El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, quien desde el comienzo de la pandemia de covid-19 minimizó su impacto y obró con desdén respecto a las medidas de cuarentena y distanciamiento social que los desesperados gobernadores de los estados intentaban tomar para contener el mal, informó que dio positivo, pero que su salud está bien.
Tan bien que al dar la noticia frente a periodistas se quitó el tapabocas para mostrar, en el colmo de su irresponsabilidad, la imagen que quiere vender con miras a su reelección, la de un campeón imbatible que derrotará la “gripecita” que lo aqueja. Y que, además, se tratará con hidroxicloroquina, un medicamento cuya utilidad no ha sido demostrada y que, en cambio, puede provocar complicados efectos secundarios. La terquedad como virtud.
Pero, muy probablemente, como él mismo lo admitió, y contra todo consejo médico, en ese delirio pudo contaminar a muchas personas, pues en los últimos días había desplegado una frenética carrera de encuentros con sus seguidores, miembros de su gabinete y cuerpo diplomático, muchos de ellos sin la mínima protección.
Entra así Bolsonaro en el grupo de líderes mundiales escépticos frente al virus que caen enfermos, como el británico Boris Johnson, que tras su paso de tres noches por el infierno de una unidad de cuidados intensivos tuvo que dar un timonazo en sus políticas de salud pública que sin duda ha salvado la vida de miles de sus ciudadanos.
No parece el caso de Bolsonaro, pues ya se anticipa que si sale rápido de la enfermedad, utilizará esa circunstancia para anclarse en sus posiciones previas y fortalecerse políticamente, en desmedro de la salud de los habitantes del país.
Desde estas páginas, por supuesto, deseamos una rápida recuperación al presidente Bolsonaro, una suerte que no tuvieron los más de 67.000 brasileños –hasta ahora– que no lograron sobrevivir al golpe del covid-19.
Fuente:Eltiempo.com