Recordamos hoy un asunto que, por alguna razón, parece haber desaparecido de los “grandes medios” mundiales sin que haya respuestas claras sobre qué medidas se han tomado al respecto, y sobre todo, cómo sigue hoy la situación denunciada.
En 2018, el diario británico The Sun divulgó un documento publicado por un ex-alto comisario de la Organización de las Naciones Unidas, la ONU, denunciando una estremecedora red de pedofilia en el seno de esa organización, con cerca de 3.300 funcionarios implicados en 60 mil violaciones perpetradas durante 10 años, lo que supondría uno de los mayores y más impactantes escándalos de pedofilia de la historia de la humanidad.
Según The Sun, los datos, de 2017, habían sido entregados al Departamento Británico de Desarrollo Internacional (DFID) por el profesor Andrew MacLeod, que antes había sido jefe de ayuda humanitaria de la ONU en lugares como los Balcanes, Ruanda y Pakistán, país donde mandaba operaciones del Centro de Coordinación de Emergencias de la organización mundial.
Sus denuncias implicaban principalmente a los agentes humanitarios de la ONU, que habrían cometido abusos sexuales en decenas de países de todo el planeta, sobre todo en comunidades desprotegidas. De hecho, el documento de MacLeod afirma que miles de pedófilos se dedican a las tareas de acción humanitaria para conseguir acceso fácil a mujeres y niños vulnerables.
Andrew MacLeod calificó como “endémico” el encubrimiento de estos crímenes y agregó que las personas que intentaron denunciarlos fueron despedidas.
“Hay decenas de miles de agentes humanitarios en todo el mundo con tendencias pedófilas. Pero si usas una camiseta de UNICEF, nadie te preguntará qué estás haciendo. Tienes impunidad y puedes hacer lo que quieras. Es endémico en el sector de la ayuda humanitaria en todo el mundo. El sistema está corrompido y tendrían que haber dicho basta desde hace años”.
Las 60.000 violaciones calculadas por MacLeod se basan en la admisión hecha en 2017 por el actual secretario general de la ONU, Antonio Guterres, de que las fuerzas de paz y funcionarios civiles de la abusaron de al menos 311 víctimas sólo en los 12 meses de 2016. La propia ONU admite que el número real de casos sería el doble de lo relatado.
De hecho, MacLeod estima que como máximo, el 10% de las violaciones y agresiones perpetradas por funcionarios de la ONU son denunciados, considerando que incluso en el Reino Unido, ese porcentaje es sólo del 14%.
Dado que Gran Bretaña dona cerca de 2.000 millones de libras esterlinas al año al presupuesto de la ONU, MacLeod insistió en que se hiciese una investigación minuciosa por parte de las autoridades británicas:
“Los crímenes de abuso de niños están siendo inadvertidamente financiados en parte por el contribuyente del Reino Unido. Sé que hay muchas discusiones en los niveles más altos de las Naciones Unidas de que ‘algo hay que hacer’, pero nada eficaz sucede. Si miras el histórico de denunciantes, fueron despedidos. Estamos analizando un problema a escala de la Iglesia Católica – o mayor aún”.
Sin embargo, la presencia y las generalizaciones mediáticas en torno a los casos de abusos sexuales perpetrados por clérigos católicos fue incomparablemente mayor de lo que está siendo el caso de la ONU. ¿Por qué?
La punta del iceberg
La “punta del iceberg” salió a la superficie con el escándalo de Oxfam International, una confederación de 19 organizaciones y más de 3.000 partners que actúa en cerca de 90 países. Ya en 2012, el Ministerio de Asuntos Exteriores de los Países Bajos recibió un informe interno de Oxfam detallando abusos cometidos por funcionarios de esta entidad en Haití. Antes incluso, en 2008, denuncias semejantes habían llegado al conocimiento de la Agencia Sueca de Cooperación Internacional para el Desarrollo.
Priti Patel, ex-secretaria del Departamento Británico de Desarrollo Internacional (DFID), que renunció al cargo en 2017 acusando a altos funcionarios del propio DFID de encubrir crímenes sexuales, considera que los abusos prosperan principalmente en dos contextos: cuando las víctimas tienen miedo de hablar y cuando los que están en el poder no escuchan – y este segundo contexto incluye gobiernos.
En 2017, la ex-primera-ministra británica Theresa May amenazó con interrumpir las donaciones a la ONU hasta que la organización “recuperase la confianza”. El gobierno del Reino Unido afirmó que tendría “tolerancia cero” en lo relativo a cualquier tipo de abuso sexual, pero, en el momento de las denuncias de Priti Patel, a pesar de su aberrante gravedad, no ordenó ninguna investigación al respecto.
Andrew MacLeod agregó a sus propias denuncias la consideración personal de que se cometen crímenes sexuales “sistemáticamente” por parte de agentes y funcionarios al servicio de la ONU y que tales crímenes son encubiertos “desde hace muchos años”.