Berlín Frenar la injerencia militar y política de potencias extranjeras en el polvorín libio. Ese es el compromiso que el domingo alcanzaron los líderes de Rusia, Turquía, Alemania, Italia y Francia entre otros países implicados en el conflicto libio y reunidos en Berlín este domingo en una cumbre de extraordinaria relevancia. Los asistentes aspiran a haber puesto la primera piedra de un proceso pacificador, que pasa en primer lugar por un alto el fuego permanente y un embargo de armas verificable. Pero el objetivo en Berlín ha sido, sobre todo, forzar a que los bandos enfrentados por el control del país y la industria petrolera dejen de recibir ayuda militar del extranjero en un conflicto con cada vez más actores secundarios que nutren de armas y efectivos. Es decir, se trata de evitar a toda costa la internacionalización de un conflicto que amenaza con convertirse en una nueva Siria.
El impacto de este acuerdo y el cumplimiento del alto el fuego dependerá en buena medida de la voluntad de los dirigentes libios rivales que no se sentaron a la mesa de negociación auspiciada por la ONU en Berlín.
“Todos los participantes se han comprometido a no suministrar apoyo militar ni armas y a respetar el embargo de armas y la tregua”, ha asegurado la canciller alemana, Angela Merkel, en conferencia de prensa al término del encuentro. “Todos los participantes se han comprometido a renunciar a las injerencias en el conflicto armado y los asuntos internos de Libia”, ha indicado el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres. “Había un verdadero riesgo de una escalada regional y eso se ha impedido hoy en Berlín”, ha agregado.
Los máximos representantes de la contienda libia, Fayez Serraj, al frente del Gobierno de Acuerdo Nacional y el hombre fuerte en Libia, Jalifa Hafter, no participaron propiamente en la conferencia, pero sí viajaron hasta Berlín, donde se reunieron con Merkel. “Las diferencias son de tal magnitud, que no ha habido un encuentro entre ellos. Geográficamente han estado en Berlín, pero no en la misma habitación”, ha añadido la canciller. Además de ellos, han asistido Vladímir Putin (Rusia), Recep Tayyip Erdogan (Turquía), Boris Johnson (Reino Unido), Emmanuel Macron (Francia), Giuseppe Conte (Italia), Ursula von der Leyen y Josep Borrell (Unión Europea), Mike Pompeo (Estados Unidos), Ghassan Salamé (ONU) y Merkel, como anfitriona de una cumbre que se ha celebrado en la sede del Gobierno alemán bajo fuertes medidas de seguridad.
El ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov, fue el encargado de rebajar cualquier tentación triunfalista. “La conferencia ha sido muy útil, […] pero está claro que no hemos conseguido de momento lanzar un diálogo serio y estable”, entre Hafter y El Serraj. Un comité con militares designados por ambos bandos y auspiciado por la ONU se encargará de vigilar el cumplimiento de alto el fuego.
La extraordinaria alineación de esta cita da una idea de la urgencia y la gravedad de la situación sobre el terreno libio, con el avance de las fuerzas de Hafter a las puertas de Trípoli. En las últimas horas además, el mariscal ha ordenado el cese de la producción petrolera, lo que ha disparado la presión sobre el Ejecutivo de El Serraj. Pero la relevancia del encuentro de este domingo denotó sobre todo la potencial onda expansiva de un conflicto capaz de dinamitar equilibrios regionales y globales. “Si no controlamos la situación allí, se puede desestabilizar toda la región”, ha advertido ante la prensa Josep Borrell, alto representante de Política Exterior de la Unión Europea (UE). “Esto no es una cita aislada, esto es el inicio de un proceso”, ha añadido en alusión a lo que pretende marcar la diferencia entre la conferencia de Berlín y anteriores citas.
