A la siempre delicada situación económica de la isla, se suma ahora el cerco de EE UU a Venezuela, su principal aliado, y el recrudecimiento del embargo contra Cuba, un “turbulento escenario” que, en palabras de Raúl Castro, hace que el país deba prepararse “para la peor variante”.
“El tono del Gobierno de los Estados Unidos contra Cuba es cada vez más amenazador”, avisó el miércoles pasado el exmandatario cubano en un discurso ante el Parlamento, en el que aseguró que “el fortalecimiento del bloqueo y la continua aplicación de la Ley Helms-Burton persiguen el viejo anhelo de derrocar a la Revolución Cubana por medio de la asfixia económica y la penuria”. El sábado, quien le relevó en la presidencia, Miguel Díaz-Canel, remató la idea: Trump ha llevado “los lazos bilaterales a su peor nivel en décadas”, extremando la persecución financiera y destrozando el acercamiento entre Washington y La Habana. “Para decirlo en buen cubano: la crudeza del momento nos exige establecer prioridades bien claras y definidas, para no regresar a los difíciles momentos del Periodo Especial”, dijo a los diputados.
La sola mención de esa época hiela la sangre a muchos cubanos, que conservan en la memoria los años duros de los apagones y la crisis salvaje, cuando el país prácticamente se paralizó y los ciudadanos perdieron el 70% del poder adquisitivo. Desde hace meses, en los mercados de toda la isla comenzó a sentirse el desabastecimiento de productos básicos como la harina, los huevos, el pollo, el aceite y algunas medicinas, lo que provocó colas, broncas entre la gente y medidas para evitar el acaparamiento, incluida la venta controlada de productos deficitarios —últimamente, cuando sacan pollo en una tienda, solo se venden dos por persona—. También, ocasionalmente, se ha perdido el suministro de gasolina por unos días y ha habido apagones aislados, lo que unido a las noticias que llegan desde Venezuela —el primer socio comercial de Cuba y de donde viene, a precio preferencial, el 50% del petróleo que consume el país—, ha resucitado el fantasma del Periodo Especial.
Tanto Castro como Díaz-Canel han tenido mucho cuidado en explicar que nada tiene que ver el mal momento que se avecina con la crisis de hace tres décadas, pues la economía hoy está mucho más diversificada. La dependencia de Venezuela es grande, pero mucho menor de la que existía con la antigua URSS y el campo socialista —con quien la isla realizaba el 85% de sus intercambios comerciales—. Aún así, si el Gobierno de Nicolás Maduro cayera, el impacto en la economía cubana sería considerable —economistas como Pavel Vidal o Carmelo Mesa-Lago calculan que podría descender un 10% el PIB cubano—. A ello se suma lo que Raúl Castro llamó “el incremento de la guerra económica de EE UU”, igual que pasó en los noventa, cuando en medio de la escasez galopante Washington promulgó las leyes Torricelli y Helms-Burton para desincentivar la inversión extranjera.
Las presiones de EE UU para espantar a empresarios extranjeros y que importantes bancos no operen con Cuba son una realidad. Lo confirma la Junta Directiva de la Asociación de Empresarios Españoles en Cuba, que aglutina a 260 firmas con negocios e inversiones en la isla. “Hay compañías que han recibido notificaciones de entidades de Florida en las que se advierte de que si hubiera cambios políticos en Cuba, se tomarían medidas contra quienes hoy hacen negocios con la isla”, dice uno de sus miembros.
