Benito Morejón llegó al supermercado antes del amanecer para poder coger un lugar al frente de la cola.
El supermercado en cuestión es uno de los autorizados por el gobierno de Cuba para vender alimentos y productos básicos en la divisa del enemigo ideológico de la isla: el dólar estadounidense.
Cuando la policía abrió las puertas del establecimiento, horas después de que Morejón tomara el cuarto turno en la cola, la línea detrás se extendía cientos de metros por la Tercera Avenida del municipio Playa, en La Habana.
Que tantos cubanos hicieran una cola tan larga no es algo sorprendente. Dentro, la tienda estaba bien surtida con todo tipo de productos básicos de primera necesidad, desde leche para bebés hasta gel de ducha.
Sin embargo, la única forma en que podían pagarse estos bienes era con divisa extranjera.
Durante años, una ineficiente planificación económica estatal, han hecho de la escasez y las colas características comunes de la vida diaria en Cuba.