La economía China avanza como la ruleta de los concursos: cada vez más despacio mientras el público contiene el aliento, pero todavía lejos de detenerse. Los datos de la Oficina Nacional de Estadística, publicados en la mañana de este lunes, han revelado un crecimiento del 6,2% en el segundo trimestre del año. Esta cifra, en línea con las predicciones, representa la tasa más baja desde que empezaron a publicarse los datos trimestrales en 1992.
En términos anuales, si se mira todo el primer semestre, el PIB chino ha crecido un 6,3%. De esta manera, la segunda economía mundial sigue en la senda de cumplir el objetivo de crecimiento anual marcado por el gobierno, entre el 6% y el 6,5%, y de doblar su tamaño en 2020 con respecto a una década atrás.
Dos tendencias han conducido a este resultado. En primer lugar, la desaceleración que corresponde a una economía cada vez más madura. El 6,2% de este lunes, a pesar de ser un guarismo sólido al alcance de pocos países desarrollados, acentúa la frenada progresiva: cae con respecto al 6,4% del primer trimestre de 2019, al 6,6% de 2017, al 6,8% de 2016… En su perfil de Twitter, el diario oficial Global Times calmaba las aguas: “Un PIB más lento es una situación normal mientras China atraviesa una transición económica”.
A este proceso se suman las sombras de la guerra comercial con Estados Unidos. Las relaciones bilaterales entre las dos potencias alcanzaron su punto más amargo en mayo de este año cuando ambas partes elevaron el envite tras romper las negociaciones. La tregua que Xi Jinping y Donald Trump acordaron durante su reunión cara a cara en el marco del G20 ha servido para ganar tiempo. Todavía no hay plan de acción y el camino hacia la resolución del conflicto será tortuoso. Algunos escenarios apuntan a que, dependiendo de los intereses republicanos, las conversaciones podrían bloquearse durante la campaña electoral estadounidense y no retomarse hasta que haya un nuevo jefe de estado en Washington, lo que retrasaría el calendario hasta el final del año que viene.
La prueba de que esta situación tardará en resolverse ha sido la reacción del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, cuando ha conocido estos datos. En un par de tuits, el mandatario ha defendido su decisión de subir los aranceles a los productos chinos: “Los aranceles de EE UU están teniendo gran impacto en las compañías que quieren dejar China para irse a países sin aranceles. Miles de empresas se están yendo […].”
Para amortiguar el impacto de este conflicto, Pekín ha optado por relajar su política monetaria. Combinando flexibilización con estímulos fiscales y varios miles de millones de inversión en infraestructuras, el Gobierno pretende capear el temporal sin excederse para evitar una devaluación del yuan. “Los datos económicos todavía enfrentan a una desaceleración”, ha afirmado el lunes por la mañana Mao Shengyong, portavoz de la Agencia Nacional de Estadística. “Pero al mismo tiempo hay muchos otros factores positivos, la vitalidad del mercado se está estimulando gradualmente”, añadió, en referencia al resto de índices correspondientes al mes de junio, que también hoy han visto la luz y han resultado ser más positivos de lo esperado.
La producción industrial creció un 6,3%, un buen dato motivado por la confluencia de estímulos más crédito barato. En este ámbito, preocupa que la intervención gubernamental suponga descuidar la campaña orientada a reducir los altos niveles de deuda, un potencial riesgo sistémico contra el que se ha actuado durante los últimos tres años. La inversión inmobiliaria ha retrocedido levemente: un 10,9% con respecto a un 11,2% hasta mayo; mientras que el sector minero ha experimentado un empuje del 22,3% gracias a una firme inversión pública. La venta al por menor se ha fortalecido con un aumento del 9,8% en junio.
Los números son buenos, pero la incógnita con respecto al futuro no invita al entusiasmo. “El entorno comercial todavía es preocupante”, apunta Alicia García Herrero, economista jefa para Asia-Pacífico de Natixis. Se teme en Pekín que la guerra comercial cause un daño sustancial a la sólida industria de exportaciones china. “A causa de la incertidumbre acerca del futuro, las ventas al extranjero han desacelerado hasta caer negativamente un -2,7% y un 1,3% en abril y junio. De todas maneras, las importaciones han caído aún más, lo que ha provocado un superávit comercial en el segundo trimestre”.
Queda por ver cómo reacciona el gobierno ante estos datos. Es importante el impacto que la peste porcina pueda tener en la evolución de los precios al consumo. Según estimaciones oficiales, la mitad de la población de cerdos en China -un cuarto mundial- ya se habría sacrificado, lo que se ha traducido en un 2,7% de inflación en mayo y junio, valor máximo en los últimos 15 meses. Algunos estudios apuntan a que podría ser necesario exterminar al 80% de los porcinos, lo que hace pensar que la inflación puede seguir estirándose.
El segundo punto es el ratio de reserva bancaria, el cual ya ha sido recortado seis veces en el último año como una manera de inyectar liquidez en el sistema. La única carta que Liu He, máximo representante del poder económico y líder del equipo negociador con Estados Unidos, se ha resistido a emplear de momento ha sido de la de bajar los tipos de interés, por miedo a desatar una tormenta en la que aumenten los riesgos fiscales, se desestabilice la deuda y se deprecie el yuan.
El Politburó, primer organismo de acción política en China, se reunirá este mes para discutir el estado de la economía y el rumbo político del país. Los números están sobre la mesa, la ruleta sigue girando.