La economía global pierde ímpetu. Es algo que se reflejará en las previsiones que publicará la próxima semana el Fondo Monetario Internacional (FMI). Esta moderación, como ya advirtió la Reserva Federal estadounidense al poner en modo pausa el alza de tipos, es más pronunciada de lo que se anticipaba y crea nerviosismo. Christine Lagarde, directora del FMI, deja claro, en todo caso, que no anticipa una recesión global a corto plazo aunque advierte de que el crecimiento es “vulnerable”.
“El tiempo es más inestable”, indica, pese a que espera “algún tipo de repunte en el crecimiento” en la segunda mitad de 2019 y comienzos de 2020. El rebote del que habla la exministra francesa es en cualquier caso “precario”, porque los riesgos empujan claramente a la baja. Lagarde ha hecho estos comentarios este martes en el discurso previo a la reunión que el FMI celebra la próxima semana en Washington.
El Fondo proyectó en enero un crecimiento alrededor del 3,5% para este año y el que viene. Es más bajo de lo que se vio en ejercicios anteriores pero sigue siendo “razonable”. Pero si hace solo dos años el 75% de las economías se aceleraban, para este año se prevé que el 70% se frene. “Es una desaceleración sincronizada”, precisó. Por eso aplaude que el proceso de normalización de la política monetaria sea más paciente.
Entre los puntos de riesgo cita expresamente la incertidumbre que genera la salida del Reino Unido de la Unión Europea ante la falta de acuerdo para el Brexit. Pero también hay otros factores más extensos como el alto nivel de endeudamiento en algunos sectores económicos y países, las tensiones derivadas de la política comercial y la intranquilidad de los mercados financieros. “La economía global se encuentra un momento delicado”, ha dicho.
Lagarde aboga por la integración comercial como un motor del crecimiento económico, de la inversión, el empleo y de la productividad. “Por el contrario, las barreras comerciales claramente perjudican”, ha insistido en su intervención ante la Cámara de Comercio de Estados Unidos al debatir sobre cómo fomentar el crecimiento en un panorama económico cambiante.
La batalla arancelaria es una herida “autoinfligida” que, en sus palabras, debe evitarse para no hacer más daño a una inversión ya débil. “Nadie gana una guerra comercial”, ha reiterado. En este sentido, ha señalado que si se aplicara un incremento del 25% en los aranceles a todos los bienes que comercian Estados Unidos y China, “esto reduciría su producto interior bruto anual en un 0,6% y un 1,5% respectivamente”.
El reto inmediato pasa en esta coyuntura por tratar de evitar cualquier traspié adoptando políticas que contribuyen a alimentar aún más la incertidumbre. “Pero también hay que estar seguros de que se dan los pasos adecuados”, ha apuntado Lagarde. Eso, ha explicado, significa que se deben adoptar políticas “equilibradas” que refuercen las economías al tiempo que garanticen que sean más inclusivas.