El presidente de la Duma rusa, Viacheslav Volodin, aterrizó en Cuba justo dos días después de que Vladimir Putin anunciara que reconocerá la soberanía de las autoproclamadas repúblicas de Donestk y Lugansk, las ciudades ucranianas ocupadas –en parte– por separatistas prorrusos.
Volodin viaja al Caribe porque el Senado está reestructurando la deuda que tiene La Habana con el país, un aliado inquebrantable que ha respaldado el régimen durante más 60 años y con el que cuyos pendientes suman unos 2.300 millones de dólares.
La historia de Cuba, un régimen que se ha mantenido en medio de un relativo aislamiento respecto a Occidente aún después de la salida del poder de Fidel y Raúl Castro, no puede entenderse sin hablar de las raíces comunistas de la Unión Soviética y la mano amiga de Moscú tras el fin de la Guerra Fría.
La administración de Miguel Díaz-Canel ha continuado la cercanía con Rusia en un contexto en el que la isla también intenta abrirse a otros políticos occidentales. Viacheslav Volodin aterriza en Cuba en medio de unn de las mayores crisis en Europa del Este que tienen al continente ante el temor de una posible guerra.
La Habana está reclamando a Estados Unidos y la OTAN dar garantías de seguridad a Rusia, un relato similar al que ha seguido por estos días Nicolás Maduro en Venezuela, quien ya ofreció “todo su apoyo” a Moscú ante lo que consideran “planes perversos de rodear militarmente a Rusia”.
“La hermana nación Rusia cuenta con el apoyo de Venezuela y el Gobierno Bolivariano en la lucha que está dando para disipar las amenazas de la OTAN y seguir siendo un territorio pacifista y soberano”, dijo Maduro
Nada más el pasado 17 de febrero aterrizó en Venezuela otra delegación del Kremlin encabezada por el vicepresidente Yuri Ivanovich Borisov, quien viajó a Latinoamérica con el objetivo de fortalecer la cooperación bilateral y ratificar el camino de cooperación “para la defensa de la paz y la soberanía”, según las palabras de Maduro.
Las cercanías que está teniendo Rusia con la región van más allá de los tradicionales aliados de Cuba y Venezuela, o el mismo Nicaragua. En el último mes los presidentes de Argentina y Brasil también viajaron a Moscú para sellar nuevos tratados de cooperación internacional.
Latinoamérica estrecha lazos con Rusia mientras ese país desplega a sus “tropas de paz” hacia Ucrania, a las ciudades de Donestk y Lugansk en la región de Donbás, que se autoproclamaron como repúblicas y cuya soberanía fue reconocida por Vladimir Putin el pasado lunes 21 de febrero.
Las alianzas siembran la duda sobre el papel que podría jugar la región en medio de las tensiones entre Occidente –Estados Unidos, Reino Unido, la OTAN y la Unión Europea– con Rusia por la alerta de una posible invasión a Ucrania.
Ese país europeo, el patio trasero de Moscú, está en el centro de la disputa de la geopolítica mundial, declaró el estado de emergencia, convocó a los reservistas del Ejército y hasta autorizó a las personas a portar armas por el miedo de que estalle una guerra.
En medio de los intentos internacionales de evitar un enfrentamiento, Occidente anunció sanciones contra Rusia y se país sentenció que responderá de una forma “fuerte y dolorosa” a los castigos que le impuso la Casa Blanca.