Presión a las empresas
El cerco a las transacciones financieras con Cuba también se ha acrecentado. A las ya duras sanciones y multas aplicadas por EE UU a bancos que operaban con la isla, se suma la presión al sistema financiero internacional contras las operaciones que impliquen a entidades cubanas. Esta situación, que afecta a empresas de todas las nacionalidades y sectores, alcanza a multinacionales como Nestlé, con una importante implantación en la isla, o a organismos internacionales como el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), cada vez con más dificultades para realizar sus transacciones. Junto a ello, a la histórica lista negra del Departamento del Tesoro, se ha agregado otra de entidades vinculadas a las Fuerzas Armadas cubanas —-muchas de ellas, hoteles administrados por compañías españolas— a las que EE UU penaliza. La semana pasada se supo de nuevas sanciones contra navieras, algunas europeas, cuyos barcos han transportado crudo venezolano a Cuba en los últimos meses.
La amenaza de la aplicación del título III de la ley Helms-Burton, que permitiría a ciudadanos estadounidenses y cubanoamericanos poner demandas en tribunales norteamericanos contra empresas extranjeras que “trafiquen” con propiedades expropiadas en Cuba después de 1959, es otra vuelta de tuerca más. “El objetivo está claro: generar miedo y desincentivar la inversión extranjera cuando Cuba más lo necesita”, opina el embajador de la UE en Cuba, Alberto Navarro, que ya ha expresado que Bruselas posee leyes antídoto contra la Helms-Burton y que defenderá los intereses de las empresas europeas.
El próximo jueves el asesor de Seguridad Nacional de EE UU, John Bolton, anunciará en Miami nuevas medidas contra Cuba y Venezuela en la Asociación de Veteranos de Bahía de Cochinos, al cumplirse otro aniversario del fracasado intento de invasión a Cuba, en 1961, apoyada por EE UU. Ante el tormentoso escenario que se avecina, que refuerza en el Gobierno de La Habana una psicología de plaza sitiada, Raúl Castro adelantó en el Parlamento cuál es la receta: “Ya Cuba ha demostrado que sí se pudo, sí se puede y siempre se podrá resistir, luchar y alcanzar la victoria”.
NO SON SOLO LAS SANCIONES: LOS OTROS MALES DE LA ECONOMÍA
Los males de la economía cubana van más allá del recrudecimiento del embargo y las sanciones de EE UU. Estos se deben en gran medida a factores estructurales internos por la baja productividad, trabas burocráticas y escasa eficiencia de las empresas cubanas. Ante el Parlamento, la semana pasada, el presidente Miguel Díaz-Canel y el ministro de Economía, Alejandro Gil, admitieron que las “exportaciones no crecen con la dinámica requerida” y que “tampoco se alcanzan los niveles de inversión extranjera que demanda la economía para su funcionamiento”, lo que ha agravado la falta de liquidez y hará que este año disminuyan las importaciones. “Prevemos que no se va a cumplir el plan de importaciones porque no se logran concretar los créditos debido a, entre otras razones, los atrasos en el pago de deudas [se calcula que la deuda con proveedores a corto plazo supera los 1.000 millones de dólares]”, aseguró Gil, tras explicar que el desabastecimiento de productos y alimentos de primera necesidad, como el pollo, los huevos o la harina, se debe a esa situación.
A la falta de liquidez y las tensiones crónicas de la economía cubana, que desde hace tiempo lleva estancada o con tasas de crecimiento muy bajo —0,5%, en 2016, 1,6% en 2017 y 1,2% el año pasado, cuando diversos economistas estiman que se necesita un crecimiento de entre el 5% y el 6% anual para reactivar la economía—, se une la inestabilidad de Venezuela, su primer socio comercial. Con Chávez Venezuela llegó a concentrar el 44% del volumen total del comercio externo de la isla. Caracas compraba anualmente servicios de profesionales cubanos —médicos, enfermeras, maestros, entrenadores— por 5.000 millones de dólares, 40.000 colaboradores trabajaban en el país sudamericano y la isla recibía 105.000 barriles diarios de petróleo a precios preferenciales, que cubrían el 60% de las necesidades de la isla. Hoy estas cifras han caído a menos de la mitad, aunque Venezuela es aún el primer socio económico de Cuba, con un intercambio comercial superior a los 2.000 millones de dólares, el 12% del PIB de la isla.