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Chile tiene la sanidad más eficiente de Latinoamérica

Publicado el 06/11/18

La sanidad de Chile es la más eficiente de América Latina. Y la de Guatemala se sitúa última de la clasificación. El primer estudio de eficacia de los sistemas de salud en la región, que ha publicado recientemente el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), revela, sin embargo, que la mayoría de ellos tienen mucho que mejorar.

Entre los 71 países analizados, 22 de 27 latinoamericanos y caribeños se sitúan en la mitad inferior de la tabla y, de ellos, 12 están en el último cuarto. Chile ocupa el octavo puesto (ver cuadro). El objetivo del estudio es, según Diana Pinto, especialista líder en salud del BID y una de las autoras, evaluar la eficacia y analizar en qué puede mejorar cada país a la hora de sacar el máximo partido al dinero invertido en sanidad, comparándolo con otros países del mundo. Esto será de especial importancia en un contexto macroeconómico que no pronostica grandes aumentos presupuestarios en la región.

Para evaluar el desempeño de cada sistema, los investigadores han usado una metodología homologada en todo el mundo que compara las inversiones en salud tanto del sector público como del privado con resultados medibles, como la esperanza de vida, las tasas de vacunación, la mortalidad infantil, la atención durante el parto y el acceso a servicios especializados, entre otros. Es un informe más cuantitativo que cualitativo; no mide, por ejemplo, variables como la calidad del servicio, la atención al paciente, el estado de conservación de los hospitales o las listas de espera.

Pero sirve para dar una foto de eficiencia que muestra que, en general, los países de América Latina y el Caribe tienen resultados particularmente peores en la provisión de acceso equitativo a los servicios que los de la OCDE, según el informe. “Por el lado positivo”, subraya, son relativamente parecidos a ellos en cuanto a la esperanza de vida a los 60 años y la tasa de mortalidad de menores de cinco. Esto no quiere decir que obtengan los mismos desempeños absolutos, sino que el rendimiento es similar teniendo en cuenta el nivel de desarrollo y la cantidad de recursos gastados.

El Informe sobre la salud en el mundo de la OMS estimaba en 2010 que entre el 20% y el 40% de todos los recursos gastados en sanidad se despilfarran. La combinación inadecuada o costosa de profesionales, precios altos, baja calidad y uso irracional de medicamentos, sobreutilización de productos y servicios sanitarios y desvíos debidos a la corrupción y el fraude eran algunos de los elementos que propiciaban esta ineficiencia. El documento también hacía hincapié en que se asignaban recursos a intervenciones que no maximizan las mejoras en salud, como puede ser gastar más en cuidados curativos que en medidas preventivas. La subutilización de medicamentos genéricos es otra gran fuente de ineficiencia.

Ocho años después, el estudio del BID ha encontrado similares resultados en Latinoamérica. Muchos de los ámbitos de mejora son los mismos que identificó la OMS en 2010. Pinto destaca cuatro grandes fuentes de ineficiencia:

La calidad institucional. Cuando se estudian los sistemas de gobernanza en los países (transparencia, participación ciudadana, lucha contra la corrupción…), se comprueba que aquellos que puntúan más alto en estas medidas, también gozan de más eficacia sanitaria. “Sin embargo, se requiere de mayor análisis para establecer una relación causal”, matiza la especialista.

Atención primaria. “Se ha demostrado que la prestación de servicios de diagnóstico y de tratamiento oportunos y de alta calidad en la atención primaria previene el deterioro agudo, la progresión o las complicaciones en personas enfermas. Además, la gestión proactiva de las enfermedades en la atención primaria puede contribuir a contener el gasto en salud, al reducir o incluso evitar la necesidad de visitas de urgencia, hospitalizaciones”, asegura el estudio.

Política farmacéutica. “Hay muchas posibilidades de estrategias para controlar precios y priorizar medicamentos, invertir en aquellos que realmente hagan diferencia y añadan valor”, explica Pinto.

Compra estratégica. Se refiere a que se deben priorizar aquellos productos de salud que hayan demostrado eficacia. Un ejemplo sería el programa Salud Mesoamérica, en la cual un proveedor se compromete, por ejemplo, a hacer un número determinado de inmunizaciones al año o atender partos bajo ciertas condiciones de calidad; al finalizar, recibe el pago en función de los resultados obtenidos.

El objetivo, señala el informe, es hacer más con menos: “Numerosos países de la región anticipan más restricciones presupuestarias. Por consiguiente, las políticas deben centrarse en mejorar la eficiencia de la atención de salud invirtiendo en intervenciones que logren los mejores resultados. Lograr la cobertura universal requerirá no solo más dinero para la salud sino también más salud por dólar invertido”.

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