Cada bando cuenta con el apoyo de poderosos valedores dentro y fuera de la región. Por un lado, al Gobierno de Acuerdo Nacional de El Serraj lo sostiene la ONU en Trípoli y lo apoyan Turquía, Catar y la Unión Europea. Por otro, Rusia, Egipto, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, EE UU y también Francia apoyan al mariscal Hafter, hombre fuerte del este de Libia, al que consideran capaz de estabilizar el país y frenar el yihadismo. En este contexto, Moscú y Ankara se han convertido en los principales actores extranjeros en el país, sin los cuales no será posible alcanzar ningún acuerdo de paz.
El texto que se ha negociado este domingo contempla en su punto seis: “nos comprometemos a abstenernos de interferir en el conflicto armado de Libia y exigimos a todos los actores internacionales que hagan lo mismo”, según la declaración final de la conferencia. Durante la cumbre, el presidente Macron ha pedido el cese del envío de milicianos sirios proturcos para apoyar el Gobierno de El Serraj. “Debo transmitirles la profunda inquietud que me produce la llegada de combatientes sirios y extranjeros en la ciudad de Trípoli. Esto debe cesar”, ha dicho el mandatario francés. “Las partes que combaten en la guerra civil libia solo pueden luchar entre sí porque reciben apoyo militar del extranjero. Tenemos que detenerlo para que Libia no se convierta en la nueva Siria”, ha considerado poco antes en la prensa alemana el ministro de Exteriores alemán, Heiko Maas.
Erdogan ha anunciado recientemente el envío de soldados a Libia para apoyar al Gobierno de unidad ante la ofensiva de Hafter contra la Trípoli. Una fuente de la ONU citada por la agencia Reuters ha hablado de 2.000 combatientes procedentes de la guerra civil siria. Mercenarios rusos y africanos alimentan también el conflicto libio.
El documento pactado pide “a todos los países implicados que redoblen sus esfuerzos para lograr el cese de las hostilidades, el fin de la escalada y un alto el fuego permanente”. También exige “el respeto inequívoco y total del embargo de armas establecido por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas”.
Ya en Berlín antes de dar comienzo la conferencia, El Serraj ha pedido a la comunidad internacional que actúe. “Si Jalifa Hafter no cesa esta ofensiva, la comunidad internacional tiene que pasar a la acción, incluida una fuerza internacional para proteger a la población civil libia”, ha dicho al medio Welt am Sonntag. “La Unión Europea tiene que ser autocrítica. Han llegado demasiado tarde”, ha estimado en alusión a la división que ha fragmentado la posición europea. El presidente del consejo Europeo, Charles Michel, ha recordado los objetivos del encuentro en Berlín: “Es hora de consolidar un alto el fuego, respetar el embargo de armas de Naciones Unidas y relanzar un proceso político”.
Refugiados
A la posibilidad de que tropas de alguno de estos países acaben enfrentados sobre el terreno libio, se le suma la preocupación europea y, sobre todo italiana y alemana, de que el caos en el país agrave la situación migratoria a las puertas de la UE y se acabe desencadenado un fenómeno similar al de 2015, cuando llegaron a Alemania más de un millón de demandantes de asilo.
Libia no ha recuperado la estabilidad tras la caída del dictador Muamar el Gadafi en 2011, pero desde hace nueve meses, los combates entre los grupos armados han cobrado nueva intensidad en un país en el que reina el desgobierno. Los traficantes de armas y de personas han sabido aprovechar el caos y han convertido al país africano en plataforma de partida en el Mediterráneo con destino a la UE.
Pese a la aparatosa coreografía política que ha convertido este domingo a Berlín en capital de la diplomacia mundial, lo cierto es que las expectativas son deliberadamente reducidas para evitar una posterior sensación de fracaso. El de Berlín es solo un primer paso, pero que aspira a ser sólido.
El Gobierno alemán ha invertido un enorme capital político en un proceso que considera crucial para la estabilidad de Europa y que puede además proporcionar beneficios colaterales. Berlín quiere demostrar que el discurso multilateralista es capaz de ofrecer resultados y que la vía militar no es una opción, en tiempos de nacionalismos y creciente cuestionamiento de la cooperación internacional.