Casi cualquier hecho de violencia en Colombia gira, directa o indirectamente, en torno al narcotráfico. Sin embargo, hay organizaciones criminales en guerra abierta con el Estado que nunca han simulado tener un disfraz ideológico y que, desde la desmovilización de las FARC en 2017, luchan por controlar los territorios antes ocupados por la extinta guerrilla. Una de esas bandas mató este martes en una emboscada a cuatro solados del Ejército y dejó a dos oficiales heridos. Las autoridades responsabilizan a miembros del mayor cartel de narcotraficantes del país, el Clan del Golfo.
Las fuerzas armadas habían recibido información sobre “combates entre el grupo armado organizado Clan del Golfo y Los Caparros”, otra mafia local, en Caucasia, municipio del departamento de Antioquia (noroeste). Así, unos destacamentos se desplazaron a una zona rural conocida como El Toro “con el propósito de proteger a la población civil” del fuego cruzado. Según informó el Ejército en un comunicado, “en desarrollo de la operación las tropas fueron atacadas por integrantes del Clan del Golfo, quienes se encontraban en el sector en medio de una disputa por el control de las rutas del narcotráfico y corredores de movilidad que permiten la salida de estupefacientes hacía el Pacífico colombiano”. En el enfrentamiento también murió un miembro del grupo armado.
El Gobierno rechazó el ataque, cuya modalidad es relativamente frecuente en los constantes enfrentamientos entre miembros de la fuerza pública y organizaciones criminales. El Clan del Golfo ha tratado de negociar con el Estado y a finales de 2017 hasta llegó a declarar un cese al fuego unilateral. El Gobierno de Juan Manuel Santos, sin embargo, se negó a entablar unas conversaciones. Se trata de la banda de narcotraficantes más arraigada en el territorio y hace un año contaba con al alrededor de 3.000 hombres armados que operaban en 18 de los 32 departamentos del país. Su líder, Dairo Antonio Úsuga, conocido como Otoniel, es uno de los narcos más buscados por las autoridades locales y por la Administración de Estados Unidos. Fue guerrillero maoísta del Ejército Popular de Liberación (EPL) y paramilitar de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) y ahora controla las principales rutas del narcotráfico del país que lidera la producción de hoja de coca en el mundo.
Según el último informe anual del Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos de Naciones Unidas (Simci), conocido en agosto, el número de hectáreas sembradas pasó de 171.000 a 169.000. Es decir, la producción se estancó aunque sigue en niveles de máximo. En la misma zona donde el Ejército sufrió la emboscada, también opera la última guerrilla activa en Colombia, el Ejército de Liberación Nacional (ELN), que no ha dejado de perpetrar atentados y cuyo principal sustento es el tráfico de drogas.