Se cumplieron los pronósticos. La presidenta de Taiwán, la progresista Tsai Ing-Wen, repetirá mandato para otros cuatro años al imponerse con rotundidad en las elecciones presidenciales de este sábado sobre su rival más próximo, el conservador populista Han Kuo-Yu, del Kuomintang, al que ha aventajado por cerca de dos millones de votos.
Con más del 90% escrutado, Tsai lograba 7,8 millones de votos -medio millón más que hace cuatro años-, el 57,3%, frente a los 5,2 (38,3%) de su competidor y alcalde de Kaohsiung, la segunda ciudad taiwanesa. El recuento avanzaba más lento en los votos para las elecciones legislativas, que determinarán si el Partido Democrático Progresista de la presidenta repite la mayoría absoluta en el Parlamento unicameral de 113 escaños que logró por primera vez en la historia en los comicios de 2016.
El triunfo de Tsai representa un giro de 180 grados en la fortuna electoral de la presidenta y su partido, que hace apenas 14 meses recibía su peor resultado en años en los comicios municipales de noviembre de 2018, interpretados como un anticipo de las presidenciales. Los votantes, en unas elecciones que ambos partidos rivales habían presentado como decisivas para el futuro de la isla. Finalmente, se ha impuesto con claridad la propuesta de Tsai, impulsada en parte por las protestas contra China y en favor de la democracia de los últimos siete meses en Hong Kong. En un golpe de enorme simbolismo se ha impuesto incluso en Kaohsiung, la ciudad de Han y un feudo tradicional del DPP que había dado la espalda a la presidenta en 2018.
Tsai se había dibujado a lo largo de la campaña como la gran defensora de los derechos y libertades en Taiwán frente a una China pujante y autoritaria que reprime con dureza las ansias de democracia en la antigua colonia británica y haría lo mismo en la isla. Desde que las tropas nacionalistas del Kuomintang se refugiaran allí tras su derrota en la guerra civil china en 1949, Pekín considera a Taiwán parte inalienable de su territorio y no renuncia a la fuerza para lograr la unificación.
En cambio, Han acusaba a Tsai de perjudicar la economía taiwanesa con su distanciamiento de China, el mayor socio económico de la isla, y abogaba por una recuperación de los lazos que vivieron su mejor momento durante el mandato del último presidente del Kuomintang, Ma Ying-jeou (2008-2016).
Es un argumento con el que, a principios de este año, Han había logrado sacar hasta una veintena de puntos en las encuestas a la presidenta y que ha calado hondo en un sector del público: “El Partido Comunista de China dice que la República Popular es la auténtica China. El Kuomintang dice que la República de China (nombre oficial de Taiwán) es la verdadera. Nunca se van a poner de acuerdo. Pero hablan. Y mientras hablan, no se pelean. Nosotros estamos seguros y las dos partes podemos hacer negocio. Con Tsai, las empresas que dependen de sus clientes chinos se están hundiendo”, comentaba Tsui Chunhao, un empleado de transporte de 63 años.
Pero esa tendencia se invirtió este verano, cuando a una serie de errores personales del alcalde conservador se le unió el estallido de las protestas en Hong Kong. “Tsai es quien mejor nos puede proteger. El Kuomintang quiere acercamos demasiado a China y que seamos demasiado iguales a la China continental. Pero nosotros no somos chinos, somos taiwaneses”, sostenía Jean Shaw, una entusiasta partidaria de la presidenta en la cincuentena, antes de que acudir a votar en una jornada de cielos despejados y alta participación.
Además de su mensaje contundente en la defensa de la identidad taiwanesa, Tsai se ha beneficiado de la buena marcha de la economía, que en el tercer trimestre de 2019 creció un 2,9%, más que los otros “dragones” tradicionales asiáticos (Corea del Sur, Hong Kong y Singapur), y de un programa progresista que ha convertido a la isla en el primer lugar asiático en aprobar el matrimonio homosexual.
En el exterior de la sede del DPP, a medida que avanzaba la tarde y se confirmaba la clara victoria de la presidenta, la atmósfera se volvía cada vez más festiva. Miles de personas con banderas verdes, el color del partido, se daban cita para festejar el triunfo, coreando lemas como “¡Taiwán va a ganar!”.
Aunque ya se daba por seguro desde hace meses en las encuestas, el nuevo mandato de Tsai no será bien acogido en las sedes oficiales en Pekín, donde el Gobierno chino nunca ha ocultado su antipatía hacia la presidenta “chinoescéptica”.
“China responderá a su reelección con más de lo mismo [que ha hecho hasta ahora]: arrebatar a Taiwán aliados diplomáticos, reducir el turismo y desarrollar maniobras militares en el estrecho de Taiwán”, apunta la consultora Eurasia en una nota distribuida esta semana.
Aunque sus analistas descartan una reacción más drástica de China, sí precisan que “Taiwán sigue siendo el astuto más sensible para el presidente chino, Xi Jinping. En una atmósfera muy cargada políticamente -con Pekín a la defensiva sobre Hong Kong y la ‘injerencia’ de EE UU en los asuntos internos chinos- se abre la posibilidad de que Tsai y Washington cometan un error de cálculo si cruzan una de las líneas rojas no oficiales de China sobre contactos diplomáticos o militares de alto nivel”.