Sobre todo la voluntad humana habría evitado que más de 113 millones de personas en 53 países o territorios sufrieran hambre aguda en 2018 y requirieran una acción urgente para proveerlas de alimentos y medios de vida. De entre las causas del infame dato, los conflictos y la inseguridad fueron la mayor maquinaria de hambrientos. Las luchas de los hombres armados provocaron hasta 74 millones de menores y mayores desfallecidos el pasado año, y de ellos, cerca de 40 millones se concentraron en Yemen (15,9), República Democrática del Congo (13,1) y Afganistán (10), según revela el Informe mundial sobre las crisis alimentarias 2019 realizado entre varias agencias de la ONU y otras entidades presentado este martes en Bruselas.
“Esto demuestra la violación de la resolución adoptada por la ONU sobre la protección de la población civil en los conflictos armados al impedir el acceso a la comida”, reseña Luca Russo, analista de Crisis Alimentaria de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y miembro del equipo de trabajo de este estudio que se realiza desde 2016, cuando se registraron en total 108 millones de personas víctimas de hambre de tal severidad que representaba una amenaza inmediata para sus vidas o sus medios de subsistencia. En 2017 fueron 124 millones, un repunte identificado con la injerencia del fenómeno climático llamado El Niño que no afectó con tanta fuerza en 2018. El pasado año, las peores crisis alimentarias, por orden de gravedad, sucedieron en Yemen, la República Democrática del Congo, Afganistán, Etiopía, la República Árabe Siria, Sudán, Sudán del Sur y el norte de Nigeria. Estos ocho países suman casi 72 millones de personas, dos tercios del total mundial.
“En zonas de conflicto se bombardean las reservas de alimentos, los mercados dejan de funcionar, los precios suben, no se pueden cultivar las tierras, surgen desplazamientos hacia lugares que pueden ser remotos o se cortan las carreteras o los puertos para la introducción de víveres”, añade el experto. Pero son 21 los países en conflicto que los autores del informe catalogan en la llamada fase tres de una clasificación de consenso universal sobre la seguridad alimentaria. Un estadio de crisis que supone la acción urgente y que contempla que aun si se cuenta con asistencia humanitaria, al menos uno de cada cinco hogares en el área estudiada sufre brechas en el consumo de alimentos, niveles de desnutrición aguda elevados, o apenas puede nutrirse y únicamente recurre para ello al agotamiento acelerado de sus medios de vida. Unos 33 millones de las personas que sufren esta situación derivada de los conflictos estaban en 10 países de África; más de 40 millones en 10 países de Asia y 1,1 millones en Europa del Este.
También relacionado en cierta medida con razones antropogénicas y su vínculo con el cambio climático; las sequías, las inundaciones, los huracanes o los terremotos, supusieron 29 millones de desfallecidos y se sitúa así como la segunda causa que provoca más crisis alimentarias. “Como en años anteriores, la mayoría de estas personas estaban en África, donde casi 23 millones de personas en 20 países sufrieron inseguridad alimentaria aguda”, se lee en el informe, que detalla que los tres peor situados del continente fueron Etiopía, con 8,1 millones de personas afectadas; Malawi, con 3,3; y Kenia, con 2,6. “En este aspecto se puede trabajar mucho más en la prevención, con más inversión en la agricultura, que no sea tan frágil. Si las condiciones de desarrollo son mejores, el daño en los casos de eventos climáticos se puede prevenir”, considera Russo que señala que con un sistema más fuerte, el impacto del ciclón Idai en Mozambique podría haber sido menor.
Y la tercera de las principales causas descritas en el informe es el colapso económico de los países y provoca 10,3 millones de personas afectadas. “La inestabilidad política, las cuestiones comerciales que en ocasiones devalúan la moneda o hacen que suban los precios de forma sustancial, también inciden”, señala Russo. En este caso, los tres países con mayor índice de hambrientos en situación de crisis son Sudan, con 6,2 millones; Zimbabue, con 1,9 y Burundi con 1,7. En este apartado, el informe señala que Venezuela ha sufrido “una grave agitación económica y política que desencadenó incrementos masivos en el precio de los alimentos y otros productos básicos”. “Esta hiperinflación ha reducido drásticamente el poder adquisitivo de las personas, frenando el acceso a los alimentos. Muchos de los venezolanos que buscan refugio en los países vecinos han agotado sus medios para comprar alimentos”, se lee en el texto sobre este país, del que Russo alerta que apenas se han podido recabar datos para su estudio.
El informe concluye con recomendaciones para evitar que se perpetúe esta situación y entre ellas, plantea acabar con los conflictos, empoderar a las mujeres, alimentar y educar a los niños, mejorar la infraestructura rural y reforzar las redes de seguridad social. Propone también un nuevo modelo de asistencia humanitaria que incluya las perspectivas de desarrollo en las zonas afectadas. “Se lograría un progreso real en la reducción del número de personas necesitadas, si se combinan herramientas de financiación para ser más predictivos, flexibles y duraderos, con acciones tempranas y medidas preventivas”, se lee en el texto. El Programa Mundial de Alimentos (PMA), organismo también de la ONU, ha analizado la situación en RDC y calcula que aunque el país tiene un potencial agrícola para alimentar a 2.000 millones de personas, su población, de 85 millones, sufre una de las mayores crisis nutricionales más graves del mundo.
“Tenemos que trabajar unidos, desde el principios, los que trabajamos en ayuda humanitaria, junto a los de desarrollo. Y es fundamental que se haga con los líderes y soluciones locales y comunitarias, para que se mantengan las soluciones en el tiempo”, detalla Arif Husain, jefe de Economía del PMA, quien comparte las recomendaciones del informe e insta a que estas fórmulas de trabajo se apliquen desde antes de que millones de personas requieran de ayuda urgente de alimentos. “De lo contrario, el año que viene podrían sumarse a la cifra de personas en crisis alimentarias”, avanza.