Sábado, 23 de Noviembre del 2024
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Madre e hijo vencieron al coronavirus, pero ahora se sienten parias

Publicado el 22/05/20

El día en que Elizabeth Martucci y su hijo de 11 años fueron diagnosticados como pacientes recuperados del coronavirus, salieron de su casa en la costa de Jersey con algo de tiza, para escribir un mensaje en la entrada.

“Somos sobrevivientes de la COVID-19”, escribieron.

“Pensé en decirle a todo el mundo: ‘Tuve esto, y ahora estoy bien’, solo para mostrarle a las personas que no es una sentencia de muerte”, dijo Martucci.

También compró camisetas con la leyenda “Sobreviviente de la COVID-19”, anticipando que algunos de sus vecinos de la calle cerrada en la que vive en Cape May Court House podrían sentir alguna incomodidad.

Martucci pronto entendió que había subestimado drásticamente la ansiedad a la que se enfrentaría, junto a su hijo Marcus. Incluso ahora, a un mes de su recuperación, algunos vecinos los ven y huyen.

Quienes salen de los hospitales o de sus cuarentenas en casa tras haber sido afectados por el virus, están siendo forzados a transitar por un mundo que evidentemente no está preparado para recibirlos y cobijarlos nuevamente.

Epidemiólogos y expertos federales en salud concuerdan en que los pacientes completamente recuperados de la COVID-19 ya no representan un peligro de infección para otros. Sin embargo, algunas personas que han sobrevivido a la enfermedad siguen enfrentando un estigma impulsado por el temor de parte del mundo exterior.

Resaltan algunos casos como el de un veterinario que se negó a atender el perro de una mujer recuperada. El trabajador de una lavandería que brincó asustado al ver a un funcionario electo cuya enfermedad fue reportada en las noticias locales. El jardinero que decidió no podar los arbustos afuera de la casa de un hombre recuperado. El vecino que fue a regalar sopa y pidió que no se molestaran en regresar el recipiente en el que la llevó. Y el adolescente contagiado cuyo consuelo durante su larga enfermedad fue la idea de ir a pescar con sus amigos, para luego ser ignorado por ellos tras recuperarse.

“Mi instinto no fue pensar: ‘Oh, las personas me tendrán miedo porque tuve este virus’”, dijo Martucci, de 41 años, quien describió cómo una vecina se tropezó y cayó en la acera mientras corría hacia su casa cuando vio que ella y su hijo (también conocido como MJ), se acercaban en sus bicicletas.

“Ni siquiera se me ocurrió la posibilidad de que me rechazaran”, afirmó Martucci, inversionista de bienes raíces. “Eres vista como un agente contagioso en vez de una sobreviviente”.

Martucci dijo que guardó sus camisetas que dicen “Sobreviviente de la COVID-19”.

Muchos sobrevivientes afirman que no esperaban sentirse estigmatizados tras su dura experiencia con la enfermedad. Esta situación acarrea un dolor particular debido a las discusiones mundiales acerca de cómo la reactivación social dependerá en parte de que las personas con anticuerpos puedan regresar a sus trabajos, y de cómo quienes se han recuperado pueden donar plasma convaleciente para los tratamientos experimentales de los que siguen enfermos.

“Hay una dicotomía entre sentir que puedes ir a donar tu plasma para salvar la vida de otras personas y sentir que la gente no te quiere ni tocar”, dijo Sheryl Kraft, periodista de salud en Fairfield, Connecticut, quien ha escrito sobre su proceso de supervivencia a la COVID-19 y cómo eso afectó su salud mental y física.

“Somos algo así como los elegidos”, añadió. “Podemos regresar a la sociedad, podemos donar plasma, somos muy valiosos. Pero para las personas que tienen miedo de contagiarse, somos como parias”.

 

This article originally appeared in The New York Times.



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