El chavismo se hizo este domingo con el control de los municipios venezolanos en unas elecciones locales celebradas sin oposición y en medio del desinterés general de la población. La abstención, con el 92,3% de las actas transmitidas al Consejo Nacional Electoral (CNE), supera el 72% del censo. Esta es la traducción de la devastadora crisis económica y el deterioro democrático del país. Una fotografía en la que el régimen se queda solo al frente de todas las instituciones, prácticamente sin contrapoder, con la excepción de la Asamblea Nacional de mayoría opositora despojada de facto de sus funciones en 2017. Ahora también se ha hecho con el dominio casi absoluto de las corporaciones municipales, conformadas por más de 2.400 concejales.
La deriva del Gobierno de Nicolás Maduro ha dejado en los últimos años dos herencias a los venezolanos. En primer lugar, una fractura social profunda, aparentemente insanable. En segundo lugar, un imparable desapego encarnado tanto por los sectores populares que auparon al expresidente Hugo Chávez, más preocupados por abastecerse, como por los simpatizantes de la oposición, ahora menguantes por un éxodo multitudinario, que viven de espaldas a las autoridades. Los principales partidos críticos con el chavismo, en su mayoría inhabilitados, rechazaron además estos comicios por carecer de garantías.
Así lo hicieron también en las presidenciales de mayo, provocando una abstención histórica de casi el 54%. En los comicios municipales de 2013 la participación alcanzó el 58%, más del doble que la de este domingo, aunque en esa ocasión también se escogieron los alcaldes. Y hace justo un año, en la elección de regidores, acudió más del 47% de los venezolanos. El número dos del chavismo, Diosdado Cabello, dejó claro además que hoy se cerraba un ciclo. “El panorama electoral queda despejado. No tenemos más elecciones hasta dentro de tres años”, recordó, mientras los líderes opositores hablaron de “farsa”.
La rutina instalada en el país ofrece, al menos en Caracas, una fotografía de dos grandes bloques sociales. De un lado se encuentran las bases del régimen, que a pesar de las constantes quejas por una crisis económica sin precedentes y una hiperinflación sin freno, siguen manifestando su apoyo al gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), que con toda probabilidad superará en estos comicios el 90% de los votos.
Al cierre de la campaña oficialista en Petare, uno de los barrios populares más extensos y poblados de América Latina, apenas acudieron unos cientos de simpatizantes. Gladys Arboleda, candidata en repetidas ocasiones, aseguraba que estos comicios “representan la paz para el país”. Tiene 50 años y 20 en política. Es decir, desde que el expresidente Hugo Chávez logró su primera victoria, el 6 de diciembre de 1998. Admite los golpes que sufre la población, pero solo los achaca a la presión internacional y a la llamada “guerra económica”, uno de los mantras del Gobierno. “No podrán con nosotros”, proclamó, confiada de que los resultados fortalezcan a Maduro.
Esos datos, de hecho, no iban a ser ninguna sorpresa, debido a que fuerzas políticas como Voluntad Popular o Primero Justicia, las formaciones de Leopoldo López y Henrique Capriles, se niegan a aceptar una confrontación electoral con unas reglas del juego fijadas por el régimen. Precisamente en ese espectro se encuentra otro gran bloque social, el de los opositores que ya no creen en la participación electoral y en muchos casos ni siquiera en la posibilidad de entablar un diálogo, después de varios intentos frustrados.
En ambos casos, la apatía o el rechazo de amplios sectores de la sociedad empañaron la enésima victoria del chavismo. Con ella Maduro pretende preparar el terreno para su toma de posesión del próximo 10 de enero. Ese día se iniciará un nuevo mandato después de ganar unas presidenciales rechazadas por la inmensa mayoría de la comunidad internacional.
Sin embargo, un recorrido por distintos municipios y sectores de Caracas, de Altamira a Petare, del municipio de Chacao, histórico bastión opositor, a Sucre, demostraba este domingo que los caraqueños estaban más pendientes de otros asuntos que de elegir a sus concejales. Al menos siete colegios electorales, del Andrés Bello al Jesús Arocha, lucían semivacíos, con raquíticas colas de votantes.
A eso se añade la circunstancia de que se trataba de unas elecciones cuestionadas una vez más por las principales instancias internacionales, de Washington a Bruselas. Con todo, Maduro y Cabello, no mostraron ninguna preocupación. “Venezuela demuestra, nuevamente ante el mundo, su vocación democrática”, destacó el mandatario. El presidente de la Asamblea Nacional Constituyente despreció, en cambio, que la Unión Europea emita nuevas sanciones. “En verdad nos resbala, no nos importa absolutamente nada de lo que diga la UE”, dijo al ser preguntado al respecto.