La mujer tenía 46 años y vivía en una vereda medio desconectada del mundo a la que todavía no llega el internet. Fue su hijo quien halló el cuerpo al interior del hogar. Una joven tenía 16 años. El día en que acabó con su vida empezó con una habitual consulta a psiquiatría. Su familia la encontró con una soga alrededor del cuello. Él tenía 30 años. Antes de encerrarse en su cuarto llevaba ocho días fuera de casa consumiendo licor, hábito que se agravó con una ruptura amorosa. Sin recibir señales, su familia tocó a la puerta y luego lo encontró ahorcado.
La muerte de estas tres personas en Angostura sacudió a la comunidad en las últimas semanas de 2021 pero ninguno de los casos tuvo conexión.
El pasado 17 de febrero en decenas de medios se replicaron las declaraciones de la defensora del Pueblo en Antioquia, Yucelly Rincón, quien alertó sobre un aumento en los suicidios en ese municipio del Norte, que estarían vinculados al siniestro juego de la Ballena Azul, del cual se supo por primera vez en 2015.
Armar el rompecabezas de lo que realmente ocurrió, tras la alerta de la Defensoría, no ha sido tarea fácil pero los testimonios de familias, educadores y autoridades entregan, al menos, dos conclusiones. La primera, no hay elementos suficientes que validen la asociación del peligroso juego con un aumento en suicidios en Angostura. La segunda, que el rumor de la llegada de este juego terminó destapando una problemática de salud mental que necesita mucho más que alertas y declaraciones.
¿Cómo se armó la historia?
Según indagó EL COLOMBIANO, de los tres suicidios, el de la joven sí tiene vinculación con todo lo que derivó en la alerta, aunque no como quedó expuesto en medios.
Ella era estudiante de la institución educativa Mariano de Jesús Eusse. Tras un intento de suicidio previo, se había activado la ruta de atención. La joven recibía tratamiento psiquiátrico.
Tenía un factor hereditario de trastorno mental y un antecedente familiar complejo. Tanto su familia como su grupo de amigos, educadores y las autoridades de salud y trabajo social habían tendido los puentes para ofrecerle un entorno protector, que finalmente no pudo mantenerla a salvo del ideario suicida que materializó el 25 de noviembre pasado.
Era una música en formación y compartía ese espacio con una decena de amigos, que conocían su situación y le servían de soporte emocional. De hecho, la hipótesis del supuesto pacto que habrían hecho ella y sus compañeros para quitarse la vida, tal como lo manifestó la Defensoría, surgió, según los mismos compañeros, de malinterpretar expresiones como “si te pasa algo, nos morimos”.
El entorno cercano de amigos de la joven recibió la semana pasada valoración psicológica y restablecimiento de derechos, lo que implica visitas continuas. Ninguno atestiguó haber realizado un pacto para quitarse la vida ni nada semejante, y tampoco haber accedido a páginas o grupos relacionados con la Ballena Azul.
Sin embargo, los grupos privados de Whatsapp y Facebook, desde los cuales se estaría alentando la serie de este juego que busca que los participantes se autolesionen, sí estarían circulando desde el año pasado entre estudiantes de varios colegios, de acuerdo con testimonios de educadores y padres de familia. La participación en estos grupos de estudiantes del colegio donde estudiaba la joven fallecida terminó vinculando ambos hechos en la alerta, a pesar de no tener asociación.
Lo que sí es cierto es que en los últimos meses el municipio tuvo ocho intentos de suicidio. Así lo validó César Zapata, coordinador de Infancia y Adolescencia de la Gobernación de Antioquia.
Y acá es donde el asunto toma verdaderas proporciones. Padres de familia y docentes de tres instituciones educativas señalaron que el consumo de drogas es crítico en el municipio, incluso cuentan que durante el encierro pandémico decenas de familias experimentaron problemas de convivencia conocidos por la administración por los efectos del síndrome de abstinencia de los consumidores. El abuso de alcohol, reconoce Celeny Areiza, trabajadora social del municipio, suma otro factor que atenta contra la salud mental de la población.
Y se agregan, además, factores hereditarios que favorecen la aparición de patologías y trastornos mentales, según profesionales de salud del municipio que aseguran que todos estos componentes desbordan la capacidad de respuesta que tiene Angostura para atender a la población. El municipio tiene dos psicólogas y una trabajadora social.
Justamente por eso la actuación de la Defensoría ha causado molestia entre las autoridades de Angostura. Areiza narra los casos de dos menores de 16 años con un claro historial clínico que, pese a haber recibido toda la ruta de atención que puede ofrecer el municipio, hoy se encuentran en riesgo.
La primera es una joven que ha intentado autolesionarse en dos ocasiones y está medicada. La trabajadora social cuenta que se activó la ruta de atención, se logró un cupo en el Hospital Mental de Antioquia y pudieron convencer a la madre para trasladarlas a Bello, sin embargo, cuando se notificó a la Defensoría, esta solicitó repetir el trámite por razones administrativas, lo que terminó revictimizando a la menor al obligarla a contar de nuevo su historia a los especialistas.
El otro caso es el de una adolescente que vive a dos horas del casco urbano y tuvo un intento de suicidio del cual se arrepintió y alcanzó a recibir atención médica. Desde el 6 de febrero espera remisión con psiquiatría, pero no ha sido posible. En ambos casos la falta de personal de psiquiatría juega en contra en la carrera contrarreloj que tienen la familia y las autoridades para mantenerlas a salvo.
Por eso Areiza señala que el verdadero efecto de la alerta que emitió la Defensoría debería ser recibir apoyo real para atender oportunamente casos, puntualmente, más personal psicosocial para prevención y activación de rutas sociales y médicas; y personal en psiquiatría para el hospital San Rafael.
La secretaria de Gobierno, Katherine Gómez, agrega que la Gobernación debería traducir sus preocupaciones en recursos y en capacitaciones en manejo de salud mental a todos los actores del municipio.
Mientras eso ocurre, la administración asegura que hace lo que puede con los recursos que tiene para garantizar el bienestar integral de los jóvenes. La mayoría de los 1.905 matriculados en instituciones educativas integran la oferta deportiva y cultural del municipio, y la demanda sobre el nuevo instituto técnico que se abrió, Cedenorte, ya se copó. Según Pablo Giraldo, estudiante de una técnica, el interés de los jóvenes en estos espacios demuestra su anhelo por cambiar realidades y frustraciones que conviven con ellos.
De todos modos, aunque la administración asegura que los programas de prevención y las estrategias en torno a la juventud es amplia y sostenida, reconoce que todavía les falta eficacia para derribar barreras y llegar mejor a los jóvenes. El año pasado montaron una estrategia de escuchaderos a la que solo acudió una muchacha.
En conclusión, el mensaje que lanzan en el municipio es que la alerta de la Defensoría, aunque imprecisa, debe ayudar a poner los problemas de salud mental de Angostura en el mapa de las soluciones reales y urgentes.
Fuente: El Colombiano.