Israel bordea de nuevo la guerra en Gaza con bombardeos de represalia que se han cobrado la vida de más de 20 palestinos desde el estallido del martes. La muerte de un jefe militar de la Yihad Islámica en una operación del Ejército hebreo ha desencadenado el lanzamiento de cerca de 300 cohetes y proyectiles contra territorio israelí. La segunda milicia palestina del enclave rechaza los llamamientos de Egipto y la ONU a un alto el fuego “mientras no esté completa la respuesta” a Israel. “Solo tiene una opción”, advirtió el primer ministro Benjamín Netanyahu a la Yihad Islámica, “detener los ataques o sufrir nuevos golpes cada vez más virulentos”.
La escalada bélica prosigue sin aparente control mientras el movimiento islamista Hamás, que gobierna de facto en Gaza desde hace 12 años, se mantiene al margen de las hostilidades. Los ataques israelíes se han concentrado en objetivos militares de la Yihad Islámica, como arsenales, fábricas y rampas de lanzamiento de misiles, túneles y centros de entrenamiento, según un portavoz militar israelí.
El Ministerio de Sanidad Palestino había contabilizado, a primera hora de la tarde del miércoles, 23 muertos –entre ellos cuatro civiles: la esposa del comandante Baha Abu el Ata, un hombre y sus dos hijos menores de edad–, en su mayoría milicianos desde el inicio de los bombardeos. El órgano de defensa civil del Ejército dio cuenta el martes de medio centenar de heridos leves en poblaciones cercanas a la Franja.
Israel ha alterado en esta ocasión su tradicional principio de responsabilizar de los ataques que sufre a quien ejerce el poder real sobre un territorio, sea en Gaza o en Siria. Ahora ha evitado señalar a Hamás para no poner en peligro la inestable tregua que mantienen tras la devastadora guerra de 2014. “Si no se produce un número muy elevado de víctimas mortales, Hamás no intervendrá”, predice Amos Harel, analista militar de Haaretz. El movimiento islamista hegemónico en el enclave posee un temible arsenal de cohetes, como ya demostró en el último estallido bélico hace seis meses, cuando se dispararon 650 proyectiles contra Israel en vísperas del festival de Eurovisión en Tel Aviv.
La actual escalada bélica hace temer precisamente por la celebración del partido amistoso previsto para el lunes en Tel Aviv entre las selecciones de fútbol de Uruguay y Argentina, considerado como uno de los mayores acontecimientos deportivos en la historia del Estado judío. Las alarmas por lanzamiento de cohetes se activaron el martes en la periferia sur de la metrópoli costera y se han escuchado también este miércoles en poblaciones situadas a 30 kilómetros al oeste de Jerusalén. Las escuelas y centros oficiales situados en un radio de 40 kilómetros en torno a Gaza permanecen cerrados.
El Ejército israelí asegura que el escudo antimisiles Cúpula de Hierro ha interceptado el 90% de los proyectiles. El sistema defensivo no se activó, en principio, con el 60% de los disparos realizados desde Gaza, ya que los radares detectaron que no iban a impactar sobre zonas habitadas. Blindados y baterías de artillería se concentraron este miércoles en la frontera de Gaza, adonde han sido movilizados reservistas en un despliegue de refuerzos ante una eventual operación terrestre a gran escala.
“Se equivocan si creen que las oleadas de cohetes van a debilitar nuestra determinación. No buscamos una escalada, pero responderemos contundentemente a cada agresión”, aseguró Netanyahu antes de una reunión del Gobierno en Jerusalén. “Los jefes terroristas saben que pueden convertirse en una diana en cualquier momento y que podemos actuar en cualquier lugar”. El comandante de la Yihad islámica, Jaled Moawad Faraj, murió el miércoles en un ataque israelí en Rafah, al sur de la Franja.
Mientras, el enviado de la ONU para Oriente Próximo, Nickolay Mladenov, se ha desplazado a El Cairo en un intento por mediar en el conflicto junto con la inteligencia militar egipcia, un portavoz de la Yihad Islámica precisaba en Gaza que “aún no ha llegado el momento apropiado para negociar un alto el fuego”.