El expresidente de Colombia Juan Manuel Santos (2010-2018) y su homólogo español Felipe González han coincidido este martes en Madrid en subrayar que la búsqueda de la justicia y la reparación de las víctimas es la clave de bóveda de todo proceso de transición política. “El proceso de paz colombiano fue un paso decisivo para construir una democracia incluyente, focalizada en las víctimas. Logró sustituir las botas por los votos”, afirmó el líder socialista español como resumen de unos acuerdos extraordinariamente complejos que pusieron fin a una etapa de violencia pública en el país suramericano que se prolongó durante más de medio siglo y causó cientos de miles de víctimas y millones de desplazados. Y no solo eso: como dijo González, dejó claro para siempre que “el camino de las botas ya no tenía salida”.
En un acto celebrado en Casa de América con motivo de la presentación del libro de memorias de Santos, titulado La batalla por la paz (Península) , en el que también participó el exministro israelí de Asuntos Exteriores, Shlomo Ben Ami, el premio Nobel de la Paz colombiano hizo hincapié en que reconocer a las víctimas fue el primer paso y que éstas frente a sus temores fueron las “más generosas”. No fue un camino fácil. “En los procesos de paz hay insatisfechos en los dos lados. ¿Dónde se traza la línea entre la justicia y la paz? Yo les dije a los negociadores: busquen un máximo de justicia para lograr la paz”. Y remató como aviso para navegantes: “Cuando las emociones se imponen a los argumentos es peligroso”.
Aquel proceso con la guerrilla de las FARC no llegó a ser coronado con una victoria del sí en el referéndum celebrado en 2016 porque quizá como escribe su propio protagonista “hacer la paz es más difícil que hacer la guerra. Construir la paz es más difícil que silenciar los fusiles”. Aquel fracaso dejó traiciones y cicatrices, pero no rencor. Colombia celebró el pasado año las elecciones presidenciales más seguras y tranquilas de su historia y esa esperanza se puso de manifiesto ayer en el centro de Madrid con un apasionante debate sobre justicia y transición democrática a partir del caso colombiano.
Ben Ami, por su parte, destacó tres importantes características del proceso de paz colombiano. Primero, “la revolución diplomática con Venezuela que hizo que el eje bolivariano le restase oxígeno a la guerrilla; en segundo lugar, la eficaz acción del Ejército y por último, que no hubiese ningún elemento ideólogico en las negociaciones”. Felipe González coincidió y añadió dos elementos más: que se negociara sin un alto el fuego previo y el secreto con que se llevaron las conversaciones. Santos explicó que renunció al cese el fuego porque implicaba un rearme de la guerrilla y que todo el proceso fue muy duro, ya que siguió habiendo atentados: “Hasta mi familia me presionaba para que rompiera las negociaciones”.
La batalla por la paz es en cierta forma una continuación de un libro anterior de Santos, Jaque al terrorismo, y el interés de las memorias, como señaló González, “es que es un útil referente para otros conflictos”. En Colombia, afirmó, “se fijó el perímetro en el que se desenvolvió la negociación y cómo se acuerdan y se pactan los puntos a negociar. Nada de diálogo por el diálogo como se dice ahora. Y de ahí su éxito”.
El proceso de paz colombiano parece “irreversible” como asegura Santos. Las temidas FARC, convertidas hoy en partido político, solo obtuvieron un escasísimo porcentaje de votos en las elecciones de 2018. Al vencedor, el actual presidente Iván Duque, que ahora cuestiona algunos aspectos de los acuerdos, le toca gestionar la herencia.
FUENTE: EL PAÍS