El fútbol español mira con preocupación la vuelta de tuerca que el Gobierno acaba de dar al confinamiento. Un giro así -suspendiendo toda actividad económica no indispensable- responde a que la epidemia está lejos de controlarse. El duelo por las víctimas y el cuidado de la salud son lo primero, con todos los jugadores y personal de los clubes a cubierto en casa, pero de inmediato se tiembla por el impacto financiero del virus. El fútbol tampoco es ajeno a ello.
A los distintos estamentos alrededor del balón les cuesta hablar del futuro, de la reapertura social y de la vuelta de los partidos, mientras el chorro diario de muertos sigue siendo inasumible, espantoso. Pero a media voz, con discreción, se van diseñando planes para el regreso, sin saber cuándo será. Si el espejo italiano sirve también en este sector, allí las autoridades ya han empezado a deslizar que será difícil que en mayo se autorice el deporte profesional o amateur. Porque una cosa será un despertar gradual -algunos ir a trabajar, salir con prudencia a la calle, bares con rigurosas medidas de distanciamiento…- y otra permitir que 22 jugadores corran tras una pelota, choquen y compartan vestuario.
Por tanto, en la Liga comienzan a estudiar un nuevo calendario que iría más allá del 30 de junio, la barrera tradicional que marca el fin de cada temporada. Esto significa que un número de jornadas, las que fueran, invadirían el mes de julio y, no se descarta, que también agosto. Es decir, fútbol oficial y con todo en juego en pleno verano. El objetivo es acabar las actuales competiciones, «sea como sea», repitiendo la expresión que utilizó el presidente de la Federación, Luis Rubiales, la semana pasada. De hecho, siguió la línea de su archienemigo Javier Tebas, el presidente de la Liga. A ambas instituciones no les queda más remedio que ir de la mano en esto, bajo la perentoria necesidad de cerrar «sea como sea» la campaña suspendida.
¿Por qué? «Sería un lío descomunal, imposible de resolver», reconocen en uno de los grandes clubes. Desde los núcleos de poder del fútbol español se asegura que resulta más sencillo -dentro de la complejidad- trasladar a 2021 eventos mastodónticos, pero cerrados, como la Eurocopa o los Juegos que cancelar los torneos del fútbol sin que se hayan disputado los partidos que faltan.
Más allá de quién sea proclamado campeón, los problemas más graves serían dos: 1. La imposibilidad de asignar con justicia los ascensos y descensos, así como la clasificación para las codiciadas competiciones europeas, sobre todo la Champions. Y 2. El letal, en muchos casos, mordisco a las finanzas de los clubes que sería perder los ingresos televisivos correspondientes a esas jornadas desaparecidas.
Para amortiguarlo el fútbol oficial tendría que irrumpir en verano, llegando, si fuera necesario, incluso a enlazar -así lo baraja la Liga- esta temporada con la siguiente, que empezaría más tarde, no a mediados de agosto como es habitual.
La prolongación tiene su miga, porque además de tener que ajustar los horarios de los encuentros al calor ibérico, los contratos de los jugadores que acaban el próximo 30 de junio deberían prorrogarse, una excepción sobre la que ya trabajan la FIFA, la UEFA y las federaciones nacionales.
También los clubes más grandes tendrían que renunciar a sus millonarias giras internacionales, aunque en estos momentos parece utópico que se pudieran realizar ante el panorama global de la epidemia. Después, tocaría reestructurar el curso 2020/21, apretando al máximo una agenda que se abrocharía con la retrasada Eurocopa. Si las vacaciones de verano peligran seriamente para los futbolistas, más aún las navideñas. Ese tradicional parón podría venir con partidos por primera vez en España.
Fuente:Elmundo.es