el Gobierno unificase el Ministerio de Finanzas, del que Caputo era titular, con el de Hacienda. Su llegada al Banco Central fue vista como un triunfo de los sectores más cercanos a Macri, tanto que se temió un deterioro de la independencia de la entidad. Caputo enfrentó la crisis cambiaria de finales de agosto, cuando el peso se depreció hasta 15% frente al dólar en una sola jornada. El Banco Central subió entonces las tasas de interés del 45% al 60%, récord a nivel mundial, y aplicó intervenciones controladas en el mercado pese a las reticencias del FMI, que cuando en junio aprobó un rescate de 50.000 millones de dólares para Argentina puso como condición un escenario de flotación libre de la divisa. Las nuevas negociaciones con Fondo, iniciadas ante el fracaso del primer rescate, terminaron por deteriorar su imagen. De poco sirvió a Caputo su formación en Wall Street y su fama de experto en el trato con los inversores, un club del que formó parte antes de sumarse a la función pública.
Con todo, su renuncia fue una sorpresa, sobre todo por el momento elegido. Macri participa hoy en la apertura de sesiones de la Asamblea General de la ONU como parte de un viaje que convirtió en una intento de seducción de los inversores que temen por el futuro de su dinero en Argentina. El lunes, en una reunión que mantuvo en las oficinas en Nueva York del Financial Times, prometió continuidad política y un plan sostenible que cuente con la garantía del Fondo como prestamista de última instancia. El presidente argentino negó en una entrevista con Bloomberg el riesgo de una suspensión de pagos, uno de los fantasmas que el país sudamericano agita ante cada crisis. La memoria del corralito de 2001 está aún fresca en el exterior, y Macri decidió utilizar la confianza que su Gobierno cosechó entre los inversores para despejar cualquier temor de una catástrofe semejante.
La salida de Caputo no suma puntos a esta estrategia. Encuentra a Macri fuera del país, sin posibilidad de reacción política, y el nuevo acuerdo con el FMI no está aún cerrado. Macri deberá ahora firmar cuánto antes con el Fondo para que el organismo adelante a 2019 el dinero que había prometido a 2021. No se descarta, incluso, que el nuevo texto sume más recursos, necesarios para despejar las dudas que el plan económico ha despertado a mediano plazo. Macri se ha comprometido a reducir el déficit fiscal primario (antes del pago de intereses de la deuda) a cero el año próximo, como evidencia de que su país reducirá su dependencia del dinero externo. Pero un acuerdo con el FMI con fecha de cierre a 2019 no ha llevado tranquilidad sobre la continuidad del ajuste en 2020, cuando ya habrá un nuevo Gobierno.
El escenario no puede ser más complejo. El año próximo hay elecciones generales y Macri debe superar la crisis si espera alguna chance de reelección. El problema es que cualquier plan de recuperación incluye una reducción de gastos y no hay nada en Argentina que espante más al electorado. La calle ha esperado hasta ahora a Macri, pero el tiempo se acaba. Argentina vivió ayer un día de grandes movilizaciones callejeras, lideradas por organizaciones sociales, partidos de izquierda y sindicatos de empleados públicos. Hoy se le ha sumado una huelga general de la CGT, la central que agrupa a los gremios peronistas. La adhesión de los sindicatos de transporte ha sido total y la parálisis de Buenos Aires absoluta, incluso en puertos y centrales aéreas. Macri hace equilibrio entre los desafíos políticos y las urgencias económicas.