Iván Márquez, el hombre que encabezó las negociaciones con el Gobierno colombiano por parte de las FARC y que ahora se arrepiente de haber entregado las armas, se apartó del camino pactado y ya no representa el proyecto del partido nacido de la antigua guerrilla. Eso viene a decir, con el habitual lenguaje de la organización, el líder de la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, Rodrigo Londoño, Timochenko, en una dura carta que marca una ruptura con su antiguo número dos. El dirigente de la formación no solo rechaza la posición de Márquez, en paradero desconocido desde el pasado agosto, sino que le acusa de “buscar el aplauso de un puñado de cabezas calientes” y de no haber estado a la altura del momento. También lanza un recordatorio a los miles de exguerrilleros ahora desmovilizados para que no se dejen seducir por el pasado.
“Que un pequeño grupo de antiguos mandos afirme ahora que fue una equivocación cumplir nuestra palabra, solo significa que ellos, individualmente, se apartan de las grandes decisiones adoptadas por el colectivo”, afirma Timochenko en un comunicado difundido este miércoles. “No podemos echar a perder lo ganado hasta hoy, por compleja que pueda ser la tarea que nos resta. Tenemos que conseguir el respaldo de millones y millones de colombianos y colombianas al acuerdo de paz”, incide el excombatiente, que acaba por “reconocer la necesidad de marcar distancias con ellos”. “Somos un partido para la paz, nunca seremos un partido para la guerra”, asegura.
Las críticas llegan en una coyuntura concreta, en plena evolución del caso de Jesús Santrich. El excomandante de las FARC, reclamado por la justicia de Estados Unidos, fue puesto en libertad la semana pasada por falta de pruebas por la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP). Tras el fallo del tribunal encargado de juzgar los crímenes del conflicto armado dimitió el fiscal general y se desencadenó un terremoto político. Sin embargo, Santrich no llegó a pisar la calle y fue detenido nuevamente a las puertas de la cárcel bajo cargos de narcotráfico presentados esta vez por la justicia ordinaria.
Precisamente, a propósito de las dificultades por las que atraviesa la organización, Timochenko formula una de las acusaciones más amargas a Márquez. “Al dirigirse al conjunto de nuestra gente agrupada en los ETCR [Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación], se refiere a la necesidad de reiterar autocríticamente que nos equivocamos al dejar las armas. Creo que si vamos a hablar de autocríticas, la primera que debía emanar de su parte es la de haber abandonado la responsabilidad que le otorgó nuestro partido y en la que confió el país y la comunidad internacional”, escribe el líder de la FARC. La formación, según lo pactado en La Habana en 2016 después de más de medio siglo de guerra, tiene garantizados diez escaños en el Congreso durante dos períodos. “Desafortunadamente”, continúa, “Iván no percibió la dimensión del puesto que nuestra larga lucha lo llevó a ocupar. Se fue, sin ningún tipo de explicación, y se negó a ocupar su curul en el Senado, dejando acéfala nuestra representación parlamentaria en el momento que más requería su presencia”.
Timochenko renunció hace un año a concurrir a las elecciones presidenciales por una dolencia cardíaca y en medio de un fuerte rechazo social —el partido apenas logró 85.000 votos en las legislativas de marzo de 2018—. Márquez, que había estado en la primera línea de las negociaciones y en los ochenta había sido elegido como representante a la Cámara por la Unión Patriótica, encarnaba en su opinión ese tipo de figura que podía pilotar el camino de la insurgencia a las instituciones. No fue así. “Con la presencia parlamentaria de Iván Márquez, es probable que esa situación fuera menos dura”, afirma Rodrigo Londoño. “Como lo hubiera sido, de no existir esa extraña y peligrosa relación con su sobrino Marlon Marín, relación que terminó por enredar a Santrich y enlodar nuestro trabajo político. Aquí cabría también una sincera autocrítica de Iván”. El testimonio de Marín, también acusado de narcotráfico, fue decisivo para la recaptura de Santrich.
Pero la carta va más allá. En ella, el máximo responsable de la FARC reafirma una y otra vez su compromiso con el proceso de paz. No solo habla al país y a la clase política, sino también, quizá sobre todo, a las personas que estuvieron vinculadas a la guerrilla. “En coyunturas históricas tan definitivas como las que vivimos, no podemos darnos el lujo de vacilar en cuanto a la corrección de nuestro rumbo. Caerán estigmas sobre nosotros, calumnias, toda clase de infamias. De uno y otro lado. Pero nada debe hacernos cambiar nuestra decisión”, considera. “Claro, también cometimos errores”, concede. “Los desarrollos del proceso y del acuerdo de paz nos han permitido comprender que de nuestro lado sí hubo hechos reprobables en la confrontación, que dieron base a nuestros adversarios para crucificarnos con su campaña mediática”. En este contexto, lamenta que los que se apartaron de la directrices del partido hayan olvidado “el carácter de la lucha de clase” y se aferren a la ilusión de una “caída inmediata del imperialismo norteamericano y el triunfo inminente de la revolución socialista mundial”.